«Con los papeles, tras 6 años he ido a casa de vacaciones»
Estos son los testimonios de Hamza Nouali, marroquí de 20 años, y Ayoub Zerradi, marroquí de 21 años
Diario Vasco, , 11-07-2022Hamza Nouali, que vive en Andoain, disfruta ahora de su familia en Marruecos. Con los papeles ya en regla, ha podido viajar a casa para ver a sus seres queridos y recuperar el tiempo perdido. Este joven de 20 años «siempre» ha querido conocer Europa. «Estudiar y trabajar, conocer una nueva cultura y gente…». Estuvo en el centro de acogida de menores Uba hasta cumplir la mayoría de edad, donde aprendió «el idioma, cómo funciona la sociedad… Me costó mucho integrarme al principio. No sabía español. Era nuevo e inmigrante. Notaba que me miraban un poco raro, pero pronto conseguí integrarme y crear una nueva vida», asegura el joven, que dejó su país a los 16 años y ya tiene «muchos amigos» aquí.
Aunque ahora disfruta de esa libertad que le da estar en situación regularizada. «Conseguir los papeles al principio fue difícil. Me costó integrarme en Uba, hasta pasar a pisos tutelados fue usuario de la cooperativa de iniciativa social Zabalduz y ahora participa en el programa europeo ‘YouCount’ con otros jóvenes migrantes como Ayoub. Tras todo eso, ya estoy regularizado. Tengo mi permiso de trabajo y he estado en supermercados, de electricista en una empresa y de voluntario», entre otras cosas. Hamza no ha perdido el tiempo. Ha participado en todos los proyectos que ha podido, pero ese bienestar profesional no ha suplido sus necesidades emocionales.
«Estuve seis años sin ver a mi familia. Ahora que estoy en Marruecos de visita estamos todos muy felices. Nos hemos echado mucho de menos. Las cosas en casa han cambiado mucho. Seis años de cambios no son fáciles de asimilar», reconoce al otro lado del teléfono. «Pero todo está bien. Estoy teniendo muchas experiencias nuevas e incluso me he apuntado a teatro. Ahí tratamos temas de inmigración» y así concienciar a la gente de esta «dura» situación que viven miles de jóvenes extranjeros que se ven obligados a dejar su casa y su familia atrás por una vida mejor.
«Me costó bastante integrarme al principio. Era nuevo e inmigrante y notaba que la gente me miraba un poco raro»
PRIMEROS MESES
Cada uno tiene su historia. Pero todos comparten objetivo. La vida de Hamza en Marruecos «era buena», pero «quería algo mejor». Por eso llegó a España «con mis padres. Fuimos a Granada de vacaciones. Estuvimos ahí entre una semana y quince días y luego yo me fui solo a Donostia para quedarme». Entonces entró en Uba, tras pasar por la comisaría donde pidió ayuda. «Tenía miedo, pero espontáneamente decidí que esto era lo que quería para mi futuro. En algún momento me iba a tocar abandonar a mi familia y vivir por mi cuenta. Es el ciclo de la vida. Quizá a mí me tocó antes». Cuando vuelva de Marruecos, se quiere poner en la búsqueda activa de trabajo. Entre sus sueños está dedicarse a las telecomunicaciones o la electrónica.
Ayoub estudia un curso de cocina con la intención de poder regularizar pronto su situacion.
Ayoub estudia un curso de cocina con la intención de poder regularizar pronto su situacion. / IÑIGO ROYO
Ayoub Zerradi
«A veces creo que me he equivocado. Si vienes ilegal, sufres»
Centenares de jóvenes extranjeros en Euskadi han logrado regularizar su situación tras la reforma de la ley de extranjería. Ayoub Zerradi, marroquí de 21 años, es, sin embargo, uno de quienes todavía luchan para combatir las trabas burocráticas y conseguir una vida «tranquila» en Donostia. Tras lograr una plaza de urgencia en un piso de la asociación Loiola Etxea, está inmerso en un curso de cocina y restauración con el objetivo de lograr unas prácticas y, después, un contrato de trabajo que le permita regularizar su situación. «Todavía tengo muchas dificultades», dice resignado. «Se nos ponen muchos obstáculos».
