«Mucha suerte, vayan donde vayan»

Los tripulantes del 'Francisco y Catalina' vuelven a faenar entre buenos deseos para los inmigrantes

El Correo, 23-07-2006

Los diez tripulantes del ‘Francisco y Catalina’ despertaron ayer de su pesadilla de una semana y se encontraron con un día normal, una buena jornada para aprovisionar el barco, hacerse a la mar y capturar el máximo posible de camarones. Por fin podían preocuparse de lo suyo, de asuntos de pescadores, en lugar de tratar con embajadoras, dar de comer a medio centenar de inmigrantes y tener por sombra hostil a una patrullera maltesa. «Esta misma tarde volvemos al trabajo», avisó el patrón, José Durá, con la satisfacción de quien controla de nuevo su propia vida.

Los pescadores dedicaron la mañana a baldear el barco y a comprar víveres y alguna cosa para la familia en La Valetta, un puerto que nunca olvidarán. También llamaron por teléfono a casa, claro: «Mi marido me ha dicho que iban a tener una comida tranquila y luego iban a salir rumbo al caladero», explicó en Santa Pola la mujer del patrón, Pepi Irles, que también es sobrina del cocinero de a bordo. Éste, Jaime Valero, tuvo un sustillo la noche del viernes porque le había subido a 20 la presión arterial, pero bastaron unas pocas horas de hospital para devolver la tensión a niveles normales y ponerle de nuevo ante los fogones.

El ‘Francisco y Catalina’ zarpó de la capital maltesa a las cuatro de la tarde y enfiló su proa hacia otro lugar que permanecerá en la memoria de los tripulantes: el caladero donde avistaron el pasado viernes un cayuco a la deriva. Una vez allí, retomaron la faena interrumpida, aunque su ánimo no era el mismo que antes de este mal sueño. Los inmigrantes no sólo han dejado un enorme hueco en cubierta, sino también en los corazones: «Nos dio mucha pena despedirnos. Les deseamos mucha suerte, vayan donde vayan», decía el segundo patrón del barco, Bautista Molina. El pescador no ocultó el cariño por esos «compañeros» que «tan bien se portaron» durante la travesía – incluso se descalzaban para no manchar el suelo del barco – y quitó importancia a una acción que ha valido a los marineros la Medalla al Mérito Civil. «No es para tanto – valoró Bautista – hay muchas personas buenas por el mundo».

Héroes, como siempre

La pesadilla de siete días también terminó en Santa Pola. Pepi Irles y su tía, Irene Maciá, que llevaban toda la semana sin salir de casa, decidieron irse a Alicante para tomar el aire y empacharse de escaparates. A raíz de lo ocurrido, Pepi nota a su marido más sentimental – «habla con un nudo en la garganta» – pero no lo ve nada convencido de haber protagonizado una acción extraordinaria: «Para nosotras son héroes. Siempre lo han sido, y ahora mucho más. Creen que no han hecho nada del otro mundo, pero sí que ha sido un gesto enorme. Si siempre liberan a los delfines y tortugas que se quedan enganchados en sus redes, ¿cómo no iban a rescatar a unas personas al borde de la muerte?».

Ambas conocen bien a sus maridos y sonríen al imaginarlos condecorados: «Son pescadores fuertes y de gran corazón – describe Irene – aunque muy tímidos. Cuando les dijimos que iban a darles medallas y homenajes, decían que cómo se le había ocurrido eso a nadie». A finales de agosto los tendrán de vuelta en casa, para celebrar las fiestas patronales, y no les importaría que pudiesen traer con ellos a alguno de sus nuevos amigos: «Nos gustaría que esos inmigrantes viniesen a Santa Pola a pasar unos días con nosotros».

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