Visiones y efectos de la edificación residencial

Las Provincias, 15-07-2006

Pocas dudas caben acerca de cómo la inmigración registrada en España durante los últimos diez años ha pasado a ser uno de los fenómenos sociológico y económico de mayor relevancia. Ninguna de las economías de la Unión Europea ha experimentado una evolución demográfica de esta dimensión ni por lógica, ninguna evolución tan notable en su sistema productivo como este país, lógicamente inducida por los efectos de este fenómeno. Desde 1995 la estadística confirma la llegada de 4,2 millones de personas, alrededor del 11% de la población que tenía España en aquellos años, un dato que no ha de olvidarse por el impacto que se presupone en diversas áreas de un país, entre ellas y como antes he mencionado, la social y especialmente la económica. Y a las cifras me remito, teniendo en cuenta que recientemente y ante la sospecha de que se estuviese infravalorando el impacto de la inmigración en el Producto Interior Bruto (PIB) se decidió por actualizar su valor en conjunto, lo que permitió que más de 40.000 millones de euros anuales saliesen a la superficie en tan solo el año 2004, un gran impulso para este país que se imputó, casi íntegramente, a la inmigración.


Hasta aquí, es posible valorar el efecto de la inmigración en la economía como un factor tan necesario como, en primer instancia, beneficioso. No cabe la menor duda del impacto que hoy día tiene la inmigración en España, especialmente porque sin inmigrantes y según las conclusiones del último estudio elaborado por la Caixa, probablemente la economía española estaría más cerca de la recesión. Lo que resulta más objetivo y a la vez incontestable es el papel que ha representado y representa el colectivo inmigrante en nuestra economía. Un colectivo que, dicho sea de paso, ha encontrado en la edificación –mayoritariamente residencial– un detonante con el que impulsar el crecimiento económico antes aludido, pues si un binomio ha funcionado durante los últimos años ha sido el de la inmigración/edificación.


La edificación residencial ha sabido absorber, adaptar y transformar las oportunidades de la inmigración en valor de trabajo y crecimiento, orientando los recursos derivados de este crecimiento hacia el conjunto de la economía española gracias a los cuales, esta ha prosperado y se ha convertido durante los últimos años en un ejemplo emblemático para muchos otros países de la Unión Europea. En España, y por citar un ejemplo, durante el año 2006 un total de 1.756.000 extranjeros se dieron de alta en la Seguridad Social, 1.201.000 en régimen general y 340.000 en el sector de la edificación, lo que representa un 28,3% del total de nuevas altas. Trasladando estas cifras a la Comunitat Valenciana, observamos cómo la creación de empleo en el sector de la edificación para extranjeros ha mantenido un dinamismo mayor que en el resto de España, teniendo en cuenta que de los 217.400 extranjeros dados de alta en la seguridad social, 44.700 (lo que viene a ser un 31,4%) lo han hecho en la actividad de la edificación.


Si a esta realidad le sumamos el hecho de que el 19,5% del empleo creado en su conjunto ha sido responsabilidad directa de la edificación, lo que representa uno de cada cinco nuevos empleos creados y que por cada empleo generado en este sector se han creado de forma inducida 0,47 en el conjunto de la economía, podemos decir que el primer efecto a tener en cuenta derivado de la actividad de la edificación ha hecho posible que España tenga hoy día una de las economías más saneadas de la Unión Europea y que se haya convertido, durante los últimos años, en un ejemplo a seguir por su crecimiento económico, su trayectoria y lo más importante: los niveles de prosperidad de los que, en virtud de ello, disfrutan hoy día los españoles. Un ejemplo a seguir y a mantener, especialmente en un espacio tan importante como es el económico, pues de su buena marcha depende el bienestar de miles de familias para quienes, como cada año confirman las estadísticas del CIS, el desempleo conforma la primera y más temida de las preocupaciones. Una realidad que no ha de olvidarse pues está y estará presente en todo momento.

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