Ucranianos en Gipuzkoa
«Nos preocupaba no tener trabajo»
Una pareja ucraniana ha conseguido un contrato en las cocinas del bar Baztán y el Bare-Bare de la Parte Vieja donostiarra
Diario Vasco, , 13-05-2022La ucraniana Anzhela Voicheschko acaba de terminar su turno en las cocinas del bar Baztán en la Parte Vieja donostiarra. Su pareja, el ucraniano Kasimov Kurullo, trabaja enfrente, también de ayudante de cocina en el Bare-Bare. Ambos son expertos en los fogones, con ello se ganaban la vida en Kiev hasta que tuvieron que huir de la guerra hace justo hoy dos meses. Su vida nada tiene que ver con la que dejaron atrás, por más que vistan la chaquetilla a diario, aunque «no nos queda otra que seguir adelante», dice Kasimov Kurullo en un castellano entrecortado y ayudado de una compañera de trabajo ucraniana, Lareysa Melnychenko, que hace las veces de traductora.
Su pareja apenas participa en la conversación. «Está muy afectada y tiene días mejores y días peores», añade él intentando animar a esta mujer, que se vio obligada a dejar atrás a sus familiares y todo lo que habían construido durante años. No creen haber vivido desde entonces un día normal. Kasimov cuenta que «lo que más nos preocupaba cuando llegamos aquí fue el tema del idioma, no sabíamos ni una palabra, y también encontrar un trabajo. Todo aquí es muy diferente, hasta la comida».
Gracias a la ayuda de la Asociación de Hostelería Gipuzkoa y los cursos formativos que puso en marcha a principios de abril para ayudar a los refugiados que iban llegando al territorio, han firmado un contrato indefinido con el que poder construir una nueva vida. «Pedimos el permiso exprés de trabajo en la Policía y el 15 de abril empezamos a trabajar», explican. Y es que cuando estalló la guerra en Ucrania, la respuesta de los guipuzcoanos no se hizo esperar y la solidaridad con el pueblo ucraniano hizo brotar cadenas de ayuda humanitaria en cada esquina, una acogida que agradecen.
«Echo de menos a mi familia. Hablo con ellos por teléfono a diario y estoy preocupada. Querría traerles aquí»
ANZHELA VOICHESCHKO
«La acogida en Donostia ha sido muy buena y estoy contento de poder trabajar. Me gustaría quedarme a vivir en este lugar
KASIMOV KURULLO
A través de estos cursos de hostelería, que incluyen tanto clases de cocina como de sala y de atención al público, Anzhela y Kasimov tienen un enganche a la vida en Euskadi, algo que les ayude a «tirar para adelante» en mitad de la incertidumbre. «Están contentos de haber conseguido un trabajo», traduce la ucraniana Lareysa, que para esta pareja se ha convertido en un gran apoyo y les ha allanado un camino que empieza de cero. «Es duro», afirman.
La Asociación se decanta por ofertar bares y restaurantes donde ya trabaje algún ciudadano de origen ucraniano que pueda acompañar la llegada del nuevo empleado. Lareysa, que trabaja en el bar Baztán desde hace 15 años, suele bromear con la recién llegada para levantarle el ánimo y mantenerle la mente distraída, aunque hoy, el día es oscuro.
Agradecen toda la ayuda que están recibiendo, sin embargo no pasa un día en el que no piensen en los seres queridos que han tenido que quedarse en ciudades ahora devastadas por la invasión rusa. «Ella dejó a sus padres, dos hermanas, primos y sobrinos en Cherkasy –ciudad a unos 200 kilómetros de Kiev–, por eso está más afectada. Kasimov es natural de Uzbequistán y no tiene a su familia en Ucrania. Siguen preocupados por ellos porque hay ataques cada día», traduce Lareysa.
El viaje de huida
Hablan a diario por teléfono, «les echa mucho en falta. Están más o menos bien», dice. No resulta difícil descifrar ese «más o menos» del que habla Anzhela; miles de vidas destruidas entre el caos, misiles que derriban edificios enteros, sirenas que avisan de bombardeos aéreos o aullidos de auxilio que revuelven el estómago. Las llamas y escombros recorren un país del que esta pareja consiguió huir hace ya dos meses. Les cuesta hablar de su salida precipitada de Ucrania y su viaje a lo largo de varios días hasta llegar a Gipuzkoa. «Kasimov se prestó como voluntario para luchar en la guerra pero como es de Uzbequistán no le dejaron, así que se marcharon de Kiev a Lviv, después a Cracovia y hasta Varsovia en autobús. Luego consiguieron coger un tren a Berlín y de ahí a París hasta que llegaron en coche a San Sebastián. Se alojaron en casa de una amiga ucraniana que lleva años viviendo aquí», detalla esta mujer.
Para salvar la barrera del idioma, se han apuntado a unos cursos de español a través de varios voluntarios que se ofrecen a dar clase de forma desinteresada en el barrio de Gros y Kasimov se desenvuelve con cierta fluidez.
En estos momentos, su máxima preocupación es poner a salvo a su familia. Les gustaría traerla aquí, «pero en el piso de mi amiga no hay sitio para todos, además ella quiere traer a a su hermana, así que estamos buscando una habitación de alquiler para los dos pero es complicado, no encontramos que nos alquilen a parejas». Sobre la posibilidad de echar raíces en Donostia, Kasimov no duda: «yo quiero quedarme aquí, me gusta esto». Anzhela no lo tiene tan claro. «Echo en falta el cariño de mis padres».
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