Una segunda vida para las mujeres Davidenko

Luda, ucraniana afincada en Orio que atendió a DV horas después de que comenzara la invasión rusa, ha logrado reunirse con su madre y hermana pequeña que han huido de la guerra. La alegría no es plena porque su padre y su hermano siguen bajo la amenaza de las bombas

Diario Vasco, LARA OCHOA, 24-03-2022

«’Etxen’ gaude». Este escueto mensaje es el inicio de una nueva vida para Luda Davidenko y su familia. Al menos para parte de ella. Esta joven de 21 años, ucraniana afincada en Orio donde es remera de la Txiki, ha podido abrazar ya a su madre Olga y a su hermana pequeña Tatiana de doce años. Llegaron el lunes por la noche al aeropuerto de Bilbao desde Polonia tras huir de su Ucrania natal, un país que la guerra ha dejado «destruido». Pero la alegría no es plena. Su padre y su hermano Dmitrii, de 23 años, siguen escondidos en una localidad al sur de Kiev donde «malviven» con la continua amenaza de los bombardeos y el temor de ser reclutados por el ejército.

Cuando hace 29 días Rusia comenzó su invasión a Ucrania, una llamada a las seis de la mañana despertó a Luda de la cama. Era su madre. «De una llamada a esas horas no puedes esperar nada bueno», contaba Luda a este periódico horas después del inicio de la guerra. Entonces, su familia, «desconcertada», seguía desde su casa de Hostomel una localidad «cerca de Kiev» de unos 16.000 habitantes conocida por la ubicación del aeropuerto Antonov las primeras noticias del ataque. Un mes después su pueblo «ya no existe. Está arrasado. No queda nada». Luda traslada con dolor lo que su madre y su hermana le han contado tras escapar del infierno.

Primero tuvieron que dejar su hogar ante el aviso de un bombardeo inminente. Casi con lo puesto, sus padres, Oleksii y Olga, y sus hermanos Dmitrii y Tatiana se trasladaron a casa de un tío, a una localidad a unos 100 kilómetros al sur de Kiev en busca de un lugar más seguro. Pero el avance de las tropas rusas hacia la capital complicaba día a día su supervivencia. La pasada semana llegó la decisión más difícil que la familia Davidenko ha tenido que tomar. Los caminos de Olga y Tatiana se iban a separar de los de Oleksiiy Dmitrii. Su condición de varones hace imposible que estos últimos puedan salir del país. Pero para ellas aún había una oportunidad. Y la aprovecharon. La madre y hermana de Luda subieron a un tren dirección Kiev que les llevaría hasta Chelm, en la frontera con Polonia. El miedo y el horror les acompañó durante todo el trayecto. «Me han contado que la gente quería subirse a los vagones a lo loco para escapar de Kiev, hasta se caían a la vía», cuenta Luda, que aunque no viajaba en el tren recuerda ese viaje como una pesadilla. «Temía por sus vidas. Los rusos disparan a todo», relata.

Dos ángeles de la guarda
Afortunadamente, Olga y Tatiana consiguieron llegar sanas y salvas a Polonia el pasado fin de semana. Allí les esperaban sus dos ángeles de la guarda, el oriotarra Jose Mari Dorronsoro y su mujer Alicia, que viven actualmente en Varsovia. «Les llamamos en cuanto supimos que habían logrado cruzar la frontera y se organizaron para quedar con ellas y llevarles a su casa», cuenta Luda, quien asegura que la palabra ‘gracias’ se queda pequeña para agradecer lo que este matrimonio ha hecho por su familia. Además de acogerles durante una noche en su casa, donde «después de un mes sin dormir ni casi comer», pudieron ducharse, cenar y descansar, les compraron los billetes de avión a Bilbao. «No me han dejado pagarles nada, Jose Mari me dice que les invite a un café cuando vengan a Orio, pero se merecen muchísimo más», insiste.

Jose Mari Dorronsoro, junto a Olga y Tatiana, madre y hermana de Luda, y su mujer Alicia
Jose Mari Dorronsoro, junto a Olga y Tatiana, madre y hermana de Luda, y su mujer Alicia / DV

El altruismo de Jose Mari y Alicia ha permitido que las mujeres Davidenko puedan comenzar una nueva etapa en Orio. Pero la huella de la guerra tardará mucho tiempo en borrarse, si es que alguna vez lo hace. «’¿Sabes que hay muchos conocidos a los que no vamos a volver a a ver?‘. Esa fue una de las primeras frases que me dijo mi madre al llegar aquí. La tengo grabada», relata Luda, consciente del difícil camino que ahora comienzan. No mirar atrás se antoja a corto plazo una tarea complicada. Al menos mientras su padre y hermano sigan en Ucrania. «Intentan vivir como pueden, pero no están bien. El otro día cuando hablé con mi padre tenía una voz temblorosa, casi llorando, nunca le había visto así. ’Por lo menos vosotras estáis a salvo’, me decía».

Las mujeres Davidenko han comenzado ya con su una nueva vida. De momento se han instalado en la casa que Luda comparte con Marije, su ama oriotarra. Olga y Tatiana, ya se han empadronada, aunque no sin dificultad. «Como mi hermana es menor nos pedían el certificado de nacimiento, pero mi madre no lo había cogido. Salieron huyendo y justo justo cogió los pasaportes. Menos mal que tenía una foto en el móvil y hemos podido rellenar los papeles», cuenta.

El siguiente paso ahora es encontrar un trabajo para su madre, «que no va a ser fácil porque no habla ni castellano ni euskera», y escolarizar a su hermana para que siga con sus estudios. «Hemos pasado de ser dos a ser cuatro y tenemos que ir viendo cómo nos apañamos porque los gastos se duplican», indica Luda, quien reclama toda la ayuda que sea posible a las instituciones «porque la vamos a necesitar».

«Los rusos han llevado a mi abuelo a Bielorrusia»
La llegada de Olga y Tatiana a Luda no ha sido la única buena noticia que ha recibido Luda esta semana. Su abuelo está vivo. Le perdieron la pista desde el primer día de guerra ya que se encontraba trabajando en el aeropuerto Antonov cuando fue bombardeado.

Las esperanzas de dar con él y con otros tantos amigos de su pueblo eran mínimas, pero los milagros existen. «Mi abuelo llamó a mi prima y les contó que los rusos le había llevado junto a otras cien personas a Bielorrusia. También están mi profesora y sus dos hijos. Deben estar en una especie sanatorio. No sé para qué están allí, pero por lo menos sé que está vivo», cuenta.

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