De la España que emigró a la que acoge

Los extranjeros forman casi el 9% de la población española, cuando hace ocho años no llegaban ni al dos por ciento

Diario Sur, 23-07-2006

HACE no muchos años los españoles abandonaban su tierra para embarcar hacia América o cruzar fronteras hacia el corazón de la vieja Europa. En las maletas llevaban a partes iguales tristeza e ilusión. Todo valía para escapar de los rigores de una dura posguerra y la tenaza del régimen franquista.

Los tiempos han cambiado y con ellos la tendencia. Ahora somos un país receptor de emigración, y la nueva situación ha creado cambios sustanciales en la sociedad española. Una sociedad que se tiene por más tolerante que racista pero que aún alberga temores ante la llegada masiva de extranjeros.

El número de foráneos residentes en España está próximo a los cuatro millones. Los inmigrantes suman casi un nueve por ciento de la sociedad española, frente al 1,5 por ciento registrado en 1998. Estas cifras son el claro ejemplo de ese cambio espectacular. Si antes España veía cómo sus hijos se desperdigaban por el mundo, ahora nuestro país es uno de los principales receptores de inmigración y una esperanza para gente que sueña con una vida mejor.

Y ese tránsito de una España que emigra a una España que acoge ha sido objeto de estudio en los cursos de verano de la Universidad Complutense en Madrid. Fuimos país emisor de inmigrantes hasta la década de los 80. Las penurias económicas, la guerra civil y el régimen de Franco empujaron a muchos a probar suerte allende los mares o de los Pirineos. Colonias de españoles se establecieron, de este modo, en países tan dispares como Argentina, Suiza o Cuba.

El número de emigrantes creció hasta que España abrazó la democracia y se integró de pleno en la dinámica europea. En aquellos años el inmigrante español no siempre estaba bien valorado ni era tan bien recibido. Quienes emigraron entre los 50 y los 70 lo hacían de manera irregular y sin contrato de trabajo. En muchos países de América y Europa los españoles eran calificados de «sucios, ruidosos y malolientes».

Ahora las tornas han cambiado y nuestra sociedad es receptora de un permanente flujo migratorio. Las bondades del sistema político, el desarrollo económico y la situación geoestratégica de España son un poderoso reclamo para millones de personas que aspiran a cambiar sus vidas.

La mayoría de quienes eligen nuestro país como destino lo hacen por motivaciones económicas. El porcentaje de inmigrantes que llegan buscando asilo o refugio por motivos políticos es exiguo y España es además un país muy restrictivo en dicha materia.

Doble actitud

Un cambio que no todos digieren igual. Como asegura el director del Instituto de Estudios Sociales Avanzados de Andalucía (IESA), Manuel Pérez Yruela, hay una «doble actitud» entre los españoles a la hora de valorar el fenómeno migratorio. «La gente piensa que la llegada de los inmigrantes es positiva, pero muchos opinan que el flujo es excesivo y muy desordenado», asegura.

Yruela lo justifica en que las noticias que aparecen en los medios sobre inmigración «son muy impactantes y espectaculares». «Las llegadas de cayucos, pateras y los asaltos a la valla de Melilla llaman mucho la atención, pero realmente el número de inmigrantes que llega por estas vías es muy pequeño», asegura el sociólogo. En contra de lo que piensa la opinión pública, la gran mayoría de los extranjeros entran en España por vías reguladas y seguras.

Normalmente los españoles muestran empatía con los inmigrantes y tienen una actitud positiva y abierta cuando contactan con ellos. De hecho, según varios estudios realizados por el IESA, el 31 por ciento de los ciudadanos españoles tiene bastante confianza en los inmigrantes.

Yruela destaca que los datos serían todavía más esperanzadores si siguieran entre nosotros todas esas personas que tuvieron que abandonar en su día España. «Es una lástima que queden pocos testigos de la diáspora española, porque aquellos que se vieron obligados a emigrar son quienes mejor comprenden, a pesar de los años, la situación actual».

Según las encuestas del IESA, cerca del 60 por ciento de los españoles piensan que su salario está viéndose disminuido por culpa de los inmigrantes y el 38 por ciento asegura que se llevan los puestos de trabajo. También es significativo el número de españoles que piensa que la educación y la sanidad están empeorando por culpa de la masiva llegada de inmigrantes.

Con todo, afirma Yruela que hay una extendida visión utilitarista de la inmigración en nuestra sociedad. «El 76 por ciento de los españoles creen firmemente que los extranjeros vienen a ocupar puestos que otros españoles no quieren».

En cuanto a la repercusión cultural que tiene la llegada de foráneos a nuestro territorio, la sociedad está dividida. El 45% piensa que nuestra cultura se enriquece con el aporte de otras. Un 44% estima que los extranjeros deben abandonar aquellos aspectos de sus costumbres que molesten a los españoles.

Distintas actitudes

Pese a todo, un 45% de los españoles se considera tolerante, el 32% ambivalente y el 23% racista, sin que ello conlleve ningún tipo de actitud violento para con los inmigrantes. Además, al contrario de lo que habitualmente se cree, las tres cuartas partes de la población extranjera en España tiene una opinión positiva o muy positiva de su residencia en nuestro país. La gran mayoría están muy integrados y tienen previsto prolongar su estancia durante años. La percepción del inmigrante es que las comunidades y las ciudades más pequeñas y envejecidas son las más racistas, mientras que por el contrario las grandes urbes son las más abiertas y acogedoras.

Manuel Pérez Yruela no muestra preocupación por estos datos y afirma que los estudios de los últimos años «son siempre parecidos». Para el director del IESA, las cifras que arrojan las encuestas son muy similares a las de nuestros vecinos europeos. Así, afirma que el rechazo a los inmigrantes se basa sobre todo en el miedo al problema económico y cultural que se cree puede provocar la llegada masiva de extranjeros. «El problema está en esa percepción subjetiva que hace pensar que hay un exceso de inmigrantes y creer que esto es una amenaza», expone.

España está todavía asimilando el cambio. Los expertos apuntan a que éste es uno de los motivos por los que los inmigrantes no son mejor recibidos ya que, al contrario que otros países en los que el tránsito ha sido más escalonado, los españoles hemos pasado en apenas dos décadas de ser acogidos a acoger.

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