Inmigración y economía

El Correo, 24-07-2006

El número de afiliados en la Seguridad Social ha superado por primera vez en la historia española los diecinueve millones de personas. Una buena parte de ese incremento tiene que ver con el aumento en el número de inmigrantes, pero también con el porcentaje de participación general en los mercados laborales, que está creciendo en España como nunca antes lo había hecho. La población activa sube un 5% por ejercicio, ritmo jamás alcanzado, y así aumentó casi tres cuartos de millón en el año, que terminó en junio. Estos cambios se revelan más profundos al desagregarlos por sexos. El crecimiento de la población activa femenina es el doble que la masculina porque el porcentaje de las mujeres dispuestas a trabajar ha crecido de manera sin precedentes, aunque la cifra de participación femenina española está aún casi cinco puntos por debajo de la UE.

El aumento de la población activa es uno de los pilares del crecimiento económico. Los otros son la acumulación de capital, el aprendizaje de habilidades y destrezas y el cambio institucional propiciador del intercambio y la seguridad jurídica. Pero en el caso español parece que es la ausencia del primer elemento lo que nos frena: alrededor de la mitad de la diferencia en PIB per capita entre España y el resto de la Unión se debe, en efecto, a nuestra relativamente baja participación laboral. De ahí que los cambios internos de la sociedad, especialmente en lo que se refiere al papel social de las mujeres y la influencia de la inmigración, sean tan importantes y requieran una especial atención por los cuidadores de la política económica.

Al tratarse de un fenómeno nuevo, los juicios económicos sobre la emigración han de esperar unos años para tener una base firme. La carga fiscal de los inmigrantes, claramente negativa para los anfitriones en estos momentos, puede perpetuarse como un pesado lastre si se sigue un modelo ‘a la francesa’, sin integración, o, por el contrario, convertirse en una fuente de contribución neta al erario público durante la segunda generación, si el proceso de integración sigue un modelo ‘a la americana’. De la misma manera, el impacto sobre la productividad laboral dependerá de si los inmigrantes sustituyen o complementan los trabajos de los ya residentes y también de si su acumulación inicial en sectores intensivos en mano de obra y, por lo tanto, de baja productividad, continuará en el futuro. Incógnitas que, en buena medida, se dirimen fuera de lo económico y que tendrán que ver con la disposición política y social para que los inmigrantes se integren.

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