ELKARTASUNA EGITEN. El 21 de marzo es una fecha especial para la reflexión en el camino de la lucha contra el racismo. Al hablar de racismo, nos viene raza y color de la piel, pero de siempre ha tenido también otras manifestaciones. Hoy está visible en el supremacismo blanco en Estados Unidos, y en una Europa que levanta murallas que llevan a la muerte a miles de migrantes y/o refugiados sirios, afganos, eritreos…También en una Ley de extranjería que pone fuertes obstáculos a la integración de las y los inmigrantes.

Cuando la ciencia ha demostrado que toda la humanidad es una sola raza, que compartimos el mismo ADN, el racismo se va trasladando de la piel a la discriminación al extranjero pobre y al culturalmente diferente que dan nombre a diferentes fobias. Así la xenofobia como la discriminación al extranjero pobre, que se convierte en turista si viene con dinero. Aporofobia como la discriminación al pobre, y peor si es inmigrante, pues ‘parece’ que no puede darnos nada salvo aprovecharse de nuestros servicios sociales y sanitarios. ¿Qué sería de nosotros sin inmigrantes?

El racismo cultural hacia el culturalmente ‘lejano’, cuando entendemos vienen con valores determinados por el lugar de procedencia, culturas incompatibles con la nuestra, que nunca van a cambiar, y por tanto no integrables en nuestra sociedad. Pero la historia nos muestra que todos cambiamos, y entre nosotros lo vemos entre abuelos, padres e hijos.

Para curar el mal de las fobias, necesitamos un diálogo que nos lleve al conocimiento mutuo, a romper prejuicios y estereotipos. Afortunadamente, la humanidad es dialógica. La coexistencia está dada, la convivencia quiere construirla desde el respeto a los derechos humanos y la solidaridad.