«Abrimos casas y corazones pero esto será insostenible»

Problema a largo plazo. Los ciudadanos polacos están haciendo un gran esfuerzo por acoger refugiados ucranianos, pero temen que la crisis se cronifique

Diario Vasco, ZIGOR ALDAMA Enviado especial. Jaroslaw, 14-03-2022

Al segundo día de la invasión rusa de Ucrania, cuando se enteró de que había muchos refugiados cruzando a Polonia, Jerzy Krucan no lo dudó y recorrió los 30 kilómetros que separan su casa de la frontera para ofrecer su ayuda. «Me planté en la estación de tren por si alguien necesitaba un sitio donde pasar uno o dos días. Porque la gente llega exhausta y aterida de frío», recuerda. De clase acomodada, en su vivienda de la pequeña localidad de Jaroslaw, de 36.000 habitantes, Krucan dispone de cinco habitaciones. Pronto se llenaron todas. «He llegado a tener hasta catorce personas. Pensé que tendrían hambre, pero solo querían dormir. A una madre que no quería separarse de sus dos hijos les dejé nuestra cama, que es la única doble», cuenta.

La suya es una experiencia que comparten muchos polacos. Desde que Vladímir Putin lanzó la invasión, más de 1,6 millones de personas han buscado refugio en su país y la ciudadanía ha respondido ofreciendo todo lo que tiene a su disposición. Y más incluso. Es el caso de Ewa Urzedowska y Pawel Urzedowski, una pareja propietaria de una oficina vacía en el centro de Jaroslaw. «Cuando vimos la situación, decidimos comprar cinco camas y todo lo necesario para acoger en dos habitaciones a quien lo necesitase», comenta ella.

El matrimonio adquirió también armarios, ropa de cama, toallas, algo de comida y productos higiénicos. «El Ayuntamiento está gestionando el espacio que ofrecemos los vecinos. Informamos de las camas que tenemos y nos llaman cuando hacen falta», añade él. Justo un par de horas antes de la entrevista con EL CORREO, a la pareja le ha sonado el teléfono: «Era un grupo grande que no se quería separar, así que les han buscado otro lugar».

Estos tres ciudadanos «normales y corrientes» están dispuestos a ayudar sin pedir nada a cambio durante el tiempo que sea necesario, independientemente de que lleguen las ayudas que ha prometido el Gobierno. «Es fácil comunicarnos con los refugiados porque muchos hablan polaco y nos entendemos. No hay un choque cultural», explica Krucan. De momento, la mayoría sigue su camino hacia Varsovia o Cracovia, pero cada vez más se quedan en el este de Polonia con la esperanza de poder regresar pronto. Y los habitantes locales temen que la situación acabe desbordando sus capacidades.

«Necesitamos ayuda»
«Hemos abierto nuestras casas y corazones, pero tememos que el conflicto se alargue durante años y la situación actual no es sostenible a largo plazo. Necesitamos ayuda», afirma Urzedowski. Lo mismo piensa Kamil Prusinowski, empleado de una empresa de seguros que, junto a su amigo Patrycjusz Gawel y miembros de su cuadrilla, ha puesto en marcha una ambiciosa iniciativa que pretende acoger hasta 1.200 refugiados. De la mano de World Central Kitchen, la ONG del chef José Andrés, ofrecen hasta 12.000 comidas al día.

«Patric tiene varios edificios y los estamos reacondicionando para ese fin. De momento, todo lo pagamos de nuestro bolsillo, pero está creciendo mucho el proyecto y esperamos que alguien pueda colaborar con nosotros para no quebrar», cuenta. De momento, ya han registrado la Fundación Unitatem Team, «en referencia a una Europa unida en la que no se discrimina a nadie», y acogen ya a 300 mujeres y niños en cuatro lugares diferentes cercanos a la frontera. El mayor es una escuela que llevaba cerrada tres años en una zona rural.

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Dentro conviven las risas y los lloros de 250 ucranianos. Los más pequeños juegan por los corredores del centro, llenos de tendederos con ropa secándose, mientras sus madres buscan calzado de su pie y se reponen de un viaje que, para la mayoría, ha sido agotador física y emocionalmente. «Tuve que recorrer 20 kilómetros a pie con mis hijos de 4 y 7 años, a diez grados bajo cero. Aquí nos tratan muy bien, pero mi marido se ha quedado en Ucrania y echo de menos nuestro hogar. No sé si cuando todo esto termine seguirá en pie», cuenta Yulia conteniendo sus lágrimas mientras la pequeña colorea un cuaderno con dos nuevos amigos.

Unitatem se coordina con las autoridades para que la ayuda se utilice de la forma más eficiente posible. «Lo más importante es evitar los guetos. Escolarizar a los niños cuanto antes y encontrar trabajo para sus madres, porque este conflicto puede alargarse durante años. La atención durará poco, y cuando la prensa se vaya, la ayuda también cesará. Por eso, somos conscientes de la necesidad de lograr ahora todo lo que podamos necesitar en el futuro», explica Prusinowski, que va a contratar a catorce ucranianas para gestionar sus centros de acogida. El miedo está en que la buena acogida actual se convierta en rechazo «si la situación económica empeora y comienzan a surgir problemas».

«La OTAN es nuestra garantía de paz»
Ayer, las bombas rusas sonaron más cerca de Polonia. El ataque de una base militar ucraniana a solo 20 kilómetros de la frontera provocó escalofríos a muchos polacos que, como Pawel Urzedowski, dan las gracias por pertenecer a la Alianza Atlántica. «La OTAN es nuestra garantía de paz», afirma. Como la mayoría de los habitantes del este de Polonia, él nunca pensó que Putin fuese a invadir Ucrania. «Estamos en el siglo XXI, y creía que habíamos creado un mundo mejor que el de nuestros padres. Pero estaba equivocado», lamenta. No lejos de su casa, un mural recuerda los campos de exterminio nazi en los alrededores de Jaroslaw.

Urzedowski, que vivió su juventud en el comunismo, compara al presidente ruso con Stalin. «Y tiene ambición imperialista», recalca. Por eso, tanto él como sus amigos están convencidos de que no detendrá su invasión hasta controlar todo el territorio ucraniano e imponer un gobierno títere.

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