Castilla y León, tierra de acogida a 4.000 kilómetros de la guerra
Organizaciones, municipios y particulares de la Comunidad se vuelcan con distintas iniciativas para que las personas procedentes de Ucrania que huyen de las bombas
ABC, , 09-05-2022Anastasia (27 años): «Me gustaría volver, pero ahora es mejor vivir en el exterior»
Dos semanas después y tras un viaje por tres países distintos, Anastasia, de 27 años, consiguió llegar a España el pasado 17 de marzo. Tres días más tarde de que estallara la guerra en Ucrania decidió salir de allí con un destino claro: Valladolid, donde una tía suya lleva residiendo dos décadas. La guerra le sorprendió en Kiev, donde llevaba siete años viviendo desde que llegó de Donetsk, su región natal. Un lugar al este del país que desde 2014 vivía ya en conflicto antes de la invasión rusa. «Trabajaba como programadora», explica, y cuando comenzó la contienda se desplazó hasta Rivne, una ciudad al oeste junto a otros amigos. A partir de ahí sus caminos se separaron y muchos de ellos se encuentran ahora en otros lugares (Ucrania, Polonia o Hungría). «Había voluntarios con autobuses gratis hasta la frontera. Una vez allí, monté en otro autobús para cruzar a Polonia y pasé en la frontera unas diez horas», detalla Anastasia, quien después emprendió sola el camino hacia España.
Dejó a sus padres, que permanecen en Donetsk, y también a su abuelo, que vive cerca de Mariúpol, uno de los lugares más atacados. «Ahora su ciudad está más tranquila, pero se sigue oyendo mucho ruido de lo que sucede en Mariúpol», explica. Con sus progenitores mantiene el contacto por teléfono frecuentemente y, aunque a ella le gustaría que saliesen del país y se pusieran a salvo, «al ser mayores les cuesta más salir y empezar todo de cero». «Es una situación común con las generaciones más mayores. Espero que algún día pueda convencerlos para abandonar el lugar», confía. También muchas amigas permanecen allí. «Hay quien no quiere dejar a sus maridos porque los hombres de entre 18 y 55 años no pueden salir. Quisieran hacerlo, pero no pueden», expresa.
Pero, mientras, toca pensar en el futuro. Anastasia acude a diario a clases de español como las que ofrecen diferentes organizaciones como Procomar y continúa aprendiendo un idioma con el que ya tuvo contacto el pasado mes de agosto en Ucrania y que ya va dominando para poder expresarse. «Quiero trabajar en España» y, de hecho, en dos semanas parte hacia Barcelona, donde una empresa le ha ofrecido unas prácticas para continuar formándose en su profesión. «Quiero estudiar otro lenguaje de programación y allí voy a poder hacerlo», indica.
Por ahora, desconoce cuándo podrá volver a casa. El fin del conflicto no puede predecirlo. «Quiero hacerlo, pero desafortunadamente entiendo que es mejor vivir en el algún lugar en el extranjero porque no puedo estar segura de que todo estará bien y no habrá guerra otra vez», lamenta.
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