«He estado tres días sin comer ni dormir para refugiarme en Euskadi»

Diana Vasylysyna fue una 'niña de Chernóbil' y ahora es una de las primeras refugiadas ucranianas que llegan a Euskadi

Diario Vasco, DAVID S. OLABARRRI, 04-03-2022

Diana Vashylysyna llegó a la estación de autobuses de Bilbao a las 10 de la noche del miércoles. Allí le estaban esperando Nerea y Lucía. Sin mediar palabra, se fundieron en un abrazo y empezaron a llorar. Habían pasado más de seis días desde que Diana salió huyendo de las bombas que caían sobre Ivankiv, a 60 kilómetros de Chernóbil. Estaba agotada. Las tres se daban besos y seguían llorando. Sin poder articular palabra. Por fin Diana estaba a salvo.

Las organizaciones humanitarias calculan que la invasión rusa ha provocado, en apenas una semana, la salida de Ucrania de un millón de personas. Otro millón ha huido de las ciudades a pueblos pequeños. Se calcula que se trata ya del mayor éxodo en los últimos 75 años, desde la Segunda Guerra Mundial. Diana sólo tiene 21 años. Es la primera refugiada que llega a Bilbao y una de las primeras que alcanza Euskadi.

Ella es una de los «niñas de Chernóbil». Ha pasado temporadas en Bilbao desde los 3 a los 18 años con la idea de fortalecer su salud. Cada verano hacía las maletas contenta por volver a reunirse con César, Nerea, Natalia y su hija Lucía, su segunda familia.

Este, en cambio, ha sido el viaje más triste de su vida. Agotador y peligroso. Una huida en la que apenas había tiempo de llorar. Ni de descansar. Ni de comer. Lo único que importaba era cruzar cuanto antes la frontera con Polonia. Pero en lo único que podía pensar Diana era en lo que dejaba atrás: en su madre y en sus abuelos, que seguían allí. Bajo las bombas.

Odisea
Diana escapó el jueves, cruzó a Polonia el domingo y llegó a Bilbao el miércoles a la noche
La primera explosión en Ivankiv, la ciudad de Diana, se produjo al mediodía del jueves pasado. Después hubo muchas más. Los combates se estaban produciendo a las puertas de la central nuclear, que aún mantiene tres reactores activos. César le había llamado para decirle que se huyese a Bilbao y se reuniera con ellos. Las bombas seguían cayendo muy cerca. Ya no había agua corriente, ni luz eléctrica. Ella no quería abandonar a los suyos. Su madre y sus abuelos le dijeron que debía irse. «Nosotros ya hemos vivido la vida. Aquí no tenemos futuro», le dijeron.

Sobre las cinco de la tarde se escuchó una fuerte explosión a pocos metros de su casa. Su tío Serhii le telefoneó. «Tienes 30 minutos para hacer la maleta. Os llevo en coche a ti y a tu prima hasta la frontera». Diana metió algo de ropa en una pequeña maleta en apenas cinco minutos. Apenas le quedaban unos meses para licenciarse en la universidad y pensó que debía llevarse también sus libros de estudio. Lo que se le olvidó con las prisas fue el pijama. Su madre le dio dinero, dos baterías externas de teléfono móvil y unas pocas joyas para que pudiese cambiar por dinero o alimentos en caso de necesidad.

En la frontera se derrumbaron
Diana, Serhii y María partieron en dirección a Polonia. Todos los coches en la misma dirección. Lo normal es que el viaje hasta la región de Lviv, al oeste del país, sea de 8 horas. Tardaron 16. Allí debían coger un autobús. Se despidieron de su tío. Fue la única vez que lloraron hasta que cruzaron la frontera. Su tío trató de volver a su casa, pero los combates seguían extendiéndose y ya era imposible acceder a Ivankiv. Ahora vive en casa de un amigo.

El autobús que debía llevarles hasta la frontera apenas pudo avanzar unos kilómetros. La carretera estaba colapsada. Sobre todo había mujeres y niños. Los últimos 25 kilómetros los hicieron andando. Los controles eran constantes. Pasaban allí horas parados, de pie, hasta que les dejaban pasar. «No sentía los pies del frío que tenía».

Desesperación
En la huida, un hombre que no podía avanzar con su coche sacó una pistola para que le dejasen pasar
Pero las bajas temperaturas no fueron lo peor. Lo que le costará borrar de la memoria son las escenas y los gritos de desesperación de quienes que querían salir del país en esos primeros días de bombardeos. No olvida al hombre que no podía avanzar con su coche por el atasco y sacó una pistola y empezó a amenazar a la gente para que le dejarán pasar. Tampoco se le va de la cabeza la mujer que gritaba desesperada que su hijo estaba mal y que acabó enzarzándose en una pelea con otra madre que le decía que tenía que esperar como el resto. Como tampoco olvida al grupo de gente «extraña» que, ya en la frontera, llegó de madrugada y quería colarse a empujones ante los que esperaban su turno para salir del país.

Diana y María cruzaron la frontera el domingo, tres días después de dejar su casa. Habían estado casi 72 horas sin comer, sin apenas beber y sin dormir. Pero no tenían hambre ni sueño. Habían perdido la noción del tiempo. No sabían cuántos días habían pasado. Era como un bucle. Para esta joven, el día que empezaron a caer bombas del cielo, el día que tuvo que dejar su país y su familia para sobrevivir, no terminaba nunca.

Al otro lado de la frontera les estaba esperando un familiar que vive en Polonia. Se montaron en el coche y se derrumbaron. Rompieron a llorar. En cuanto el automovil empezó a moverse comieron un poco y se quedaron dormidas. Ocho horas después llegaron a Liberec, un pueblo de la República Checa. El martes se despidió de su prima, que se fue a Alemania con unos amigos. Diana cogió un avión en Praga, que después de una escala en Amsterdam, aterrizó en Madrid. Allí pasó otra noche. Por fin pudo hablar con su madre. «Están vivos».

Ayer fue su primer día en Bilbao. Fue a comprar cosas que le faltaban, pasó por un centro de salud para darse de alta en Osakidetza, se interesó por las clases de la escuela de idiomas e intentó empadronarse en el ayuntamiento. Encontró algunas dificultades. César reclama más flexibilidad a las administraciones para que los refugiados puedan seguir con su vida.

Diana le escucha con atención. Ya está a salvo. Pero tiene la mirada triste.

- Diana, ¿piensas volver a Ucrania?

- Mi país está destrozado. Aquí voy a estar bien. Pero yo quiero volver cuando todo esto se arregle.

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