Los ausentes de Rabat

La Vanguardia, 20-07-2006

GEMMA PINYOL Y EDUARD SOLER I LECHA

LO QUE SON demandas en África, mayor cooperación al desarrollo, no siempre lo son en Europa

Hasta hace poco, África ha estado ausente de las grandes prioridades de la diplomacia española, de las políticas de la Unión Europea y también del diálogo euromediterráneo. Desde el año 2005 esto ha empezado a cambiar. África escala posiciones en la agenda española, europea y mediterránea empujada, entre otras razones, por la urgencia de la cuestión migratoria. Un primer fruto de este cambio fue la reunión de países europeos y africanos celebrada en Rabat a mediados de julio.

La cumbre de Rabat es una iniciativa conjunta que lanzaron España y Marruecos en octubre del 2005. Tras la crisis de las vallas de Ceuta y Melilla y ante sucesos parecidos en Lampedusa o Malta, España y Marruecos consideraron necesario establecer un diálogo sobre migraciones en el espacio euroafricano que reuniera a los países de origen, tránsito y destino de éstas. La iniciativa, a la que se sumaron rápidamente Francia y Senegal, quería abordar tanto la gestión y regulación de los flujos, especialmente los de carácter irregular, como la cooperación y el desarrollo. Lógicamente, las preocupaciones europeas no siempre coinciden con los intereses africanos, por lo que era necesario disponer de una agenda de trabajo amplia.

Las diplomacias española y marroquí querían contar con la presencia de todos los países europeos y africanos. No fue así. Uno de los principales ausentes en la reunión fue Argelia. Este país, lugar de tránsito de buena parte de las rutas migratorias con destino a Europa, declinó la invitación blandiendo una retórica anticolonial y señalando que las migraciones en África deben tratarse sólo entre africanos. Esta actitud se explica, fundamentalmente, por las dificilísimas relaciones entre Argelia y Marruecos, a cuya mejora no contribuyó la crisis de la verja de Melilla. Además, los recursos económicos con los que cuenta, gracias al precio de los hidrocarburos, han permitido a Argel tener un discurso diferenciado, e incluso opuesto, del de sus colegas europeos.

Otra ausente en la cumbre de Rabat fue la sociedad civil. Los estados siguen controlando el grueso de las políticas migratorias. No obstante, es evidente que no se puede hablar de campañas de sensibilización o de ayuda al desarrollo, por citar algunos de los instrumentos que ha planteado la cumbre de Rabat, sin consultar a los actores sociales que llevan años trabajando en estos temas. Para ser más eficaces deberá contarse con la sociedad civil de los países de origen, de tránsito y de destino, y estimular y facilitar las relaciones entre ellas.

Además de Argelia y de la sociedad civil, en Rabat se ha notado otra ausencia: la falta de una visión compartida sobre el fenómeno migratorio. Lo que son prioridades en Europa, por ejemplo el control de flujos, no lo son tanto en África. Y lo que son demandas en África, mayor cooperación al desarrollo, no siempre se incorporan en las prioridades europeas. Hacer converger intereses tomará su tiempo. Por eso la iniciativa de Rabat, que nace con vocación de continuidad y de ampliar el diálogo a todos los países africanos, es un primer paso en esta dirección. La celebración de una cumbre euro-africana en Lisboa se perfila como una ocasión ideal para concretarlo. Para entonces, ni Argelia ni la sociedad civil deberían estar ausentes. Se tendrán que encontrar vías de persuadir a Argel y encajar, quizás en forma de un foro civil previo, las propuestas de los actores no gubernamentales para que puedan ser consideradas en las negociaciones.

G. PINYOL y E. SOLER, coordinadores de los programas Migraciones y Mediterráneo, respectivamente, de la Fundación Cidob de Barcelona
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