Cultura

La ucraniana «Pamfir», un brillante artefacto entre el multigénero y la denuncia, brilla en la Seminci

Todavía no tiene distribuidora española, pero el primer largo del ucraniano Dmytro Sukholytkyy-Sobchuk es una película muy sólida

La Voz de Galicia, Miguel Anxo Fernández, 26-10-2022

La expresión «a la carrera» se ajusta a una enloquecedora Seminci en donde reina el cine de autor, al tiempo que desarrolla numerosas y muy interesantes actividades a las que la prensa acreditada no da llegado. Pero lo hace el público de una ciudad bien conectada con el festival: las salas se llenan. Los pases preferenciales para la crítica, en Calderón, Cervantes y Carrión, así lo denotan. Ayer fue la jornada del cine español «que ocupa un lugar preferente en la programación del festival», como recogía la revista diaria del certamen, con su broche en la ceremonia de entrega de las Espigas de Honor a la actriz Victoria Abril, a los directores Manuel Gutiérrez Aragón y Fernando Colomo y al productor Andrés Vicente Gómez.

Al tiempo, la Oficial recibió el notable debut de la valenciana Avelina Prat (veterana script en más de treinta largos) con la comedia dramática Vasil sobre guion propio y caso real. El padre de la propia Prat, que vivía solo y muy a su aire, decidió acoger en su casa a un inmigrante búlgaro, que en la película viste el actor ídem Ivan Barnev, mientras el padre es Karra Elejalde, siendo Alexandra Jiménez como el alter ego de la directora. Mucho cambiará la vida de aquellos que le conocen, mientras sacará a relucir no pocas contradicciones, e incluso el kafkiano muro burocrático al que se enfrentan los simpapeles. Académica en lo formal, sin los tropezones de soberbia de (casi) toda ópera prima, admite livianos reproches en la limitada novedad del tema, algunos sobreentendidos y un exceso de buenismo, digno de Frank Capra. Ahora bien, es de las que gustan. Se estrena el viernes 4 de noviembre.

La que todavía no tiene distribuidora española es la muy sólida Pamfir, primer largo del ucraniano Dmytro Sukholytkyy-Sobchuk (1983), que se pudo ver en la Quincena en Cannes. De haberse realizado antes de la torpe invasión del país por Putin, quizá hubiera suavizado el demoledor tercer grado hacia la sistémica corrupción del país, aquí en la frontera con Rumanía. En ese pueblo abunda el contrabando que la madre de familia justifica afirmando que «para unos es un delito y para otros una manera de ganarse la vida». De formación académica (licenciado en Filosofía y graduado en Arquitectura, además de Teatro, Cine y Televisión en la Universidad Nacional de Kiev), su autor propone un elaborado artefacto multigénero (wéstern, drama, thriller…) resuelto con elaborados planos secuencia en su mayoría nocturnos o de interiores, con buen trabajo de foto, casting y de dirección de arte. El protagonista es un antihéroe casi quijotesco, de recto código moral y obsesionado con guiar a su hijo por el buen camino a sabiendas de su utopía. Sugerentes apuntes sobre el matriarcado ponen la guinda a un filme merecedor de palmarés.

También debuta a la cámara la actriz canadiense Charlotte Le Bon (1986), con Falcon Lake, adaptación propia de una novela de éxito en torno a una pareja adolescente (ella afirma que tiene un amigo fantasma en el lago) que convive unos días de verano, con los ingredientes iniciáticos de costumbre pero al tiempo jugando con la delicadeza y la seriedad en sus relaciones. El añadido de un toque sobrenatural eleva el riesgo de la propuesta (de ahí al ridículo media un paso) que la directora supera, yo si no hace pleno finalmente, es por algunos lugares comunes. Con todo, cine de altura que invita a esperar a la próxima de Le Bon, ya en marcha.

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