Mueren 19 niños y dos adultos en un tiroteo en una escuela de Texas
Las autoridades locales confirman que el presunto tirador, de 18 años, fue abatido por la Policía. El ataque se ha producido en un colegio de primaria en la localidad de Uvalde, de unos 16.000 habitantes
El Correo, , 25-05-2022Hace diez días ocurrió en un supermercado de Buffalo (Nueva York). Ayer, en una escuela de primaria de Uvalde (Texas). La locura de las armas a manos de un adolescente psicótico volvió a dejar un reguero de sangre, solo que esta vez dolía aún más: 19 niños del colegio de primaria Robb y su maestra cayeron bajo el gatillo de Salvador Ramos, un joven que antes de entrar al colegio con una pistola y un rifle mató a su abuela.
Era el último día del curso escolar, pero no el primero ni el último en el que el presidente Joe Biden tenía que dirigirse a la nación para reconfortar el estremecimiento colectivo. «Estoy hastiado y cansado, tenemos que actuar, ¡y no me digáis que no podemos hacer nada para tener un impacto sobre esta carnicería!», se desahogó frente a las cámaras. «En el nombre de Dios, ¡todos sabemos lo que hay que hacer!»
En 2012 la matanza de veinte niños de seis y siete años en el colegio de Sandy Hook (Newtown, Connecticut) hicieron llorar públicamente a Barack Obama. Su promesa a los padres de esos niños abatidos salvajemente con un rifle automático fue introducir leyes que los vetaran, exigieran comprobar el historial delictivo y psiquiátrico antes de expedir licencia de armas y aumentaran el acceso a los servicios de salud mental. El encargado de conseguir el voto de los legisladores fue su entonces vicepresidente, Joe Biden, que tenía 36 años de experiencia en el Senado. Ayer la herida de ese fracaso político resultaba aún más desgarradora.
Una mujer no puede contener las lágrimas tras el ataque registrado en una escuela de la localidad de Uvalde, Texas.
Una mujer no puede contener las lágrimas tras el ataque registrado en una escuela de la localidad de Uvalde, Texas. / REUTERS
«¿Qué estamos haciendo aquí?», gritaba desde el micrófono del hemiciclo el senador de Connecticut, Chris Murphy, al conocer la noticia de una nueva masacre infantil como la de su estado. «¡Para qué estamos aquí! Os lo suplico, me pongo de rodillas, trabajemos juntos para evitar que esto siga sucediendo. En ninguna parte del mundo los niños van al colegio temiendo que les peguen un tiro».
Uvalde demuestra que la enfermedad de las armas late en cualquier parte de EEUU. No es una localidad de suburbios aburguesados de Nueva Inglaterra, como Newtown, sino una pequeña población de 16.000 habitantes al sur de Texas, más cerca de la frontera con México que de San Antonio, la ciudad más cercana, a solo hora y media. Cerca del 80% de la población es de origen hispano, como Ramos, un adolescente más con media melena que acaba de cumplir los 18 años. Horas antes de buscar la gloria con la sangre de los inocentes se tomó un «selfie» que colgó en Instagram, junto a otra de dos rifles que, según el presidente, habría comprado legalmente, y etiquetó a una chica para encargarle que reposteara las imágenes de «sus armas». «¿Y qué tienen que ver tus armas conmigo?», le preguntó ella. «Estoy a punto de… Te lo diré antes de las 11». Nunca volvió a comunicarse, pero a las 11.30 de la mañana, hora local, se bajó del coche y entró a tiros en el colegio de primaria, tras dejar a su abuela moribunda.
Las profesoras que oyeron los tiros se abrazaron a los niños en los armarios y les ordenaron que no hicieran ningún ruido. Una de ellas, Eva Mirelles, de 40 años, madre también, murió con ellos, según contó al New York Times su tía Lydia Martínez Delgado. El atacante fue abatido por la policía. Dos agentes, otra maestra y una niña de diez años también fueron alcanzados y están hospitalizados.
El gobernador de Texas, Gregg Abbot, lo calificó de «terriblemente incomprensible», pero para muchos estadounidenses lo incomprensible es que sus gobernantes no hagan nada para frenar esta orgía de sangre. «Necesitamos acción, estamos muriendo mientras esperamos», dijo en un comunicado la organización March for our Lives, fundada por los supervivientes de otra masacre escolar, la del Instituto Marjory Stoneman Douglas, en Parkland (Florida). «¿Es que nuestra vidas no significan nada?», se preguntaron. La masacre del colegio Robb es la mayor desde la de Parkland en 2018, donde murieron 18 estudiantes.
«Tenemos que admitir que amamos más a nuestras armas que a nuestros hijos», concluyó el documentalista Michael Moore.
(Puede haber caducado)