ARTÍCULO // EN SEDE VACANTE

EL CALOR QUE MATA

El Periodico, 20-07-2006

JUDITH Mascó
Modelo

El otro día, por la mañana, escuché gritos cuando me dirigía a tirar la basura. Los gritos eran amenazantes, y la violencia en el tono de voz, alarmante. Al girar la esquina y con la bolsa en la mano, vi a un joven con la cara desencajada y gestos muy vulgares que amenazaba con echar fuera de su casa a una chica que estaba en la otra esquina. Ella, vestida de marca, con gafas de sol enormes y bolso caro, bajaba la cabeza y lloraba.
Quedé petrificada. Disimulé, como si no oyera nada, tiré la basura y me alejé. Él seguía histérico, fuera de sí. Ella no decía nada. Las palabras eran tan feas y denigrantes, que al entrar en mi casa pensé si debería hacer algo. Pero ¿qué? Lo primero que pensé fue: ¿y si me acerco a ella y le digo que no vale la pena estar con un hombre así, que te insulta, menosprecia y amenaza? No me atreví, por si me decían que me meto en problemas que no me incumben, pero pienso que ese es el principio de la violencia entre parejas.
Por la tarde, olvidado el incidente de la mañana, voy a una cafetería para tomar un café. Entra un grupo de niños rumanos y uno de ellos se acerca a mi mesa con el ya famoso sistema del periódico en mano y, tras decirme algo que no entiendo, me roba el móvil. Soy rápida y lo recupero. El día amenaza tormenta. El cielo está gris, se oyen truenos, pero no llueve. Y ahora no me creerán: acaban de asesinar a cuchilladas a un hombre colombiano de 36 años.
Se acerca un coche de policía y mirones. Paso por la escena del crimen y ¡es al lado de mi casa! Está todo el suelo de la portería lleno de sangre, las paredes blancas teñidas de rojo y ríos de sangre en el asfalto. Me dicen los vecinos que el hombre intentó escapar. Murió. ¿No les parecen historias urbanas suficientemente violentas y agresivas para un caluroso día de verano?

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)