«Estamos preocupados por los que se han quedado en Ucrania; mi suegro está deshecho»
El eibartarra Igor Martín y su suegro Stanislav, un ucraniano residente en Donostia, llegan hoy a Gipuzkoa tras conducir 5.000 kilómetros para rescatar a siete familiares
Diario Vasco, , 02-03-2022Cuando el eibartarra Igor Martín se fue el pasado verano de luna de miel a Ucrania junto a Tati, una ucraniana afincada en Donostia desde hace diez años, no imaginaba que siete meses después recorrería media Europa en furgoneta para volver al país para rescatar de una guerra a la familia de su esposa –su hermana Lilya, su prima Irina y cinco niños, porque los hombres no pueden dejar Ucrania– y ponerla a salvo en Gipuzkoa, adonde tienen previsto llegar este mediodía. En total, casi 5.000 kilómetros compartidos al volante junto a su suegro, Stanislav, también residente en San Sebastián. «Físicamente, el viaje te genera cansancio, pero mentalmente ha sido demoledor», explicaba ayer Igor desde un área de descanso en Alemania.
La alegría es contenida a bordo de la Mercedes Vito de nueve plazas que alquilaron el sábado a través de un amigo, una más del «montón de muestras de solidaridad» que Igor ha recibido en los últimos días. Van «contentos» y sobre todo «más tranquilos» al saberse fuera ya del radio de los bombardeos, pero conscientes de que dejaron en la diana bélica al resto de la familia: los maridos de Lilya e Irina, que por edad no tienen permitido abandonar Ucrania, y los padres y un hermano de Stanislav, quienes no quieren dejar el país. «Dicen que aguantarán en su tierra hasta el final, sea el que sea», explica Igor. «Mi suegro, con todo lo grande que es, está desarmado; es normal», empatiza.
La familia ucraniana reside en un pueblo a seis horas de Kiev, cerca de la frontera con Rumanía y Moldavia. Llegados a este caos bélico tan absurdo como surrealista, casi es preferible no dar el impronunciable nombre de la localidad. «Hay bastantes prorrusos y estos días ya ha habido algún altercado. Han marcado cruces en el suelo para señalizar dónde puede aterrizar Rusia sus helicópteros», apunta Igor. Su familiar está «oculto en un búnker».
ajo este clima y tras ver cómo el jueves y el viernes se habían sucedido los bombardeos y que a Lilya le dijeron en el banco en el que trabaja que lo iban a cerrar, la familia entendió el sábado que «no había otra opción que poner a salvo a los niños». Por fortuna, las comunicaciones con Ucrania han seguido funcionando y pudieron organizarse pronto. Igor saldría el domingo junto a su suegro en furgoneta para Ucrania, y en la frontera se juntarían con las dos jóvenes y sus hijos: los dos de Lilya, Yeva y Stanislav, de 3 y 7 años; y los tres de Irina, Solomia, de año y medio, y Yegor y Matvi, de 7.
LAS CLAVES
Medio Europa por carretera «Solo queríamos llegar y salvar a esta gente de una guerra delante de nuestras narices, en plena Europa»
Con lo puesto La familia llega a Gipuzkoa con solo dos mochilas y el zurrón lleno de dudas ante un futuro incierto
Igor, que se ha cogido vacaciones en la tienda de Orange en la que trabaja, y Stanislav atravesaron Francia, Alemania, Chequia y Polonia. Más de 2.300 kilómetros en 24 horas. «Nos turnamos conduciendo y solo paramos para repostar. Lo único que queríamos era llegar y sacar a esta gente de una guerra que está ocurriendo delante de nuestras narices, en plena Europa, y que no sabes cómo va a acabar». Esa inquietud mantuvo entero a Igor, que «solo» pudo ingerir «agua y una manzana».
Un día en el pasillo de un bus
«Lo peor» fue el tramo checo, sin cobertura para comunicarse y saber cómo iban las dos ucranianas que viajaban en sentido contrario con sus hijos. Sus maridos las acercaron en coche hasta unos 20 kilómetros de la frontera, donde se formaban «colas interminables» de ucranianos con la esperanza de eludir la guerra. A partir de ahí, los vehículos avanzan unos cinco kilómetros al día, así que mejor ir andando. Con cinco pequeños a su cargo, las dos mujeres iban ligeras de equipaje: una mochila cada una, unos sacos de dormir y mantas para protegerse de temperaturas bajo cero. La noche se les echó encima. Por suerte, vieron en un autobús a una conocida, a la que no costó convencer al chófer para que les hiciera sitio. El autocar iba abarrotado, así que los siete permanecieron «un día entero en el pasillo». Al llegar a la frontera en Lubycza Królewska, se bajaron, cruzaron a Polonia a pie y volvieron al bus, que las llevó a Huta Szumy, en la Galicia polaca. Aquí cogieron un tren hasta Katowice, lo que les dio «un alegrón» a Igor y Stanislav, al restarles 5 horas de viaje.
El reencuentro en Katowice fue «muy emotivo. Estás feliz por ver a salvo a la familia, pero a la vez preocupado por los que se han quedado». Desde Donostia, Tati les gestionó un apartamento en el que «descansar un poco». Su único colchón desde el sábado. «A las 7 de la mañana mi suegro ya estaba en pie, y partimos temprano», cuenta Igor. Para regresar evitaron Chequia, donde a la ida les multaron por no comprar los bonos obligatorios para usar sus autopistas. «No lo sabíamos».
Ahora desconoce lo que les deparará el futuro. «Aprendes a resolver los problemas según llegan», apunta. Unos amigos les han dejado una casa en Donostia para dos semanas. La familia tiene otra cerca de Torrelavega, donde también les han ofrecido ayuda. «Nos gustaría que se queden en Donostia, porque no saben castellano y así nos tendrían cerca». ¿Hasta cuándo tendrán que estar en Gipuzkoa?
(Puede haber caducado)