Las solicitudes de asilo aumentan de ritmo en Euskadi tras la reapertura de fronteras
1.234 personas pidieron refugio en Euskadi entre enero y abril, solo 500 menos que en todo 2021
El Correo, , 17-06-2022El País Vasco ha registrado en los cuatro primeros meses del año 1.234 solicitudes de asilo, apenas un 28% menos que en todo el 2021, cuando se presentaron en la comunidad 1.724. La previsión de CEAR Euskadi y Zehar Errefuxiatuekin es que la cifra siga al alza. Los cierres de fronteras derivados de la covid-19 solo explican en parte las cifras del pasado año, en el que cayeron un 44% las peticiones con respecto a 2020. Tras ese descenso también subyace la «externalización de fronteras» por parte de los estados de la Unión Europea, han valorado esta mañana ambas entidades sociales, que han hecho balance con motivo del Día Internacional de las Personas Refugiadas, que se celebra el lunes.
En ese sentido, ha recordado Arantza Chacón, directora de Zehar, los tránsitos «son cada vez más peligrosos, como por ejemplo a los que se ven abocadas todas las personas que están llegando por mar desde Malí, Marruecos, Senegal o Túnez». El grueso de los solicitantes de asilo por detrás de familias procedentes de Venezuela y Colombia, las nacionalidades con más llegadas son hombres jóvenes que viajan solos y proceden de los citados países africanos. El 78% de los solicitantes de asilo que llegan a España, de hecho, lo hacen por vía marítima, ha señalado Elena Valverde, coordinadora territorial de CEAR y quien ha hecho hincapié en que, a lo largo de 2021, «2.048 personas fallecieron o desaparecieron en el Mediterráneo».
Y, aunque a nivel nacional la tasa de reconocimiento de protección internacional aumentó al 10% el pasado año (habitualmente era del 5%), «todavía queda lejos del 35% de la tasa media de la Unión Europea». «Uno de los resultados es la irregularidad. Hay que buscar vías de regularización extraordinarias, porque algunas personas, mientras esperan, están trabajando, cotizando a la Seguridad Social, y cuando se les deniega, todo se echa por la borda», ha alertado Chacón.
Entre enero y abril, según los datos del Ministerio del Interior, han solicitado asilo 459 personas en Bizkaia, 408 en Gipuzkoa y 367 en Álava. Más allá de los fríos datos, las organizaciones de apoyo a los refugiados, que han convocado manifestaciones en las tres capitales vascas (en Bilbao el lunes a las 19.00 horas desde el Arriaga), han querido poner rostro a lo que reivindican como una cuestión de «derechos humanos». En la presentación han participado tres mujeres que tuvieron que abandonar su hogar porque estaba en riesgo su vida.
Fernanda Falcão, solicitante de asilo, salió de Brasil después de ser «torturada» y amenazada. En su país no hay lugar para las mujeres transexuales, y mucho menos para las que «luchan por sus derechos». Ella fue a la universidad, trabajaba como secretaria de Justicia y formaba parte de una ONG que defendía a los más vulnerables. «Ser mujer es muy difícil, pero ser trans, negra, pobre y en una población tradicional…», ha lanzado. Tiene un «gran dolor» por quienes siguen allí, por lo que puedan «estar sufriendo», mientras piensa en un futuro que nunca creyó que tendría. «Yo no me imaginaba viva, y ahora tengo que imaginar una vida para adelante». Otra de sus preocupaciones es «ser autosuficiente», algo que consiguió en Brasil, pero de momento no aquí.
«Miedo de verdad»
Salvar la vida no es suficiente, hay que seguir. Para poder «encontrar trabajo», igual que Falcão, Khatera Dadfer estudia «mucho» castellano. Llegó hace diez meses con su hija desde Afganistán, donde estaba en el punto de mira ya que se dedicaba a la defensa de los derechos de las mujeres y las niñas. «Los talibanes estaban antes también», ha indicado. Pero, cuando tomaron el poder, la buscaron para matarla. Pasó dos meses encerrada con su niña, escondida, en una pequeña habitación y sin apenas. Una periodista la ayudó a abandonar el país. Dadfer sale de la sala de la rueda de prensa a tomar el aire, no ha podido olvidar «el miedo», aunque aquí ya no lo siente.
Tampoco Skarlet Khamad, joven ucraniana que en marzo llegó a Euskadi, donde ya tenía una familia que la acogía los veranos en su infancia. «A las 4.30 te despiertas porque empiezas a escucha ruidos raros. Es la guerra y no te lo crees. La única opción que te queda es salvar tu vida, porque el siguiente misil puede caer en tu casa», ha relatado. Eso, ha dicho, «es miedo, miedo de verdad». Y pena. Porque, si bien «desde 2014 la vida en Ucrania no era como antes, estábamos en casa, éramos felices».
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