«Quiero ser el primer africano que reme en La Concha»
Mamadou Sarr se ha incorporado al club de Orio tras iniciarse en Ondarroa, trabaja en una carpintería de Donostia y celebra que «tengo un proyecto de vida, lo que no tienen mis amigos en Senegal»
Diario Vasco, , 28-03-2022Tiene un contrato fijo, amigos, salud de hierro, aficiones y un proyecto para ser feliz como un guipuzcoano más. Representa el lado victorioso de la inmigración subsahariana. Aún le quedan muchas fronteras por superar en el mundo de las traineras, pero tiene claro el destino: «Quiero ser el primer africano en remar en La Concha». Su motor es la gratitud. Hacia su hermano, que se jugó la vida en patera. Hacia el pueblo de Ondarroa, que le acogió. Hacia Iñaki Errasti, mucho más que su primer entrenador. Hacia el club de remo de Orio, que le hace sentir como deportista de élite. Por todos ellos, no va a parar.
Mamadou Sarr dejó Senegal en verano de 2018. En avión. «Mi hermano me consiguió un billete a Francia y un visado como turista. Estuve dos meses en Marsella, pero siempre con la intención de ir a Ondarroa y unirme a él». Tiene 29 años y hace siete que planeaba en su mente dar el salto al primer mundo. Su hermano, dos años mayor, le frenó. «Él viajó en patera y yo me quedé trabajando en Senegal, en la carpintería que tenía. Iba a ir por detrás, pero cuando llegó a Euskadi me pidió por favor que no lo hiciera, que no quería que pasara sus calamidades. Se arriesgó mucho y me contó lo que pasó. La gente se piensa que lo peor es cruzar el mar, pero lo más difícil está antes, en tierra. La miseria que se pasa, los episodios con la policía marroquí… Le costó cinco meses llegar a Ondarroa, donde vive un tío nuestro, hermano de mi padre. Pasó a remo y mira por dónde, yo estoy ahora en un club de remo. Tiene un corazón enorme y se lo debo todo a él».
«Mi hermano viajó en patera hace siete años y me pidió que, por favor, no hiciera lo mismo. Gracias a él, he venido en avión»
‘Momo’, como le llaman en Orio, tuvo un viaje cómodo, pero está ahora dispuesto a implicarse en la más dura travesía deportiva, desde la más absoluta indigencia hasta la élite. «Nunca practiqué ningún deporte acuático en Senegal. Seguía un poco el fútbol. Una vez en Euskadi, apenas había visto en la tele alguna regata antes de empezar a remar. No conozco mucho la historia de las traineras, pero me gustaría ser el primer africano en La Concha. Todavía tengo mucho que aprender pero quiero hacerlo».
En Urki, de lunes a jueves
No había visto nunca una regata cuando, «animado por mis amigos de Ondarroa», se inició en el club de remo en diciembre de 2019. Pero en marzo de 2020 llegó el confinamiento y su incipiente carrera arraunlari se detuvo. Volvió en otoño al club para arrancar la siguiente temporada y salió cedido a Elantxobe, donde el pasado curso ganó varias banderas y hasta logró el ascenso de la ARC2 a la ARC1. Durante todo ese tiempo, trabajó en una carpintería de Elgoibar. Pero en septiembre del año pasado, recibió una oferta de la carpintería Busto del Polígono 27 de Martutene. «El dueño me dijo que me tendría una semana de pruebas, pero llevo toda la vida en la carpintería, dejé los estudios con 14 años para trabajar en eso, así que se me da bien. Al tercer día me dijo que me hacían un contrato fijo y decidí mudarme». Vive en Loiola, con una mujer nicaragüense de 50 años.
«Tengo contrato en una carpintería. El dueño me hizo una prueba y como trabajo en eso desde los 14 años me cogió fijo»
Iñaki Errasti, exremero de Orio, fue el enlace para contactar con el club amarillo y desde el pasado otoño trabaja a las órdenes de Jon Salsamendi y Ángel Larrañaga. «Salgo de trabajar a las 18.30, y como no me da tiempo de ir hasta Orio, me entreno en el club de Urki. Se han portado muy bien. Como el viernes salgo al mediodía, sí que vengo en topo a Orio. Y también sábado y domingo. Al principio vine muy nervioso porque se nota que es un club muy grande y yo soy nuevo en esto. Ahora estoy en la trainera B pero quiero progresar».
Tiene margen para ello, asegura Jon Salsamendi, sabio de este deporte. Comenta que «se le ve que tiene cualidades físicas para el deporte, en cuanto a cuerpo y motor. Por eso nos llamó mucho la atención que nos dijera que todo el deporte que ha hecho en Senegal es jugar con los amigos en la playa. Ahora bien, necesita trabajo específico para la trainera. Eso son horas y kilómetros; días y años. Él lo pone todo de su parte y tiene una motivación que le hace superar todo eso que nosotros llamamos sacrificios. Por eso desde el club intentamos facilitarle el día a día. Le dejamos la furgoneta los fines de semana y un ergómetro». Quién sabe, igual un día gana La Concha.
«Lo primero que me dijo mi entrenador fue: ¿Te gusta sufrir? Me asusté un poco»
orio. Se ríe ahora al contarlo, pero la primera toma de contacto con el remo le impactó. «Me presentaron al entrenador el aginagarra Iñaki Errasti y lo primero que me dijo fue: ¿Te gusta sufrir? Me quedé un poco asustado. Aquello parecía fácil y me sorprendió», cuenta quien ha visto todo tipo de sufrimientos demasiado cerca en su país natal. Aquello que le puso alerta es motivo de su mayor sonrisa. «Seguiré remando porque me hace sentir bien. A pesar del sufrimiento y de tener que despertarme los fines de semana a las 7.00 para coger el tren, esto tiene algo especial que no sé qué es pero me engancha cada vez más».
Algo tiene que ver también el ambiente familiar que se ha encontrado en el remo. «Aquel primer día, el míster me quiso poner a hacer ergómetro pero yo no llevaba ropa y quedamos para probar al día siguente. Cuando sentí lo que era, pensé que no era lo mío. Pero me mimaron mucho. Era el más mimado del club. Me animé a seguir gracias al ambiente. Y pasa lo mismo ahora en Orio. Me tratan todos de maravilla».
La conclusión es clara. «Me siento muy afortunado. La gente de mi edad, de mi cuadrilla, sigue allí en Senegal. He estado quince días en diciembre y no ha cambiado nada. La gente no tiene un proyecto allí. Tienen que dejar a sus hijos que se busquen la vida con 12 o 14 años. Yo no quiero eso para mi familia. Aquí, el remo me ha abierto muchas puertas. He conocido a mucha gente y ha sido fundamental para mi integración. He tenido mucha suerte».
El sufrimiento que le citó aquel día Iñaki Errasti se ha convertido en algo que vertebra su vida diaria y le llena de ilusión, un concepto de lo más valioso para él. Tanto, que entiende las historias truncadas en Behobia. «Es normal que los inmigrantes intenten atravesar la frontera. Cada uno quiere estar donde mejor se sienta. Animo a todos a que no se rindan y que luchen por lo que quieren». Él lo hizo y le salió bien.
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