El desembarco en La Valeta de los 51 inmigrantes que han sido acogidos durante una semana por un pesquero español cerca de Malta puso fin a lo que la embajadora española en ese país calificó acertadamente como «odisea surrealista». Cinco de ellos se quedaron en Malta, 12 en Italia y el resto viajaron a España en dos aviones – cinco han sido trasladados a Andorra y el ACNUR se hará cargo de los 10 que inicialmente había aceptado Libia – . Todos son eritreos y etíopes, con lo cual, no se descarta que soliciten asilo político. El Gobierno español ha actuado de forma correcta con criterios humanitarios y ayer tuvo la sensibilidad de condecorar a la tripulación del pesquero Francisco y Catalina con la orden del Mérito Civil, más que merecida por otra parte. Sin embargo, la lección que cabe extraer de esta «odisea surrealista» es que en la UE está todo por hacer en materia de inmigración. La prueba es que Malta se negó a recoger a los náufragos y que Exteriores ha tenido que multiplicar las gestiones para encontrar países que quisieran acoger a los sin papeles. La vicepresidenta De la Vega lamentó – muy diplomáticamente – la inexistencia de una política común y solidaria en la UE. «El pesquero no sólo es español, ni llegó sólo a Malta; es un barco europeo que llegó a un país europeo». Sin embargo, ha sido el pesquero español y el Gobierno español quienes han tenido que hacer frente al problema.