REFUGIADOS UCRANIANOS EN OÑATI

«Huimos sin saber a dónde íbamos»

Natasha, Ksenija y Kseniia se sienten «unas privilegiadas» por haber escapado de Ucrania junto a sus hijos. Ya descansan en el albergue de Oñati, donde hay unos 17 refugiados

Diario Vasco, MACARENA TEJADA, 10-03-2022

Ksenija Lezhnina llegó a Gipuzkoa huyendo de la guerra en Ucrania junto a su hija Natasha Koriagina y su nieta, Oksana, un bebé de unos pocos meses. Cuando supieron que Rusia había comenzado la invasión, hace ya catorce días, cogieron el coche y se pusieron «a conducir sin rumbo. Huimos sin saber a dónde íbamos hasta llegar a Euskadi». Ahora descansan en el albergue Larraña Etxea, de Oñati, donde ya hay diecisiete personas ucranianas que han escapado como ellas «en busca de un refugio». Natasha cogió el coche de su marido «sin pensarlo dos veces» y recorrió hasta 3.000 kilómetros «al volante». Tras días de viaje en los que no dejaron de pensar en quienes dejaban atrás, llegaron a Gipuzkoa y consiguieron refugio en Oñati. Precisamente allí han conocido a Kseniia Vynnychenko y sus tres hijos dos niños y una niña, que se marcharon de su país «junto a una amiga que se dirigía a Francia». No conocían a nadie en San Sebastián, pero decidieron que era el lugar idóneo para terminar su huida. Estaban cansados y solo necesitaban sentirse «protegidos».

Ya a salvo en Gipuzkoa, ambas familias se sienten «unas privilegiadas» por haber dejado la guerra atrás, aunque el sufrimiento persiste. Es un sentimiento agridulce. Se mezcla la alegría de estar lejos de los bombardeos con la «impotencia» de no poder hacer nada por los familiares que han dejado en Ucrania. «También nos sentimos un poco culpables», explicaban ayer desde Larraña Etxea, en un encuentro en el que también participaron el director de Migración y Asilo del Gobierno Vasco, Xabier Legarreta, y la directora de Zehar-Errefuxiatuekin, Arantza Chacón. Este miércoles por la tarde eran 27 los refugiados cobijados en los tres albergues que tiene el Gobierno Vasco y que gestiona Zehar: 17 en Oñati, 2 en Tolosa y 8 en Berriz.
Nadie se esperaba la invasión rusa. Tanto Natasha como Ksenija y Kseniia mantenían «la esperanza» de que la guerra «no se hiciera realidad». Pero al final ocurrió. Y tuvieron que huir «con lo poco que se podía llevar encima, lo más necesario para los niños y las pocas maletas que se podían coger». Varios grupos de madres con hijos, pero ningún hombre ucraniano de entre 18 y 60 años. Natasha y Ksenija dejaron a sus respectivos esposos en Ucrania, una decisión dura pero inevitable. Ellas son de Irpín, lugar estratégico en esta guerra donde «muchos soldados rusos estaban destruyendo edificios y destrozando puentes. En estos trece días han muerto cincuenta niños solo en esta zona», se lamentan.

Evacuaciones
Vivir esta pesadilla desde la distancia es también complicado, sobre todo cuando tienen a sus seres queridos encerrados en Ucrania, entre bombardeos. Los maridos de Ksenija y Natasha «ayudan a la evacuación de las familias, de las mujeres y los niños, y también a llevar a la población a los lugares en los que están más tranquilos». Tienen la oportunidad de hablar con ellos a diario por internet lo que «alivia» la angustia de madre e hija, que confían en poder reencontrarse con sus maridos pronto. Mientras tanto, se alegran de que la pequeña de la familia, la hija de Natasha, pueda crecer de forma segura en Euskadi.

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