La impotencia cunde entre los pescadores que rescataron a los «sin papeles» en Malta

ABC, 19-07-2006

ANA ANTOLIN

ALICANTE. El ánimo de la tripulación del pesquero español «Francisco Catalina» está «muy decaído», relata la mujer del patrón y armador del barco, Pepi Irles, tras hablar por última vez con su marido. Bien entrada la tarde, éste le confesó que la visita de las autoridades españolas (una delegación compuesta por dos policías españoles, un traductor y un médico) no le había dado esperanzas de una pronta solución.

«Les han abandonado a su suerte» clamó esta mujer, en declaraciones a ABC, minutos después de sentir la impotencia y desesperación del patrón y armador del pesquero, José Dura, al otro lado del hilo telefónico. «Los policías se han limitado a tomar fotos y coger las huellas a los inmigrantes para repatriar a los que sean identificados, pero no le han dicho que esto acabe ni hoy ni mañana»,

Irles destacó, no obstante, el buen trato de la embajada. Fue ella la que envió ayer por fax la «lista de la compra» al consulado porque «el móvil no se oía muy bien y pidieron a mi marido que enviáramos el pedido por fax».

En un principio, Durá no temió por los víveres ya que nunca pensó que esta aventura fuera a durar tanto, pero, tras cinco días fondeados frente a la costa de Malta y con 51 bocas que alimentar, más las diez de la tripulación, todo comienza a escasear, hasta la paciencia. En un barco de 26 metros de eslora – cerca de 25 metros de cubierta – , y con 61 personas a bordo, los días se hacen interminables. «Antes de que esto sucediera, hablábamos cada 20 días, y ahora dos a tres veces al día. Nuestros hombres pasan el día en el techo del pesquero y cuando se cansan, como han dejado la cubierta y la sombra a los subsaharianos, bajan a los camarotes», explica la mujer del cocinero, Irene Maciá, que tampoco oculta su desolación. Cuenta que su marido, Jaime Valero, está «cansado y un poco bajo». Desde el viernes, hace tres turnos de comida – para la tripulación, los inmigrantes y para la pequeña de dos años – . Añade orgullosa que Valero, como buen valenciano, se atrevió a preparar paella para todos. La carga de alimentos que les hizo llegar el consulado español, tras el trato cicatero y hasta «insultante» de las autoridades maltesas – la patrullera sigue vigilando al pesquero día y noche – , llevaba «de todo»: arroz, fruta, leche, azúcar, magdalenas, aceite, …. hasta pañales para la niña y compresas para las nueve mujeres, dos embarazadas, de las que una sufrió ayer pérdidas. La situación es más preocupante porque ni la mujer que está enferma, ni la niña quieren ser desembarcadas.

Todo ello, unido a la situación de hacinamiento que vive el pesquero, está sumiendo a las familias de los pescadores en la desesperación . «No hay derecho que por rescatarles, se vean en la obligación de cuidarles, atenderles y darles de comer», denuncian ambas mujeres. Además, temen por el estado de salud de los pescadores porque «vienen de la miseria y no tenemos el cuerpo preparado para sus enfermedades».

Mientras las autoridades españolas y maltesas cerraban un acuerdo para repatriar a los que sean identificados y seguían negociando con Libia para desembarcarles, en Santa Pola (localidad alicantina donde vive la mitad de la tripulación), algunos pescadores proponen como solución que los inmigrantes sean trasladados a un barco de la Armada española para que puedan volver a la mar.

El Gobierno valenciano ya ha anunciado que compensará a los pescadores por su «acción humanitaria».

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