Mujeres vascas contra el machismo: «Es una mancha que no se acaba de quitar»

Una treintena de mujeres de diferentes sectores se reúnen para impulsar una «ola de cambio» en materia de igualdad

El Correo, ALBA CÁRCAMO, 16-09-2022

Cuando Sammy Bahadi (Vitoria, 17 años) nació, Aurora Beltrán ya hacía más de un año que volaba libre en la música tras la disolución de Tahúres Zurdos. Más de cuatro décadas separan a la joven integrante de la asociación inclusiva 12 Nubes y a la artista navarra, pero ambas están «comprometidas» con la lucha por igualdad. Ellas son dos de la treintena de mujeres participantes en el encuentro ‘Berdinaldia. La ola del cambio’. La cita, impulsada por el Departamento de Igualdad del Gobierno vasco, celebrada en la mañana de este jueves en la sede de BBK Klima en Busturia, pretende ser el inicio de una serie de foros con personas de diferentes ámbitos profesionales para incorporar sus inquietudes a las políticas de la consejería.

Las asistentes, representantes del mundo de la cultura, el deporte, la cocina o el activismo, han puesto de relieve la necesidad de «avanzar» en un momento en el que el machismo y las dificultades para tener las mismas opciones que los hombres «siguen presentes». «El futuro pasa por que las mujeres estemos presentes; esa nueva era tiene rostro de mujer y tenemos que acelerar ese cambio», emplazaba la responsable del departamento, Beatriz Artolazabal, quien insistía en que «tenemos que ser libres para poder decidir nuestro futuro».

Libres para salir de casa «sin que tu novio te diga ‘eso no te pongas’», señalaba por su parte Beltrán. «Decir que las cosas están peor suena pesimista, pero hay más información, más herramientas, y el machismo sigue, es como una mancha, no se caba de quitar», aseguraba la artista, que lamentaba que «en la teoría hay más medios, pero en la práctica mogollón de mujeres que están sufriendo, y sobre todo chicas jóvenes».

Ella apelaba, en su caso, a ser miradas «como artistas, como gentes con talento», como iguales, ya que músicos «de mi quinta lo están petando y las mujeres no tenemos nuestro hueco». Esa invisibilidad la conoce de primera mano Lara Izagirre, presidenta de las cineastas vascas. «Directoras que hagamos ficción en euskera no hay; no porque no haya mujeres que no tengan la capacidad de hacerlo, sino porque no hay ninguna oportunidad para nosotras», censuraba. Y esa ausencia de mujeres detrás de las cámaras se traduce además en que «el relato que hacemos a través de las películas es un trocito de la realidad, y un trocito que ya hemos contado, que se cuenta y se recuenta siempre con la misma mirada», la de los hombres.

Izagirre se mostraba «esperanzada» porque «pronto» llegará «la ola de cineastas vascas», y cada una «contará sus historias». Directoras con «diferentes ascendencias», compartía mientras charlaba en la pausa para el café con Tamara Clavería (presidenta de la Asociación de Mujeres Gitanas de Euskadi) y Quinndy Akeju, afrofeminista.

Ellas coincidían en la necesidad de «unir el movimiento feminista con el movimiento antirracista», que el impulso a la igualdad sea «realmente para todas las personas», porque todas no partimos del mismo lugar. «Dos de cada tres familias gitanas no tienen cubiertas sus necesidades básicas, solo el 0,29% accede a etapas de estudios superiores, tenemos 20 años menos de esperanza de vida…», les puntualizaba Clavería, que pedía que «estemos unidas para tener todas las mismas oportunidades». Akeju recordaba que «hay que poner a todas las mujeres en el centro, sobre todo si han estado en la periferia». «Las experiencias de las mujeres migrantes son el triple de difíciles, sobre todo si están en situación administrativa irregular, pues no tienen herramientas para denunciar explotación laboral», ejemplificaba.

Para la física Maia García Vergniory, afincada en Alemania, las dificultades del sector de la investigación, como «la falta de plazas, la precariedad…», se acentúan en el caso femenino. «El ser mujer hace que el desarrollo de tu carrera profesional en cualquier ámbito sea más costoso». Y por ello consideraba que, además de «abrir el debate para crear conciencia», lo importante es «impulsar acciones, porque llevamos mucho tiempo con ese techo de cristal académico».

En palabras de Artolazabal, es necesario romper esa barrera y, para ello, es imprescindible «abrir nuestra puerta a voces diversas, jóvenes y veteranas». Su apuesta va especialmente dirigida a las «nuevas generaciones,», cargadas de «nuevos mensajes, mensajes innovadores», para además incorporar a la lucha feminista otros problemas como «el cambio climático». Y es que, como decía Nora Sarasola, directora de la Obra Social de BBK, «la sostenibilidad en el ámbito ambiental es muy relevante, pero la sostenibilidad es también social y económica, y los liderazgos femeninos suelen ser más sostenibles».

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