Inseguridad. Hace un mes, una prostituta fue asesinada en la plaza de la Luna. También hace 30 días, los vecinos distribuyeron un vídeo-denuncia sobre la situación del barrio. Pidieron una reunión con Alberto Ruiz-Gallardón y aún no han tenido respuesta. Ayer se manifestaron para exigir «medidas concretas»
Hartos de esperar al alcalde
El Mundo, 24-07-2006Sentados junto a las taquillas de lo que eran los Cines Luna, cinco hombres charlan mientras se comen un bocadillo y comparten un cartón de vino. Son las 12.10 horas, y el sol aprieta. Por la zona pasean parejas de policías municipales y se ve algún vehículo de los nacionales. En 20 minutos, los vecinos de la plaza de la Luna han quedado en la puerta de los cines. Balance pasado un mes de la presentación del vídeo – denuncia y el asesinato de una prostituta ucraniana de 29 años. Ni rastro de los cinco hombres. Pocas cosas han cambiado. Y de Gallardón aún no han tenido noticias.
«Hace un mes pedimos un encuentro con el alcalde y no sabemos nada todavía. Parece que somos invisibles», explicaba Jordi Gordo, portavoz de la Asamblea Ciudadana del Barrio de Universidad.«Señor Gallardón, esperamos sus noticias». Los vecinos se confiesan agotados de una rutina marcada por la inseguridad, la droga y la prostitución. «Desde lo ocurrido hace un mes, hay algo más de policía y limpieza, pero poco más». Ya han tenido reuniones con el concejal de Centro, Luis Asúa, pero no desean que se quede en eso: «Han sacado un Plan de Rehabilitación Integral que tenían guardado en el cajón, pero llevarlo a cabo va a ser un camino largo… Tiene que estar en los presupuestos del año que viene, hay que evaluarlo…». Mientras la teoría llega a buen puerto, los vecinos exigen «medidas concretas. Hechos y no promesas».
«Queremos limpieza, que la comisaria de policía no la trasladen a Montera y un plan de seguridad que no sólo afecte a la plaza de Soledad Torres Acosta – la de los cines Luna – , sino que se extienda por la zona». A Jordi no le tiembla la voz. Es un discurso que la realidad le recuerda cada día. «Habla Gallardón de que va a poner muy guapo el centro, que si la Gran Vía, y a nosotros nada…». Los vecinos atienden las explicaciones de Jordi, pero también quieren tomar la palabra.
«El parking de la plaza es del Ayuntamiento, debíamos pedirle plazas para residentes», comenta uno. Otro propone «patrullas de vecinos por la zona». Jordi escucha y trata de ordenar las prioridades. «El principal problema es el tráfico y consumo de drogas». Los ánimos están ya calientes, son muchos años con la misma historia. Y el último mes ha sido especialmente duro.«Hay que quitar la prostitución, la droga… De qué me sirve tener una plaza bonita si seguimos con los mismos problemas.Eso son gilipolleces», espetaba una vecina, abanico en mano.
En la Asamblea a pie de calle se juntan vecinos que llevan pocos años en el barrio, recién llegados y familias con toda una vida ligada a este entorno. Como la de María Victoria Cabrera, 53 años, que ni siquiera se acerca ya a la puerta de la iglesia porque hasta allí le preguntan «¿cuánto cobras?». «He vivido en Valverde, en Corredera… Mi hijo se ha criado aquí», explica señalando la plaza. Se queja de que «prostitutas, drogadictos, traficantes e inmigrantes» se han adueñado de la zona. «Me parece bien que haya inmigrantes, pero que también ellos nos respeten a los que somos de aquí».
Jordi trata de organizar un poco la reunión. Hora de las fotos.Saca de la mochila unos folios blancos. La idea es que todos los vecinos se pongan una hoja en la cara. «¡Somos ciudadanos, no somos invisibles!», gritan en el centro de la plaza. Ahí se encuentra Belén Remesal, indignada con la situación que rodea a su barrio. Su padre tiene un restaurante frente al refugio donde dan de comer a personas sin hogar. «Todos los días tenemos problemas. Vienen a pedir agua o para ir al baño y, si les dices que no, te tiran piedras, te escupen…». Belén no aparenta más de 20 años, es delgada y viste camiseta de tirantes rosa. «Antes, cuando llamabas a la Policía, te decían que no hicieras nada, que te podías buscar un lío. Ahora nos hacen algo más de caso».
