Una huida imposible, intimidad en la parálisis y el hedor de la precariedad

Gara, M.TXINTXURRETA-A.KAMIO, 23-09-2022

La competición por la Concha de Oro de Zinemaldia sumó ayer otras tres propuestas: un viaje lleno de violencia en “Los reyes del mundo”, la intimidad de una persona con parálisis cerebral en “La consagración de la primavera” y la vida precaria de los migrantes portugueses en Gran Bretaña con “Great Yarmouth”.

Rá, Culebro, Sere, Winny y Nano son cinco chicos de la calle de Medellín, sin familia, sin nada, que emprenden un viaje hacia Nechí, en el Bajo Cauca, en busca de la tierra que expropiaron a la abuela de Rá el mayor de la familia de amigos con 19 años, en busca de un pedazo en el mundo donde reinar. En ese viaje a la tierra prometida comprenderán que nada tienen de diferente la ciudad, la mar, la montaña y la selva: de igual manera se tragan a las personas.

Los jóvenes Carlos Andrés Castañeda (Rá), Davison Florez (Sere), Brahian Acevedo (Nano), Cristian Campaña (Winny), Cristian David (Culebro) se han estrenado como actores en “Los reyes del mundo”, un largometraje de la directora colombiana Laura Mora que ya trajo a Donostia “Matar a Jesús” que presentó ayer en la Sección Oficial y que trata la relación entre la masculinidad, la territorialidad y la violencia.

Ellos son los supervivientes del mundo que les ha tocado vivir: el de las migajas, las humillaciones y la violencia. Pero también el de la amistad, la dignidad y los sueños a lomos de un delirio, un caballo blanco que simboliza el camino a casa, según explicó la directora en rueda de prensa. Una vuelta a casa de un líder capaz de prender fuego al mundo que no se deja habitar por él, Rá, que cree en la justicia y que confía en que el Gobierno revise la tenencia de tierras y le devuelva lo que es suyo.

En esa casita en el campo proyecta un futuro donde existir a salvo con sus amigos. Pero el viaje estará lleno de dificultades y violencia.

Mora se decidió a hacer esta película cuando realizó el mismo viaje que los protagonistas realizan en pantalla, de Medellín al Bajo Cauca, territorio marcado por el conflicto en Colombia y, hasta que entraron las cámaras del equipo de “Los reyes del mundo”, inexplorado cinematográficamente. Por ello, «hay una verdad» en la imagen, dijo, pero también en el relato, pues el largometraje se grabó en pleno estallido social en el país con unos actores de la generación que produjo el cambio.

Hay otra verdad que se encuentra en las vidas de los actores: Campaña estaba en un internado cuando el equipo de la película lo buscó; Castañeda pasaba por «momentos muy duros» cuando su «angelita», la responsable del casting, lo «rescató»; David venía de Medellín, «de pelear todos los días», de saber lo que es «vivir el menosprecio por pedir comida», hasta que con el cine aprendió que «la violencia no lo es todo».

El filme atraviesa los tiempos narrativos y también los tiempos del delirio. «La narrativa es una conquista humana, pero es una tirana, y a mí me interesaba ser libre», señaló Mora. De esa libertad nacen escenas donde manda el paisaje, la meteorología y la improvisación de los personajes.

En el viaje hacia la tierra prometida, no todos llegarán a destino. Pero tan importante como eso es lo que quedará de cada uno de ellos al final de un viaje que parece no acabar.

La incapacidad en la mirada
Fernando Franco compite en Donostia con “La consagración de la primavera”, una propuesta sincera que aborda la intimidad de una persona con parálisis cerebral. Lo dijo Emma Suárez, quien encarna a la madre de David (Telmo Irureta), un joven con parálisis cerebral, durante la rueda de prensa posterior a la proyección: «No somos conscientes de las necesidades de las personas que conviven con nosotros en esta sociedad y aparecen en una silla de ruedas. Eso nos genera una cierta incomodidad y a veces nos escapamos. Trabajar en esta película ha sido un ejercicio de mirarlo de cara, y descubrir y conocer esos terrenos. Y descubrir que la incapacidad está en nuestra mirada».

