Sara Escudero, delegada de Cruz Roja en Polonia: «Hay mucha gente en Ucrania haciendo un trabajo invisible»
La responsable, antigua coordinadora provincial en Ávila, asegura que la sociedad vecina de Ucrania se movilizó incluso antes de que sonase la primera alarma antiaérea
ABC, , 30-03-2022Polonia está saliendo victoriosa de otra batalla que se libra de forma paralela en esta guerra de Vladímir Putin sobre terreno ucraniano, y es la de la solidaridad. Ningún país está preparado para recibir de golpe más de 2,5 millones de personas. Administrar eso como nación es difícil, pero gestionarlo junto con la percepción larvada de que tú puedes ser, por vecindad, el siguiente, es casi jugar a ciegas. Aun así, la sociedad polaca está actuando «de ‘chapeau’». El ‘sombrero’ se lo quita una abulense de 44 años,Sara Escudero, que aterrizó como delegada de Cruz Roja Polonia hace un año y medio y a la que le ha estallado en las manos el mayor conflicto humanitario en ochenta años.
Y su reflexión es muy interesante: «Que este no caiga en el olvido. Llevamos un mes de contienda, pero esto no va a acabar mañana. Va a llevar años que Ucrania recobre algo de normalidad y nos va a necesitar a todos durante mucho, mucho tiempo».
Con la reminiscencia de ese pasado bélico presente en los gestos de los polacos, la sociedad de ese país se ha movilizado como nunca, con un frenesí agotador, pero lejano a poderse mantener por un periodo duradero. «Nadie se lo podía imaginar, se hablaba los días previos a la guerra de dónde estaban las tropas rusas, de qué podría pasar. Pero no imaginábamos tener que gestionar a dos millones de mochilas de repente». Con esa sinécdoque, Sara personifica la guerra en los refugiados que han llegado en desbandada. «Hay que ordenar la ayuda, también; tenemos que garantizar que se canaliza toda la humanidad y la dignidad».
«Lo que ha movido a la sociedad polaca es esa sensación de no querer volver atrás»
Los ciudadanos se han volcado cuando abandonaban a duras penas el duro invierno polaco, zaherido por el Covid. «Hasta el 21 de febrero estuvieron los niños encerrados en las casas». En la parte sanitaria, acota, no se está practicando test a ningún refugiado. Continúa: «Y, de repente, es como si hubiéramos pasado de la tristeza del encierro a reivindicarnos y luchar por unos valores».
Hartos de ser vulnerables
La familiaridad entre vecinos se debe, explica, a que « todo el mundo en Polonia tiene a algún pariente que le ha contado cómo vivieron tras la contienda mundial; o tiene lazos muy cercanos de amistades o trabajo en Ucrania. Es verdad que les pilla muy cerca y lo que ha movido a toda la sociedad polaca es esa sensación de no querer volver atrás. Están cansados de la vulnerabilidad».
A pesar de llevar tiempo en Varsovia, la responsable de Cruz Roja no podía presagiar –abunda– una reacción como la que se despertó en esta tierra desde antes de la primera alarma antiaérea: «Fue impresionante ver cómo el mismo día del estallido los padres se organizaban en los colegios para ver cuántas habitaciones podrían ofrecer o qué se podía enviar a la frontera. Al día siguiente, veías cómo todos los medios de transporte, metro y autobuses en Polonia llevaban la bandera amarilla y azul de Ucrania y te preguntabas dónde habían dormido tantas banderas; se iluminaron los edificios con esos colores, fue el primer país del mundo en hacerlo, y desde el primer minuto ya había una lluvia incesante de acciones solidarias. Cientos de personas buscaban casas en las redes sociales para los refugiados que se veían venir. Todo el mundo aquí ofrece su tiempo, su vivienda».
En la actualidad, la mayor preocupación que tiene es la de que decaiga el ánimo de ayudar cuando ha pasado un mes de combate. «Que mantengamos la guardia es difícil, porque el goteo es incesante y siguen entrando muchísimas personas cada día. No es como el pico de marzo de máxima afluencia, pero seguimos aguantando y hasta que no tengamos un alto el fuego, esto será… complejo».
«El voluntariado de Ucrania se enfrenta a su mochila más pesada y es estar con su deseo de hacer bien su trabajo, con su vida en riesgo, y al mismo tiempo proteger a sus propias familias porque ellos son de allí»
Está en permanente comunicación con Cruz Roja Ucrania y sus decenas de voluntarios y trabajadores. Llevan al pie del cañón semanas y Sara no pone paños calientes. La situación que describe es verdaderamente desoladora. Puertas adentro del país acribillado, «hay un dispositivo integral muy importante con mucha gente movilizada. Estamos trabajando asegurando los corredores humanitarios, fletando autobuses y ayudando al desplazamiento de civiles y es una tarea invisible, pero la más importante». En esa labor entra la ayuda a personas con poca movilidad y ancianos, muchos resistiéndose a salir de sus hogares, detalla. «El voluntariado ucraniano se enfrenta a su mochila más pesada y es estar con tu deseo de proteger, hacer bien tu trabajo, con tu vida en riesgo, y al mismo tiempo proteger a sus propias familias porque ellos son de allí».
Sara, ¿morirán de hambre los ucranianos?
Morirán antes de pena.
Escudero cuenta que las primeras semanas dirigir el tráfico de ‘ida y vuelta’ de los corredores era muy complicado. Los convoys de ayuda entraban, los ucranianos salían. «Todavía quedan muchos por escapar, hay cientos de miles de personas y muchas cosas que hacer. Supongo que no podemos llegar a todos y no en todas las localidades se está pudiendo entrar. Tenemos muchas dificultades y hay necesidades sin cubrir demasiado relevantes».
¿Y cuál es la receta para soportar estoicamente tantos dramas personales?
No existe una receta. Si la tuviéramos no podríamos dedicarnos a esto. La mejor es levantarte pensando qué podemos hacer con pequeñas cosas. No perder el norte; conectarte música si te estresas y el contacto directo con las personas que te necesitan fuerte.
Entre esas personas no se hacen distingos, no preguntan si son rusos o ucranianos, la neutralidad es la seña de identidad de esta organización humanitaria. «Las personas son personas en cualquier rincón del planeta. La toma de conciencia con este conflicto se debe a que estamos muy cerca, pero que no se olviden otros», apuntala.
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