El convoy asturiano de solidaridad que trajo a 44 refugiados: «Tienen en mente volver algún día a Ucrania»
Una iniciativa que surgió de tres amigos de Mieres y que acabó conformada por 16 voluntarios que llevaron hasta Polonia ocho furgonetas «cargadas hasta arriba» de material humanitario
La Voz de Galicia, , 24-03-2022Al percatarse de que existe un problema humanitario «real» debido la invasión rusa, puesto que «a los ucranianos solo se les ha facilitado un permiso de circulación por Europa y la mayoría de ellos no tienen dinero para pagar el transporte o comida», la mierense Eliana Sánchez y dos amigos decidieron hacer acopio de material humanitario para llevarlo personalmente hasta Polonia. Además tenían el propósito de que a la vuelta traerían refugiados con familiares o conocidos en distintos puntos de España, ya que «es fundamental evacuar las estaciones para que la gente que viene detrás y en peores condiciones tenga sitio». Una pequeña acción que se acabó convirtiendo en un auténtico convoy de solidaridad, formado por 16 voluntarios repartidos en ocho furgonetas «cargadas hasta arriba», una de ellas se sumó en Bilbao y que facilitaron el tránsito a la península a un total de 44 personas.
«Una semana después de la guerra al ver las noticias que circulaban al respecto nos dimos cuenta de que teníamos que ayudar urgentemente. Nos juntamos tres personas y decidimos que nos íbamos», señala Eliana Sánchez. Sin embargo, los vecinos de Mieres se enteraron de la iniciativa y se volcaron en hacer aportaciones. «Hubo gente que se ofreció voluntaria para conducir e, incluso, empresas como Valgisa nos prestaron vehículos. También se hicieron muchas donaciones y pudimos llevar medicación, material sanitario, quirúrgico, ropa de abrigo, mantas, comida para niños, comida para mayores, comida para intolerantes, pañales, productos de higiene…», detalla aún emocionada la mierense.
Una gran cantidad de material humanitario que entregaron personalmente la semana pasada a dos ONG polacas que trabajan para meter directamente ese ayuda en Ucrania. «Una de ellas supimos de su existencia gracias a Mensajeros de la Paz y otro fue a través de una cooperante española en Varsovia, que antes del viaje hablamos con ella porque como ayuda en el realojo de refugiados nos facilitó un listado de gente que podíamos traer a la vuelta», apunta Eliana Sánchez, quien señala que también un chico, voluntario de Cruz Ruja en Oviedo, se puso en contacto con ellos porque estaba buscando gente que trajese familias ucranianas a Oviedo y Gijón.
El trayecto tanto de ida como de vuelta fue bastante duro en todos los aspectos. En sus mentes rondaba continuamente la incertidumbre de qué iba a pasar, qué se iban a encontrar realmente. Además tuvieron que conducir entre 12 y 15 horas diarias, alternando los conductores, para llegar cuanto antes a Polonia y proporcionar esa ayuda tan necesaria. No fue hasta que llegaron a Hestar, ciudad belga hermanada con Mieres, cuando realmente pudieron descansar. «Los vecinos inmigrantes nos ofrecieron todo el apoyo posible, incluso nos gestionaron para dormir», resalta agradecida Eliana Sánchez. Tras esta parada, se dirigieron a Varsovia donde establecieron el campamento base. Allí, presenciaron situaciones «muy difíciles», de las que todavía se están recomponiendo.
«Vimos como los niños se tenían que despedir de sus padres porque debían volver a Ucrania a luchar o cómo en la estación de Varsovia mismamente había gente con niños durmiendo en el suelo donde podían. En Cracovia, nos comentaron que la situación era mucho peor. Al fin y al cabo es gente que no quiere rehacer su vida, sino que quiere volver cuanto antes a Ucrania. Si toman la decisión de salir del país es porque ven a sus hijos mal. Algunos presentan estrés postraumático, nervios, ansiedad… es muy difícil todo. La gente lo pasa mal porque aunque consiguieron huir de la guerra, dejaron ahí a su familia, padres, hijos, hermanos, sobrinos… Hay quienes incluso deciden quedarse porque tienen ese sentimiento de patria, esa necesidad de ayudar a su pueblo…».
Regreso a Asturias
En cuanto al viaje de vuelta, que se hizo a modo de lanzadera, dado que no solo acercaron refugiados a Asturias sino también a Málaga, Torrevieja, Cataluña, Madrid, Pamplona…, tuvieron que hacer frente a una avería en una furgoneta y ver cómo un conductor kamikaze iba en frente de ellos. No obstante, les sirvió para conocer las situaciones particulares de los refugiados. «El primer día ni nos hablaban. Nos tenían como miedo, estaban asustados. Cuando paramos a comer, les costaba aceptar el alimento porque son gente que llevaba una vida normal y ahora se ven sin nada. Es muy difícil verte en esa situación y tener que aceptar que vives de lo que los demás quieran darte u ofrecerte. El segundo día ya se relajaron. Nos hablaban, nos sonreían, nos daban las gracias e incluso nos contaban que tenían miedo de que fuésemos traficantes de órganos o de menores, pero como ven que les cuidas y estás pendientes de ellos todo el tiempo, esa barrera se rompió», cuenta Eliana Sánchez, quien confiesa que «el tercer día, que fue cuando ya nos despedimos de ellos, ya nos abrazaban y nos daban besos».
Tras pasar por «todas las emociones» en menos de una semana y conseguir que los refugiados se volvieran a reunir después de varios años con sus familias, algunas de ellas en Gijón, Oviedo y Villaviciosa, Eliana Sánchez al igual que el resto de voluntarios todavía no caben en su gozo. Una ayuda que no solo se ha quedado ahí. «Aún seguimos en contacto con ellos para que no se sientan de golpe y porrazo solos. Además estamos disponibles para cualquier cosa que necesiten, ya que por ejemplo todavía no controlan el idioma. Tenemos intención de darles clases de español y a algunos incluso les acompañamos a comprar ropa porque aparte de lo que cogen de donaciones, como vinieron con lo puesto, son muchas cosas las que necesitan», afirma la mierense.
De la misma manera, también realizan actividades para fomentar aún más la integración en el territorio asturiano. «Mismamente el domingo los llevamos a la playa con la intención de hacer una comida y de pasar el día. Ahí nos dimos cuenta de que ya son como parte de nuestra familia. Ver a los niños sonreír, cuando al principio no les gustaba que te acercases a ellos, pero ahora ya juegan contigo en la arena o que las madres te den las gracias porque sus hijos ya duermen tranquilos, es muy gratificante. Ellas aguantan el tipo porque saben lo que realmente está pasando, pero por lo menos se sienten seguras y ya van comprendiendo que cuando estén mejor nos pueden devolver esta ayuda», apunta Eliana Sánchez.
Una labor humanitaria que volverían a hacer sin ninguna duda. «Es lo más duro que he hecho en mi vida, pero ha sido lo mejor. Cuando llegué a Mieres después del viaje, quedé con unos amigos en una terraza, me pedí una caña y lo primero que pensé fue: ‘nunca había merecido tanto esto’. Aprendí a separar el grano de la paja», confiesa Eliana Sánchez antes de resaltar que «todas las ONG son necesarias, pero ante una emergencia de este calibre, todo tiene que ser de inmediato y como la maquinaria tarda en arrancar sino llega a ser por iniciativas similares a la nuestra miles de personas no hubiesen encontrado refugio».
(Puede haber caducado)