«Ahora dormimos y comemos bien; pero seguimos sin trabajo»

La casa de acogida de Cepaim en Torre Pacheco cobija a 25 de los subsaharianos que hasta el jueves acampaban en el Jardín Chino

La Verdad, 22-07-2006

Llegan de dormir en la calle y alimentarse en comedores sociales. Vinieron a trabajar pero, en lugar de eso, se ven obligados a pasar las horas muertas viendo caer la tarde o jugando al fútbol. Son un grupo de 25 personas que, tras pasar varias semanas en el Jardín Chino, descansan ahora en el albergue que la ONG Cepaim tiene en Torre Pacheco. «Ahora dormimos bien y comemos bien, pero seguimos sin trabajo», dice uno de ellos.

Viven en pequeños apartamentos de siete personas con baño y cocina. La comida se la proporciona la asociación, pero son ellos los que tienen que cocinarla. Su porvenir en España es cuanto menos incierto, y después del fin de semana, que lo pasarán descansando de la vida en la calle, se centrarán de nuevo en el futuro. «El primer paso que seguiremos es hablar con ellos para ver qué trayectoria tienen, en qué han trabajado y si tienen papeles», dice Juan Antonio Segura, presidente de Cepaim. En el Jardín Chino había también personas con los papeles en regla. Para Segura, las culpas por la situación en el jardín se reparten entre las administraciones. «Han dado una imagen malísima», señala. Mamadou Sow es educador social de la asociación. El principal escollo para la integración real de estos jóvenes no es el idioma, señala. «Eso se soluciona con un interprete». Tampoco la religión. El abismo está en las diferencias en las relaciones sociales y las costumbres, y esté es uno de los aspectos que van a trabajar en el centro de acogida.

Pape Seya es uno de los ciudadanos de Mali que se encuentran en la residencia. Piensa que aún es posible conseguir un trabajo con el que mandar dinero a su familia. Vino a España pensando que aquí podría conseguirlo. «Muchas personas piensan que los inmigrantes son mano de obra barata cuando los necesitan, y cuando ya no les son útiles, se quejan porque han venido», denuncia Juan Antonio Segura, presidente de Cepaim.

Seya vino por la promesa de trabajo. Como él, otros muchos dejan casas, mujeres, hijos, padres, y sobre todo, una sociedad que les comprende. Ahora ya han conseguido llegar hasta aquí, pero el tan ansiado trabajo tendrá que esperar a los papeles.

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