En 2016 salió de Casablanca, en Marruecos, «con muchos sueños». El suyo «no es un país pobre, pero los jóvenes no tienen futuro ahí. No hay trabajo y hay muchas injusticias, cosas que duelen… No puedes conseguir nada». Ayoub jugaba en un equipo de fútbol profesional marroquí y su sueño era ser futbolista. Sus excompañeros de equipo ahora se dedican de forma profesional a este deporte allí. «Y yo, a veces, creo que he equivocado. Que he cogido el camino malo de venir a Europa. Si vienes en situación ilegal, vas a sufrir. Mis sueños han cambiado. Ya no quiero ser jugador de fútbol. Solo quiero conseguir los papeles, un trabajo y una vida normal. E ir a Marruecos a ver a mi madre y mi familia», dice con los ojos vidriosos.
Hace seis años que no ve a sus seres queridos, desde que salió de Marruecos cuando apenas tenía 15 años. «Solo mi padre sabía que me iba a ir. Al principio no me dejó. Nadie puede dejar a su hijo meterse al mar para lanzarse a la muerte, pero al final le convencí. Se resignó y yo me subí a una patera», rememora. Pagó para subirse a un barco de madera con decenas de personas. «O llegas o te mueres, pero es rápido. Cuando me subí, tuve mucho miedo. En ese momento ves la muerte ante tus ojos. Fui con varios chicos de mi barrio. Íbamos a tardar horas en llegar y al final fueron tres noches. Recé mucho. El miedo me acompañó durante todo el viaje», rememora. «Desde que subes a la patera te arrepientes. De verdad. Ves el peligro y quieres volver atrás. Estar cerca de tu madre en casa, sin hacer nada». El bote naufragó en mitad del mar, «no se sabe dónde», y un equipo de salvamento marítimo les rescató. «Empezamos a gritar y a silbar. Nos vieron y vinieron»
-¿Sabías nadar?
-No.
En 2016, aquel preciso instante, Ayoub volvió a nacer.
De ahí le llevaron a un centro de menores en Málaga, donde estuvo dos meses antes de pasar a Sevilla. «Pero yo quería cruzar a Francia. En mi mente todo era mejor ahí. Por eso vine antes a San Sebastián». Y consiguió entrar en el país galo. «Estuve un año y medio perdiendo el tiempo en Francia. No supe aprovechar las oportunidades que se me ofrecieron. Esto suele pasar mucho cuando eres menor. A veces, es difícil dejarse ayudar», admite ahora, consciente de los errores cometidos tiempo atrás.
Pero nunca es tarde para rectificar. Y Ayoub lo hizo, aunque «demasiado tarde. Conocidos que tenía en Donostia me dijeron que viniera, que aquí me iban a ayudar a arreglar los papeles. Pero estaba a punto de cumplir los 18 años. Estuve tres meses en Uba y después me tocó ir a la calle. He vivido un año y medio en situación de calle», una realidad que su familia, por ahora, no conoce. «A tu madre no le puedes contar toda la verdad. Se va a preocupar. Tenía mucha esperanza en que algún día conseguiría mi sueño. Entonces le contaría todo lo sufrido. Y así lo haré».
«Desde que subes a la patera te arrepientes. Llevo muchos años sin ver a mi familia. Solo quiero los papeles y una vida normal»
DOCUMENTACIÓN
En la calle, hubo un momento en el que estuvo «muy perdido», pero también conoció a gente «muy buena. Me han ayudado mucho». De todas formas, en ese contexto «también te puedes encontrar con gente que no tiene nada que perder. Pueden hacer locuras, pero no son personas malas. No quiero defender lo indefendible. No hay excusas para hacer el mal, pero a veces hay que ponerse en el lugar del otro».
En esa época en la que no tenía dónde dormir, aprovechaba los días para ir a clases de castellano. «Tenía un horario para comer en Cáritas y las tardes las pasaba en la biblioteca, protegiéndome del frío. Pocas veces me ibas a ver con amigos. En la calle no hay que hacer muchos amigos».
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