«La habitación está como está, pero necesitaba empadronarme»
Personas que residen en casas con evidente necesidad de reforma analizan los distintos motivos que impiden emprender las obras
Diario Vasco, , 19-09-2022Irun, Hernani y Pasaia son tres municipios que están entre los diez con mayor población de Gipuzkoa, por detrás de la capital. Rondan o superan los 62.000, 20.000 y 16.000 habitantes, respectivamente. Basta un paso por el núcleo urbano de los mismos para observar fachadas en mal estado, ventanas de madera que hace años no han recibido una mano de pintura, viviendas que por su aspecto deben de estar a años luz de alcanzar una mínima eficiencia energética y, en definitiva, edificios que necesitan una profunda renovación. Pero a veces en la comunidad no se dan las circunstancias necesarias para ello.
Los astros nunca parece que se van a alinear para uno de los últimos bloques de la avenida de Nafarroa, en Pasai Antxo dirección a Errenteria. El sentido común lleva a cualquiera a no detenerse bajo una repisa o sus balcones. Pide a gritos una rehabilitación integral que no está prevista. «Hace tiempo que hay un interés con hacer algo con esta casa, pero no una reforma», señala uno de sus vecinos, que habla a cambio de preservar el anonimato. «En los últimos años ha habido interés de algunas constructoras o grupos inmobiliarios por comprar el edificio, tirarlo y hacer nuevas viviendas. Parece claro que lo acabarán derribando, y hace un tiempo que ya nos dijeron que no se nos daría permiso para una reforma». Pese al evidente deterioro de las partes visibles de todo el bloque, donde ajustan perfectamente las puertas de los tres portales de los números 20, 21 y 22, este propietario asegura que «mi vivienda está en buenas condiciones».
En la mano central del bloque reside una comunidad magrebí. Una mujer abre el velo que cubre su cabeza para explicar que «vivimos de alquiler», según traduce su hijo al castellano, idioma que ella «no habla». Prefiere no confirmar ni cuántos viven ni cuánto pagan de mensualidad.
En Hernani, varias de las viviendas con necesidad de ser intervenidas se encuentran en el barrio de la Florida, cerca ya de la estación de Renfe. En el número 69 se encuentra la casa Leku Eder, que sin duda tuvo que hacer honor a su nombre cuando se construyó en 1920. «Llevamos ya tiempo con un proyecto para reformar la casa, que incluye la venta de unas huertas para conseguir fondos». Puntualiza que «el tejado está bastante bien, pero fachada, balcones, portal…». Subimos con ella hasta el primer piso. «Es todo de madera, los peldaños están irregulares…», describe. Otro hombre cuenta que «somos 19 vecinos, algunos se hacen familia. Hay de todo: viviendas que están bien y otras a las que yo no me asomaría al balcón por si acaso. Nunca pasa nada, hasta que pasa», y recuerda la casa que ardió la pasada Nochebuena, de la que ya solo queda el solar.
En esa misma acera, un callejón de menos de un metro desemboca en los números 82 a 94, que son casitas muy bajitas, alguna de una altura. En una de ellas, nos reconocen que «el piso está en unas condiciones muy, muy justitas, pero… Te lo enseñaría, pero no quiero problemas con los propietarios». «Por dentro en general están bien las viviendas –interviene otro vecino–. El problema es por fuera. El Ayuntamiento contempla derribar todos los edificios para urbanizar después, y ya no da permiso para hacer fachadas o tejados. Y, claro, por fuera no invertimos un solo euro».
En la zona de Moscú, en Irun, hay muchas casas con un porrón de años, pero la mayoría denotan un cuidado. Hay casos aislados en calles como Uranzu o Enkantia. En uno de estos edificios de madera, desconchados y con bombonas de butano en algún balcón, vive Youssef, aunque su nombre no aparece en los buzones, casi todos con titulares oriundos del Magreb. «En casa vivimos cuatro adultos, cada uno en su habitación, y estas están como están», apunta. Por una cama «muy vieja» y un armario «sin puertas», paga 350 euros de alquiler, gastos aparte, con cocina y baño comunes. «No está mal», dice Youssef mientras se encoge de hombros. «Al final, necesitas un sitio para empadronarte. Trabajo en obras, y un día me gustaría poder hacer la reforma de mi propia casa». Con ese sueño duerme por 350 euros.
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