Un infierno a la vuelta de la esquina

ABC, Diego Doncel, 06-05-2022

‘Moria’
Texto: Ruth Sánchez, Marta Viera, Mario Vega, Luis O´Malley, Nicolás Castellano y Valentín Rodríguez. Dramaturgia escénica: Luis O’Malley. Dirección y espacio escénico: Mario Vega. Espacio sonoro: Blas Acosta. Intérpretes: Saray Castro y Marta Viera. Teatro Fernán Gómez, Madrid

Lesbos es una bellísima isla griega con un infierno dentro: Moria. Un infierno que está a la vuelta de la esquina, en nuestra misma Europa y que podemos ver en las pantallas de nuestros televisores o de nuestros ordenadores y que, sin embargo, ignoramos. En Moria se diseñó un campo de refugiados para tres mil personas y en el que finalmente vivieron hacinadas más de treinta mil. Un hacinamiento es sin duda una sucesión de tragedias, una tragedia continua: frío, hambre, violencia, violaciones, miseria y grandes montones de basura.

De ese drama humano, de esa tragedia, que parece una visión sacada de El Bosco, trata esta obra que puede verse en el Teatro Fernán Gómez.

Llevando a sus últimas consecuencias el teatro documento, en lo que se conoce como teatro inmersivo, el espacio escénico trata de representar el campo de refugiados. Testimonios fotográficos, bolsas de basura amontonadas y una tienda a la que el espectador debe acceder descalzo, cobran aquí por tanto no solo una fuerza real, sino también un hondo significado simbólico. En el tiempo trágico de una noche, aquella última noche en la que un incendio va a devorarlo todo, dos mujeres viven un estado de alerta que no va a ser solo policial sino sobre todo personal, y en el que van a dar cuenta del testimonio, de la confesión de sus vidas sin refugio vapuleadas por la historia, por la política, por la guerra y por la huida.

Vidas destrozadas que representan las vidas reales, proyectadas en vídeo, de Saleha Ahmadzai, Zahra Amiryar y Douaa Alhavatem, familias que saltan hechas añicos, que sufren la conciencia de no ser consideradas en su más justa dimensión humana, que atraviesan fronteras y acaban en una tierra de nadie con la esperanza al fondo, demasiado lejana y demasiado imposible. Moria es, por eso, una obra desasosegante que representa la fuerza de la voluntad humana. Habla de las víctimas de este tiempo y de las iniquidades demoníacas que habitan en este sistema geopolítico, pero también de cómo es imparable la aspiración humana a la felicidad, al trabajo y al bienestar.

La obra se ve lastrada por la elección de una pronunciación árabe del castellano que más que dar verosimilitud impide en muchos casos una clara comunicación con el espectador; aun así crea esa atmósfera de constante humillación, de constante terror muy bien interpretada por Marta Viera y Saray Castro. Al final los aplausos poseen la densidad del silencio.

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