DE BIENVENIDA, RACISMO: HISTORIAS DE VIDA DE PERSONAS MIGRADAS
Candela Radio y SOS Racismo Bizkaia han recogido en formato podcast las historias de vida de 21 personas migrantes que viven hoy en Euskal Herria. Testimonios de la cruda realidad en este Día Internacional contra el Racismo y la Xenofobia.
Gara, , 21-03-2022El racismo afecta a las personas que, dependiendo de las circunstancias de su lugar origen, han decidido dejar su país y empezar en otro o se han visto obligadas a ello. Las personas migradas a Euskal Herria también tienen historias de discriminación, colonización, falta de derechos o precariedad, y 21 de ellas las han contado en Candela Radio con motivo del Día Internacional contra el Racismo y la Xenofobia.
Aichetu es del Sáhara occidental, nació en los campamentos de refugiados al sureste de Argelia y ya son doce años desde que dejó el territorio ocupado. Recuerda que la historia de Sáhara es la de la colonización y el exilio forzado, primero por parte del Estado español y después por Marruecos.
Vivió cuatro años en un pueblo de Teruel y después vino a Euskal Herria. «Enfrente de mi colegio había una comisaría y nadie nunca me dijo ‘ten cuidado’; pero yo percibía eso. Entonces, siempre que pasaba por delante de la comisaría, sin querer, llevaba el miedo dentro. Pasaba por la otra acera para no cruzarme con ningún policía», relata.
Denuncia que los migrantes no gozan de igualdad de oportunidades porque, en parte, muchos de ellos han tenido que remontar todo un trasiego migratorio para comenzar en otro lugar. Y a veces, el racismo imperante hace que ese lugar no sea seguro, ni mucho menos cómodo. Ni siquiera la Universidad: «En una tutoría del Trabajo de Fin de Grado, en la Universidad, me topé con un tutor y sus comentarios eran: ‘Pero, ¿cómo eres así si eres de un país musulmán?’ Me empezó a contar mi propia historia, parecía que él era más experto que yo misma en mi propio recorrido. Y luego me soltó: ‘No eres como las de ahí. Te expresas bien, escribes bien’ El hombre no sabía que me han colonizado bien. Que han hecho un trabajo estupendo colonizándome. Se lo iba a comentar, pero no lo hice, no iba a cambiar un ápice de su pensamiento. No me extraña, porque las tribunas de las universidades son un reflejo de la hegemonía epistemológica y académica de este universalismo blanco racista».
Sin papeles, sin derechos
«Es complicado. Si no tienes papeles no tienes derecho a trabajar. Cuando yo entré aquí, conocí personas buenas. Pero ahora están como locos porque están en la calle, porque no tienen ninguna oportunidad».
Ahmed es marroquí y lleva tres años en Bilbo y forma parte de la plataforma Regularización Ya de Bizkaia. Recuerda que los primeros tres meses estuvo en la calle. Vino buscando un futuro, pero sin familia, ni dinero, ni papeles. Que es lo mismo que no tener derechos, subraya.
Los tres siguientes meses los pasó en el albergue de Altamira. Empezó a trabajar como chatarrero y lo sigue haciendo ahora. «Porque no hay ningún otro trabajo», dice.
Intentó conseguir los papeles. Ahmed habló con el juez: «Por favor, necesito una oportunidad. Vine aquí para buscar un futuro». Le dijo que tenía que esperar. Y tuvieron que pasar tres años.
Más para el inmigrante
Regina, de Monterrey (México), es maestra. Trabajó en su país durante 16 años, pero no pudo jubilarse allí, porque como renunció a su trabajo la borraron de la lista.
Cuando llegó a Bilbo, trabajó de limpiadora, vendiendo libros, vendiendo casas, en el sector de marketing, dando clases particulares, cuidando niños. Ahora es pensionista.
«Yo sufrí mucho, porque en el 78 casi no había gente extranjera. Fue difícil adaptarme. Al clima, llovía muchísimo; al sitio, porque estaba muy contaminado, no era lo que es ahora, salían las ratas como gatos. No encontraba gente mexicana, no conocía a nadie. Era el ambiente. Mis cuñados o cuñadas me preguntaban si sabía poner la lavadora y mis sobrinas que a ver por qué no llevaba trenzas», cuenta Regina.
Sufrió un aborto durante su primer embarazo. Como no tenía el servicio de residencia, tampoco constaba en la Seguridad Social. «Pues tenía que ir a médicos particulares», recuerda.
El relato de Regina, como el de todas las personas que han participado en el proyecto conjunto de Candela Radio y SOS Racismo Bizkaia, confirma que el racismo y la xenofobia atraviesan de manera estructural las vidas de las migrantes, privándolas de los derechos más básicos o condenándolas a un trato paternalista e infantiloide.
