Refugiados ucranianos en Gipuzkoa

«Queremos quedarnos a vivir aquí porque nuestra casa en Járkov ya no existe»

Diario Vasco, Miguel Villameriel MIGUEL VILLAMERIEL, 15-03-2022

Elena y Daria no han vivido en primera persona los horrores de la guerra porque el destino quiso que la invasión de Ucrania les cogiera de visita a unos amigos en Euskadi, pero sí que sufren de forma directa las consecuencias del conflicto. «Vivimos en la ciudad de Járkov y, por lo que me han contado mis familiares de allí, nuestra casa ya no existe. No casa», expresa Elena en un castellano básico. Estas dos amigas ucranianas y sus hijos (Elena tiene un niño preadolescente y otro de tres años, mientras que Daria sostiene en brazos a su hija de cuatro) eran las únicas personas de origen ucraniano que ayer a las 14.30 horas esperaban la apertura del proceso de protección internacional en el exterior de la comisaría de la Policía Nacional de Donostia, aunque por la mañana se habían acercado unas cuantas familias más.

No pudieron salir de la comisaría con un certificado que garantizase su permiso de residencia, pero al menos lo hicieron con una sonrisa en la boca porque comprobaron que el procedimiento puede llegar a buen puerto. «Queremos quedarnos a vivir aquí, ahora no podemos volver a Ucrania», enfatizaba Elena.

La imagen de estas dos amigas y sus hijos en el exterior de la comisaría que linda con el río Urumea, frente al barrio de Amara, era impactante, ya que cargaban con varias bolsas y mochilas en las que parecían guardar todas sus pertenencias, que no eran muchas. El mayor de los niños, obligado a madurar de golpe, se quedó en un banco cuidando de las bolsas mientras las dos mujeres y sus pequeños entraban en la comisaría para tratar de garantizarse un futuro en Euskadi. En la puerta les pidieron que esperasen unos minutos hasta ser atendidas, pero al momento llegó un funcionario de Extranjería que les llevó a su despacho y les explicó la forma de solicitar la protección internacional. También les tomó los datos para avisarles cuando fuera posible tramitarla.

A la salida, Elena y Daria miraban al futuro con algo más de optimismo, aunque su imagen cruzando el puente hacia Pío XII sin una dirección clara, con sus hijos en una mano y una bolsa en la otra, mostraba que la crisis de Ucrania ya está aquí mismo.

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