A pocos metros, Carlos Guerra se queja: «Yo tengo dos hijos y no los puedo bajar al parque». No sabe qué hacer con ellos y no es optimista sobre la mejora de la situación: «Ahora están de vacaciones y no hay otro parque cerca de aquí para llevarles».
Tras las fotos, se han hecho pequeños grupos donde los vecinos intercambian impresiones. Muchos se han conocido a raíz de las reivindicaciones para mejorar el barrio. Isabel reconoce estar «indignada» con todo lo que está pasando. «Entre los hechos más graves que se pueden ver es que hay dos centros escolares que tienen en la puerta a todas las prostitutas». Vive aquí desde que nació, «por el Teatro Lara». «¿Por qué cuando viene Ana Botella lo limpian todo? Yo tengo la misma dignidad que esa señora».
Desde hace tiempo, cuenta Isabel, no sale con el portátil de casa para ir a trabajar. «Si lo tengo que hacer, llamo a un taxi y me recoge en la puerta». No confía demasiado en que las cosas mejoren y teme que se olvide lo ocurrido. «No es que queramos que echen a la gente de la plaza, que se los lleven de aquí y punto. No. A esta gente hay que ayudarla, no sé cómo, pero hay que hacer algo». Los toxicómanos y las prostitutas, cuenta, se van moviendo por la zona dependiendo de la presencia policial.«Si ahora vas a la calle de San Roque, verás que están escondidos los que hace un rato estaban en la plaza». Los que compartían un cartón de vino y tomaban un bocata junto a los cines Luna.
APOYOS
«Soluciones para poder vivir»
Desde que nació, esta zona ha sido su casa. Mª Victoria Cabrera está harta de ir con miedo por la calle, «mirando a todos los sitios, por lo que pueda pasarme». Pide al alcalde, Alberto Ruiz – Gallardón, «soluciones para poder vivir». Y se queja de que la vigilancia policial «ha durado tres semanas». Ayer estaba en la concentración de vecinos cabreada por la situación a la que se ha llegado.«Hay lugares en los que yo no puedo pararme con el coche ni un minuto a descargar, sin embargo, se están pinchando al lado y no pasa nada».
«De 17.00 a 20.00 h, cierro mi negocio»
José y Belén Remesal, padre e hija, viven en en el barrio desde 1986. «De 17.00 a 20.00, cuando abren el refugio donde dan comida a indigentes, cierro mi restaurante», afirma José. «Sólo hay broncas, da miedo». Piden al alcalde que «acabe con la prostitución, con el problema de la droga y que limpie la zona porque los olores son insoportables». A Belén no le gusta llegar de noche a casa.«No sabes qué te puedes encontrar. Hay gente drogándose, discusiones…».
«La policía está aburrida»
Cecilia tiene un restaurante cerca de la plaza de Soledad Torres Acosta. «Si antes daba 80 comidas, ahora doy 40», afirma algo resignada. Cree que son los vecinos los que tienen que cambiar la situación. «Pido al alcalde, al que voto, al igual que a Esperanza Aguirre, que se preocupe un poco de nosotros. Que aunque seamos trabajadores, también tenemos nuestros derechos». Lleva toda la vida aquí. «La policía está aburrida porque cuando vienen al barrio no pueden hacer nada contra las prostitutas, los que venden droga…».
«Los problemas se han trasladado»
Nueve años lleva en el barrio Susana Llorente, pero especialmente amargo ha sido el último. «Siempre ha habido focos de droga y prostitución en la zona, pero últimamente ha aumentado mucho el consumo y tráfico en la calle y la violencia». No ha notado «cambios profundos» en el barrio desde que hace 30 días mataran a una mujer en la plaza de la Luna. «Las primeras dos semanas, la plaza estaba más despejada, pero lo que han hecho es desplazarse a las calles cercanas. Los problemas se han trasladado».
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