DV VIAJA EN EL CONVOY DE DYA

Una 'subasta' para asignar un destino en el que refugiarse

En el campo, se apuntan las plazas libres que hay en los vehículos de los que llegan a ayudar, y una mujer con un micrófono anuncia los países disponibles

Diario Vasco, OSKAR ORTIZ DE GUINEA Przemysl (polonia), 10-03-2022

«Ha sido lo más parecido a una subasta, pero con personas». Así describía el usurbildarra Iñigo Villafafila la ‘puja’ a la que los voluntarios de DYA Gipuzkoa debieron acudir ayer para poder completar las dos plazas para personas ucranianas que quedaban vacantes en sus tres furgonetas.

El trámite tuvo lugar en una zona de la nave en la que con anterioridad el equipo había descargado el material sanitario en el campo de refugiados de Przemysl. Allí se agolpaban las cientos de personas que han salido de Ucrania y buscan refugiarse de la guerra en cualquier país de Europa. A muchas les daba igual en cuál. Cualquier destino tiene que ser mejor que un oscuro búnker, o uno de los muchos colchones diseminados por el suelo entre mantas y bolsas. Imagen del interior de las grandes tiendas de campaña montadas, pero que los soldados polacos se ocupaban de que nadie pudiera fotografiar. Solo el exterior.
Cada persona que se acerca a la frontera, como en el caso del convoy guipuzcoano de la DYA que llegó a mediodía de ayer, y disponga de un asiento libre en un vehículo para poder volver, debe comunicar a la coordinadora del acto el número de plazas y el destino. Así, la mujer que tenía el micrófono podía anunciar de repente: «¡Cuatro plazas para Noruega!» con un particular lenguaje noruego, como que decía «dos para Spain», con DYA Gipuzkoa. Al oír esa última llamada, dos mujeres dieron un respingo. Sin saber si el destino en el que rehacer su vida sería San Sebastián o cualquier otra ciudad. Pero les cuadró el país.

A Iñigo Villafafila, que en ese momento lleva día y medio sin dormir con más de 2.000 kilómetros al volante sin rechistar, se le escapó alguna lágrima al contemplar la escena. Las dos mujeres eran una hija con su madre de 74 años, agradecidas en este caso a que la Diputación de Gipuzkoa les facilite un albergue, aunque no sea una familia de acogida como logran otros refugiados.

Javier Barace, que ha llevado la voz cantante durante el viaje, confiesa que «es muy duro ver cómo tantas personas se tienen que agarrar a cualquier opción para salir de su país, sin saber si van a poder volver o qué se van a encontrar cuando puedan hacerlo».

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