Madrid / Estreno
La incomunicación en una aldea
El Mundo, 22-07-2006ALBERTO OJEDA
Ariadna Pujol retrata el abismo que separa a inmigrantes y oriundos en un pueblo turolense Los alumnos de la Pompeu Fabra están acuñando un estilo propio de rodar. Ariadna Pujol coge el testigo de Isaki Lacuesta y Mercedes Alvarez. ‘Aguaviva’, su primer largo, cuenta la historia de un pueblo turolense repoblado con inmigrantes.
Los alumnos de la Universidad Pompeu Fabra no dejan de colocar en la cartelera sus documentales de creación. Aprendices de avezados cineastas como José Luis Guerín o Joaquín Jordá, esta nueva hornada de documentalistas ha terminado por seducir a los espectadores con su ideal cinematográfico: como los artistas del Renacimiento, sitúan al ser humano en el epicentro de toda su actividad artística.Los realizadores más destacados de esta pujante generación son Mercedes Alvarez e Isaki Lacuesta.
A estos nombres se suma el de Ariadna Pujol, que con su primer largometraje, Aguaviva – estrenado ayer – , deja claro la estela que sigue: «La ambigüedad entre ficción y realidad, el desdibujamiento entre las fronteras que separan ambos territorios». Eso sí, aunque comparten ciertos principios básicos, conviene no meterlos en un mismo saco, pues como apunta Ariadna: «Cada uno tenemos nuestra propia mirada». Se podría decir que todos ellos manejan un mismo código ético a la hora de rodar, pero les separan sus diferentes propuestas estéticas.
Aguaviva es el nombre de un pueblo turolense. Como en tantos otros a lo largo y ancho de la geografía española, el éxodo de sus moradores hacia las grandes ciudades ha sido una constante en las últimas décadas. En el 2000, un alcalde del Partido Popular intentó frenar la despoblación. Prometió casa y trabajo a los inmigrantes que se instalaran en el pueblo. Al cabo de un par de años, alrededor de un centenar de chilenos, argentinos y rumanos pasaron a engrosar el censo, hasta entonces cifrado en unos 600 habitantes.
En la película se evidencia la escasa integración de los recién llegados: «Apenas pude rodar secuencias en donde figurasen lugareños e inmigrantes. Al principio me preocupó, pero luego comprendí que en esa circunstancia delataba la realidad cotidiana del pueblo: personas que, a pesar de compartir un mismo espacio, apenas interactúan», sostiene Pujol.
Aguaviva retrata cómo una iniciativa loable de un alcalde choca con mentalidades escasemente proclives a los cambios. Por un lado, la de los oriundos de Aguaviva, recelosos ante la posibilidad de ver sus tradiciones difuminadas. Por otro, la de inmigrantes que todavía viven con el pensamiento anclado en sus respectivos países. Ariadna levanta acta de las verdaderas causas – las incrustadas en el subconsciente – que propician el desencuentro.
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