Fernando Franco se adentra en el terreno de la asistencia sexual de las personas con diversidad funcional. El camino lo transitan hasta entonces madre e hijo, hasta que en sus vidas aparece Laura (Valeria Sorolla). Franco habla sin tapujos, pero desde la naturalidad, con sutileza pero sin renunciar a la sinceridad: «Siempre me han interesado los temas ‘subterráneos’ y, en este caso, hablar de la sexualidad de una persona que tiene parálisis cerebral pone a la gente en un terreno con muchos prejuicios. La normalización que se da en la película es justo por eso, para contrarrestar. Es una película que habla de la intimidad y justo se ha hecho así para contrarrestar esos ‘a prioris’, esos prejuicios».

Según la actriz Valeria Sorolla, «Laura descubre un mundo nuevo en torno a la sexualidad. La documentación que hice sobre el tema se centró en empezar a descubrir este mundo ver qué es lo que se despierta en ella la sexualidad. Ver el sexo desde otro punto de vista, desde los cuidados».

En la búsqueda de esa naturalidad, según el director, fue clave el trabajo previo con los actores, que desarrollaron su labor partiendo de un guion abierto: «En la escritura del guion me preocupa mucho que los diálogos se vean reales. En la fase de ensayos estamos con el guion por delante sabiendo que es un medio para llegar a un fin. Dejo encendido el detector de mentiras para ser consciente de si en algún momento no te crees algo. Cuando tienes buenos actores, si algo no funciona es porque seguramente esté mal escrito; por eso hay que dejar que ellos propongan e ir modificando sobre la marcha».

Otro protagonista, Telmo Irureta, se mostró radiante y feliz con el estreno de la cinta y admitió que fue una gran experiencia. En ningún momento dejó de usar el humor, incluso habló de sus planes de estudio. «Este mundillo de los actores es muy difícil. A veces tienes trabajo, pero no sabes si lo tendrás en un futuro. Por eso voy a empezar a estudiar Psicología [también es licenciado en Magisterio y Pedagogía, como recordó su ‘madre’ Emma Suárez] e igual termino siendo psicólogo», explicó.

En el mismo tono se refirió a la temática que aborda la película y lo hizo desde una perspectiva personal: «Tenemos que educar y follar también. Si no, ¿qué es esto? En la obra de teatro que estoy ahora también hablamos de discapacidad y sexualidad y la gente me dice que cómo me gusta. Pues claro, ¡y si hay que hablar se habla!». Que viva la primavera y su consagración.

Una pesadilla
Marco Martins presentó “Great Yarmouth” para competir en la Sección Oficial. El filme ofrece una mirada a las vidas de los portugueses que viven en Gran Bretaña y que ven perdida su dignidad con condiciones de trabajo precarias. Entre los actores del filme se encuentran los lusos Beatriz Batarda (en el papel de Tânia), Rita Cabaço, Nuno Lopes y Romeu Runa y el inglés Kris Hitchen.

Una fábrica de procesado de carne de pavo en Great Yarmouth (Norfolk, Inglaterra) prepara la campaña navideña. Es octubre de 2019, tres meses antes del Brexit. Varios portugueses han migrado a una ciudad que en los años 40 era el destino vacacional de los ingleses de clase media. Ahora, en cambio, es un entorno despreciable, una ciudad de fantasmas. Tânia recibe a los trabajadores en la fábrica que huele a «sangre y mierda».

La propia Tânia trabajó en la planta de procesado de carne de pavo. Está casada con un inglés, dueño de varios hoteles donde se alojan los trabajadores en pésimas condiciones. Y Tânia se encuentra en una encrucijada: quiere ayudar a los trabajadores compatriotas, pero sus superiores le presionan para que les cobre las rentas y expulse del alojamiento a los que no pueden trabajar. Es consciente de dónde está metiendo a estos hombres y mujeres: en una fábrica que les arranca la dignidad, donde las condiciones de trabajo no pueden ser más precarias. En unas habitaciones mugrientas donde conviven hacinados.

Tânia intentará engañar a sus superiores para cumplir su sueño de renovar los hoteles y prepararlos para los turistas británicos de la tercera edad. Pero, al final, ella terminará siendo engañada y atravesada por la violencia que marca la película en todo momento.

El director y el equipo de producción se relacionaron con la comunidad portuguesa de Great Yarmouth, donde viven unos 10.000 lusos, antes de producir el filme. Muchos de ellos se dedican a trabajos que no quieren hacer los ingleses. Se despiertan temprano y se acuestan tarde, sin adentrarse en la ciudad, como fantasmas. Viven una pesadilla y así lo refleja “Great Yarmouth”.

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