«Muchas conocidas vienen ya con un trabajo apalabrado, pero tienen muchísimos problemas para alquilar un piso. Aun teniendo un sueldo bueno. ‘No, pero eres mexicana, o boliviana, ¿cómo sabemos que tú vas a pagar?’ La vivienda está muy difícil. Para todo el mundo, pero más para el inmigrante», remarca esta mexicana que reside desde hace 44 años en Euskal Herria.
Legal para servir, ilegal para lo demás
Lillyam tuvo que tolerar faltas de respeto y explotación porque quien la empleó le prometió que a los tres años le haría el contrato. «Lo que esperaba era que al finalizar esos tres años pudiera volver a ser tratada como el ser humano que soy. Porque cuando nos machacan tanto hay personas que olvidan que somos seres humanos. El contrato de trabajo era muy importante para sentir que en este país se me iba a respetar».
Viene de Nicaragua, lleva tres años en Euskal Herria y es contable. Aquí ha estado trabajando en labores de hogar y cuidado de niños. Supo desde un principio que sería muy difícil trabajar en su campo.
«Empecé a trabajar para un padre recién divorciado que tenía dos niños. En un plazo aproximado de nueve meses a un año se convirtió en un trabajo para cuatro niños y dos adultos, porque el que era mi empleador encontró una nueva pareja con otros dos hijos. Sí se puede decir que era el Salario Mínimo Interprofesional, pero no era el salario que me correspondía, porque mis horas de trabajo superaban las ocho horas al día. Además, no tenía los fines de semana de descanso que normalmente las personas locales tienen en sus trabajos», ha explicado.
Por fin, en noviembre del año pasado, Lillyan cumplió los tres años en su trabajo. Le pidió el contrato laboral a su empleador, quien se tomó un mes para responderle, hasta que finalmente le propuso que, a cambio del contrato, firmara un documento que decía que no había habido ninguna relación laboral entre ellos. Se negó: «Fue una explosión total, porque estas personas me atacaron verbalmente diciéndome que si no firmaba ese documento yo me iba a ir presa o que me iban a deportar a mi país. Era una intimidación total. Yo no caí en el juego porque estaba bastante informada. No firmé. Ellos, a la semana, decidieron despedirme de la manera más vil, porque tuve una hora para recoger las cosas que tenía en esa casa».
Tampoco le quisieron dar los papeles del finiquito ni del despido, alegando que era una persona «ilegal». «Yo, con mucho valor, le dije: ‘Entonces me estás diciendo que, como yo estoy ilegal en este país, tú me estás despidiendo ilegalmente. Irónicamente, me tiene trabajando en su casa y en ese momento no soy una persona ilegal porque le estoy sirviendo. Pero para despedirme sí soy una persona ilegal», cuenta la nigaragüense.
Con la ayuda de diversas asociaciones, Lillyam pudo «tomar cartas en el asunto» y ahora está exigiendo que le paguen todo lo que le deben desde el día en que la despidieron y reconozcan su relación laboral. Quizás así pueda conseguir los papeles.
bidasoa «tranpa hilgarria» bilakatu dela salatu dute ehunka lagunek
Ehunka lagunek parte hartu zuten atzo Trintxerpe eta Donostia artean egin zen arrazakeria eta xenofobiaren aurkako mobilizazioan. Ekimena Arrazagatiko Diskriminazioa Ezabatzearen Aldeko Nazioarteko Egunaren harira deitu zuten, urtero egiten den Arrazakeriaren Aurkako Martxaren testuinguruan.
“Pasa” leloa izan zuen hamarnaka kolektiboren babesa izan zuen martxaren 25. edizioak, eta fokua Irun eta Hendaia arteko mugan bizi den errealitatean jarri zuten parte hartzaileek. Deitzaileek salatu zutenez, bertan ezarritako kontrol selektiboek babesgabetasun egoeran uzten dituzte migratzaileak. Martxan Bidasoa ibaia «tranpa hilgarria» bilakatu dela salatu zuten, besteak beste azken egunetan desagertutako lagunaren kasua gogora ekarriz. Iaz Bidasoan gutxienez hiru migratzaile hil zirela nabarmendu zuten.
Grosera heltzean batukada batek girotu zituen azken metroak, eta, Gipuzkoako Plazara helduta, «iparraldearen eta hegoaldearen arteko amildegi berria» salatu zuten mobilizazioa ixteko irakurritako oharrean. Eta «mugak heriotza-leku izateari utzi» behar diotela adierazteaz batera, hori lortzeko «erabaki politiko eta sozialak» eskatu zituzten.
Bide horretan, nazioarteko babes, asilo eta aterpe eskaerei beharrezko erantzuna ematea, herrialdeen arteko joan-etorriak hobeto erregulatzea, «migratzaileei bisak emateko politika eraginkorrak sortzea» edota herrialdeen arteko akordioak bultzatzea aldarrikatu zuten, migratzaileei beharrezkoak dituzten «bide legalak errazteko».GARA
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