Miles de refugiados buscan techo en Polonia
El país, convertido en la principal puerta de salida para quienes huyen del conflicto bélico, habilita alojamientos en nueve zonas de la frontera
Diario Vasco, , 28-02-2022«No me lo puedo creer, estamos en Polonia, hemos salido con lo puesto y sin saber si volveremos algún día». Artium está desolado. La mirada perdida en las vías de la estación de Przemysl, localidad polaca del sureste del país en plena frontera que se ha convertido en refugio improvisado de miles de ucranianos que escapan de la guerra. De su mano tira sin mucho ímpetu su perra, Virgina, que respeta el dolor del dueño y apenas se deja notar. Las autoridades polacas elevan a casi 50.000 el número de refugiados en las primeras 48 horas de guerra, 5.000 de ellos han pasado por la estación de Przemysl.
«El primer día fue una oleada de gente, pero en el segundo día han sido cientos, está siendo menos caótico en este punto», asegura Olga, voluntaria de un grupo local que se ha organizado para dar la bienvenida a los recién llegados. «¿El motivo? Las fuerzas ucranianas paran los trenes y van vagón por vagón buscando a los varones de entre 18 y 60 años para llevarles a filas, por eso se ven tan pocos hombres», explica esta joven que, como las víctimas de esta tragedia, tampoco esperaba ver su ciudad convertida en refugio para los vecinos. Przemysl es un lugar tranquilo, destino turístico para escapar de las grandes urbes, pero ahora es también el corazón de la acogida polaca a las víctimas de la guerra.
Además de los trenes regulares, se suman «servicios especiales», el último de ellos llega con 340 minutos de retraso. «Y somos afortunados con estos retrasos, porque quien ha venido en coche puede pasar diez horas en el atasco, es horrible», apunta Leonard, que respira con alivio cuando pone un pie en Polonia y cuenta las horas para coger el vuelo que le lleve de vuelta a Estados Unidos, el país en el que reside desde hace unos años. «La guerra me sorprendió de visita y no creo que vuelva en una buena temporada. Putin está loco y es capaz de todo», sentencia antes de perderse en perderse en el andén entre sus compañeros de viaje.
Los países vecinos Polonia, Moldavia, Hungría y Rumania se han volcado en la ayuda a los refugiados. El territorio polaco es el refugio principal, ha retirado la necesidad de pasaportes biométricos y ha abierto nueve centros de acogida a lo largo de los 535 kilómetros de frontera. Allí se procura a los recién llegados comida y lugar donde dormir o transporte a los puntos del país donde puedan tener familiares. También hay médicos y psicólogos. El ministro de Interior, Mariusz Kaminski, aseguró que están dispuestos a acoger a «tantos como haya en nuestras fronteras», pero no se atrevió a dar una estimación. Kaminski dijo además que tienen un dispositivo listo para recibir a «miles de heridos» si fuera necesario.
Dolor y recuerdos de 2014
Las historias en la sala de espera de la estación se repiten. Confusión, miedo, incertidumbre y dolor, mucho dolor. Natasha te mira con los ojos llorosos, tiene muy fresco lo que pasó en el país en 2014 y 2015, entonces vivía en el oeste del país, y por eso no ha dudado en coger a su hija y subirse en el primer tren en el que ha encontrado billetes, que no es tarea sencilla. «En Lviv los aviones sobrevuelan la ciudad, escuchamos explosiones y sabemos que pueden venir en cualquier momento, por eso nos hemos ido», el llanto le obliga a parar. «Hemos dejado allí a los abuelos, no han querido irse de su casa», cuenta sin poder terminar la frase.
OTROS REFUGIOS:
Éxodo masivo. El flujo migratorio de ucranianos es constante y superarían los 70.000.
Moldavia. A Moldavia han llegado en torno a 20.000 personas. De ellas, 386 han pedido asilo.
Rumanía. Más de 10.000 refugiados han llegado a Rumanía. 3.600 han continuado a otros países como Bulgaria.
Eslovaquia. La frontera de Eslovaquia, que ha registrado unas 7.500 entradas, cuenta con cuatro nuevos centros de acogida.
La estación es también punto de reunión para aquellos que salen del país a pie. Billy repasa las últimas horas de su vida y no se lo puede creer, le parece una película. Pese a la recomendación de EE UU de abandonar el país, «yo me fie de la llamada a la calma del Gobierno de Ucrania y ahora me arrepiento. Después de 14 kilómetros caminando y una noche a la intemperie vuelvo a recuperar la respiración. En Ucrania ya no hay lugar seguro», declara.
La inmensa mayoría llega a Polonia, pero hay también quienes hacen el camino inverso. Es el caso de Igor, que regresa a casa «para luchar por la patria», afirma con orgullo. Cabeza rapada, mochila de camuflaje con la bandera nacional y sin ganas de muchas palabras, como los tres compañeros que le acompañan y que no quieren hablar co n la prensa. Acuden a luchar contra un enemigo con una fuerza incomparable dejando atrás el calor de la estación de Przemysl.
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