Cientos de personas salen de Leópolis mientras familias sin recursos hacen fila en Polonia para volver a Ucrania

El Diario, Natalia G. Vargas, 18-03-2022

Nataliya y Anastasia habían encontrado en Leópolis un lugar seguro en el que pasar la noche. Llevan años siendo compañeras de trabajo y huyeron juntas de Kiev ante el avance de las tropas rusas. Este viernes, cuando descansaban en el suelo de una sucursal bancaria que su empresa les cedió para dormir, despertaron sobresaltadas por las sirenas antiaéreas y los misiles. ‘’Miré por la ventana y vi todo el cielo oscuro’’, cuenta Nataliya al llegar al puesto fronterizo de Medyka, en Polonia. 

Hasta hoy, Leópolis era un punto seguro en el que se refugiaban personas desplazadas de otras regiones del país y también uno de los corredores por los que muchas salían de Ucrania. Esta mañana, a unos 70 kilómetros de la frontera de Polonia, cuatro misiles lanzados desde el mar Negro han alcanzado una fábrica de reparación de aviones cercana al aeropuerto de esta ciudad. El ataque ha dejado a una persona herida y ninguna muerte. 

Nataliya pretende llegar hasta Francia, pero Anastasia, que no quiere irse muy lejos de su país, se quedará en Polonia: ‘’Espero poder volver a Kiev dentro de dos semanas’‘. Ambas sostienen que ningún punto de Ucrania es ya un espacio donde sentirse a salvo. ’’Cada vez es más difícil ir a por comida y la guerra no es entre los militares, sino también hacia nosotros’’, cuentan.

Los voluntarios de todo el mundo que se han trasladado a Medyka para ofrecer comida, abrigo o atención psicológica a las personas que huyen de Ucrania no han dejado de recibir este viernes a mujeres, niños y personas mayores. Josh, un joven norteamericano que lleva dos semanas en la frontera, no ha dormido en toda la noche. Se la ha pasado despierto cocinando sopa para la gente que llegaba caminando desde el lado ucraniano. Muchas de las personas alcanzaron Polonia desde la ciudad bombardeada este viernes, en la que habían dormido algunas noches en casas de amigos o de familiares con la esperanza de no tener que huir.

A doce kilómetros, en la estación de trenes de Przemyl, el escenario se revierte. Cientos de familias se agolpan para volver a Leópolis, entre ellas, muchas personas sin recursos que vivían en las calles de Ucrania antes de que empezara la guerra. “Algunas personas sin hogar van y vienen de un país a otro para poder llevar comida caliente y ropa”, cuenta una voluntaria que ha viajado desde Reino Unido hasta Polonia. 

Kate y su madre hacen fila desde el mediodía en la terminal. Llevan dos días en Polonia pero quieren regresar a su casa. “No tenemos miedo, tenemos que defender nuestro país porque es donde hemos crecido. Allí están mi padre y mi novio, que tuvieron que quedarse para luchar”, cuenta la joven. 

Irina también espera cargada de maletas la hora de partir a Leópolis. Vive en la ciudad de Vinnytsia, en el oeste del país, donde el 6 de marzo Rusia bombardeó y destruyó un aeropuerto. Su casa sigue en pie y, aunque reconoce que volver “asusta”, siente que Ucrania es su lugar. Allí viven su madre, sus hermanos y sus sobrinos. “Estar en un país extranjero es complicado. No hablas el idioma y no es tu casa. Aunque agradecemos mucho todo lo que han hecho por nosotros los voluntarios’’.

En el lado ucraniano de la frontera, familias enteras esperan hasta cuatro horas para cruzar. En la fila impera el silencio y, a medida que avanza, aparecen las despedidas. Los hombres de entre 16 y 60 años en buen estado de salud no pueden dejar el país y deben quedarse para prestar servicio militar. 

Ruslan vive en Leópolis y ha acompañado a sus hijos pequeños y a su pareja durante toda la cola. Cuando llega el momento del adiós, el ucraniano apura los abrazos y se va lo más rápido posible, conteniendo las lágrimas delante de su familia. “Ellos van a estar en Polonia un tiempo y, si la situación empeora, se marcharán a España’’. La madre de su pareja vive en Torrevieja y solían pasar allí los veranos. ’’Es duro, claro que lo es, pero solo quiero que lleguen lo antes posible a algún punto de la Unión Europea. Cuando sonaban las sirenas y teníamos que bajar a los refugios con los niños, era terrible”.

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