LUIS AYLLÓN

MADRID. José Luis Rodríguez Zapatero abogó ayer durante el Encuentro Iberoamericano sobre Migración y Desarrollo por «explorar fórmulas innovadoras como los visados para búsqueda de empleo». La propuesta del jefe del Ejecutivo ya estaba incluida en la Ley de Extranjería aprobada por el Gobierno del PP en 2003, pero no ha sido desarrollada aún por las autoridades socialistas.

La mencionada ley establece, dentro de los mecanismos de flujos migratorios, la posibilidad de conceder visados para búsqueda de empleo, una autorización para desplazarse a territorio español para buscar trabajo durante un periodo de tres meses. Si al término de ese tiempo no se ha obtenido un contrato, el inmigrante deberá abandonar España.

En su intervención, Zapatero también animó a los participantes en el Encuentro a buscar formas de inmigración «especialmente cualificadas» y se mostró muy combativo contra la inmigración irregular por considerar que «conduce a la explotación de los seres humanos y al desconocimiento de sus derechos más básicos».

El jefe del Ejecutivo se mostró satisfecho del proceso de regularización llevado a cabo en España porque «ha permitido acabar con la hipocresía y el fraude» y aprovechó para subrayar que considera «detestable» que la inmigración sea motivo de controversia o confrontación social y, mucho menos, de competición entre fuerzas políticas».

Zapatero insistió igualmente en la importancia de las remesas y señaló que las que se envían desde España a los países iberoamericanos se acercan a los 600 millones de dólares anuales.

En la inauguración del Encuentro, organizado por la Secretaría General Iberoamericana, intervino también el presidente de México, Vicente Fox, quien, al igual que Zapatero, indicó que las migraciones deben ser un factor de desarrollo. «No se trata – dijo – de cerrar fronteras, ni de construir muros. No se trata de perseguir a los migrantes como si fueran delincuentes, sino de tratarles con dignidad». Por su parte, el secretario general iberoamericano, Enrique Iglesias, defendió la necesidad de definir un «modelo propio» de ordenación de migraciones.