Los niños ucranianos salen a la calle en Canarias para reivindicar el fin de la invasión de Rusia en su país
El Diario, , 06-03-2022
Nataliya le está explicando a Demyan (nombres ficticios) qué está pasando en Ucrania. Ambos son dos niños que han acudido con sus familias a la manifestación convocada por la comunidad de Ucranianos en Tenerife. Sentada en un cartel publicitario de Santa Cruz, la capital de la isla, ella le cuenta acerca de las bombas, los aviones y los tanques. Demyan parece no terminar de entenderlo y empieza a jugar. En la concentración los menores son los grandes protagonistas. Algunos, los más mayores, portan banderas ucranianas, cantan consignas, mientras los pequeños corretean por los alrededores.
Se ha hecho la hora de la comida y algunos niños empiezan a comer algún tentempié mientras de fondo se escucha un discurso de una mujer ucraniana que ha tenido que dejarlo todo atrás y ha acabado en Canarias. Medio millón de niños y niñas han huido de sus hogares durante la invasión de Rusia en Ucrania, según los datos publicados por Naciones Unidas hace dos días. Aquí, desde el Archipiélago, la frontera sur de Europa, decenas de niños ucranianos se manifiestan en apoyo a sus familias. El éxodo de los peluches es el nombre que está recibiendo la huida de miles de familias desde el país de Europa del Este, esta referencia se hace por la cantidad de niños que del día a la noche se han convertido en refugiados.
El hermano pequeño de Max es el protagonista de una de estas historias. Max vive en Tenerife con su padre desde hace un año, pero su hermano pequeño y su mamá viven en la capital de Ucrania, Kyev. Su hermano solo tiene dos meses y Max no ha podido conocerlo todavía en persona, solo a través de la pantalla. Su familia no puede abandonar el país, están refugiados en una aldea, explica Max con el español que ha aprendido durante este año. Su padre, Timo, está a su lado y le dice a Max que no se olvide de contar que su madre no puede salir de la ciudad porque el ejército ruso está en la zona y es muy peligroso.
Tatiana es una mujer ucraniana que lleva 3 años viviendo en España pero no se desenvuelve del todo en el idioma. Ella habla alemán, ruso y ucraniano porque tiene a su familia repartida por esos territorios. Nació cuando aún existía la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y parte de su familia pertenece al territorio de Rusia y otra al de Ucrania. Su situación no es fácil. Su familia rusa no puede protestar porque tiene miedo. Una parte de su familia ucraniana ha huido a Croacia y los que no han podido salir se han quedado en Kyev. Desde aquí trata de dar su apoyo, ante lo que no se imaginaba que fuera posible. Desde el móvil muestra un vídeo de la hija de una amiga, que cruzó la frontera con Polonia y lloraba desconsolada porque tenía miedo a morir.
“Gente buena con corazón en los gobiernos, formada y con experiencia. No puede estar todo el planeta en manos de un señor, es inadmisible”, llora la española Ibaya agarrando la otra esquina de una pancarta que comparte con Viktor. Ella carga una de las reivindicaciones que se pueden leer en español, la mayoría de manifestantes portan textos en inglés o en ucraniano. Ibaya tiene a su hija estudiando en Irlanda y tiene miedo de lo que pueda pasar. “Esto no es solo la invasión de un país, esto afecta a toda Europa. Estamos todos metidos en esto por un hombre que por ambición y afán de poder está haciendo tanto daño”. En la manifestación ha conocido a Viktor: “A veces estas cosas unen”, reflexiona Ibaya.
Viktor viene desde Polonia y hace poco más de dos días que llegó a España. Hasta entonces ha estado trasladando a refugiados ucranianos hasta la frontera de Polonia. “Mis amigos y yo tratábamos de ayudar a las familias que necesitan huir de Ucrania. No puedo decirte cuántos niños he visto cruzar la frontera. Están allí en shock, llorando, incluso cuando ya están en un lugar seguro muchos intentan huir. Es traumático”. Desde Ucrania son muchas las mujeres que salen del país haciéndose cargo de los niños y niñas, mientras tanto, los hombres ucranianos tienen que permanecer en el territorio a causa de la Ley Marcial y alistarse a las filas del ejército.
“Cuando estuve allí y vi eso por primera vez no pude parar de llorar”, narra Viktor al recordar a los niños que huían de Ucrania. El polaco vive en Cracovia, en el sur del país y desde allí se desplazaba hasta los límites del Estado para ayudar a quien lo pidiese. Una de las familias que huyó desde la ciudad de Járkov, la segunda más poblada de Ucrania, había estado cuatro días tratando de salir del país, escapando de las bombas. Él y sus amigos le cedieron su apartamento y decidieron venir a Tenerife. “Estamos tratando de ayudar, con comida, con ropa, con todo lo necesario, incluso con nuestros coches o casas. No sé por cuánto tiempo estaremos por Tenerife, hemos cedido nuestra casa a esta familia y no sé qué haremos ahora. No tengo idea”, explica.
Viktor se dedica al mundo audiovisual en Polonia. Durante los días en los que estuvo ayudando en la frontera confiesa que ha visto a cientos de personas de diferentes países europeos que se están desplazando a la frontera como voluntarios. “Mucha gente está haciendo todo lo posible para ayudar al resto, he visto a muchos alemanes desplazados hasta la zona”, relata. Llegan guaguas, trenes que tratan de sacar a la gente de las fronteras. No puedo describirte con palabras lo insano y cruel de lo que Putin le está haciendo a este país, a las mujeres o los niños que tratan de huir.
Zona de exclusión aérea
Junto a las pancartas de fin a la guerra, las reivindicaciones más repetidas son las del cierre del espacio aéreo. El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, ha pedido a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) que impusiera una zona de exclusión aérea en Ucrania para que este no sea tomado por Rusia. “Europa, cierra el cielo de Ucrania. Para el genocidio”, señala una de las cartulinas. Sin embargo, Putin ha afirmado que de tomarse esta medida sería considerada como una participación de la OTAN en el conflicto, como ya advirtió tras las sanciones económicas que los países europeos impusieron a Rusia.
“A veces solo conocemos otras banderas por situaciones como esta, qué triste”, reflexiona una de las asistentes a la manifestación que se ha celebrado este domingo. Allí está Irina, una joven ucraniana de 28 años que no para de llorar. “Lo siento, me ha emocionado por el homenaje a Ucrania”, escribe horas después de la concentración. Irina ha llegado a Tenerife acompañada con otra amiga ucraniana. Ambas invirtieron 200 euros en el billete de avión, pero ahora no sabe qué será de su situación aquí y busca un trabajo para poder costearse su estancia en Tenerife.
El resto del dinero que tenía se lo dejó a su familia. En Ucrania dejó atrás a su madre que está enferma y a su padre. Ella no puede salir del país porque su enfermedad se lo impide y eso hace que Irina no se sienta del todo a salvo. A su alrededor, mucha gente viste la camisa tradicional ucraniana con bordados en las mangas y en el cuello, decenas de banderas de la nación y cantan el himno oficial.
Ludmila tiene 70 años y nació en Ucrania. Es doctora y vive en Tenerife desde hace años con su familia. A la manifestación ha acudido con su hija y su marido, pero tiene otros muchos familiares que están siguen en el país. “Creíamos que esto era imposible, estamos en pleno siglo XXI”. Pero sigue pasando.
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