De Vox a Le Pen y Orbán: los afectos a Rusia dividen a la ultraderecha europea
Los de Abascal mantienen una postura ambigua sobre las relaciones con Moscú. Mientras que Polonia y Le Pen representan los dos extremos de la extrema derecha. Los primeros abominan a Putin; la segunda lo admira y defiende.
Público, , 04-02-2022El pasado fin de semana, las principales fuerzas de la extrema derecha europea se daban cita en Madrid apadrinadas por Vox. Santiago Abascal extendió la alfombra roja de la capital para recibir al húngaro Víktor Orbán, al polaco Mateusz Morawiecki o a la francesa Marine Le Pen. Desde hace meses, las formaciones ultras se reúnen de forma periódica para “reflexionar sobre el futuro de Europa”. Su objetivo final es la formación de una nueva familia en el Parlamento Europeo que les cobije bajo las mismas siglas para contar con más poder en la UE. Pero las divisiones internas han hecho que, de momento, esta meta sea una quimera.
La crisis ucraniana y las relaciones con Rusia han dejado patente las fracturas de la ultraderecha europea. El martes, el primer ministro polaco visitaba Kiev para blindar todo su apoyo a Ucrania. Ese mismo día, Orbán descorchaba champagne en el Kremlin y brindaba con Vladimir Putin. Varsovia y Budapest, las dos capitales iliberales de la UE que se encuentran con los fondos europeos paralizados por sus afrentas a los valores fundamentales, son los líderes de Visegrado. Y la tensión en Ucrania ha hecho saltar por los aires la unidad del foro del Este.
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Mientras el primer ministro polaco visitaba Kiev, Orbán brindaba con Vladimir Putin
Orbán se ha erigido como el gran aliado europeo del presidente ruso. Hungría fue el primer país de la UE en adquirir la vacuna rusa Sputnik. En la reciente visita a Moscú, su objetivo principal era sellar nuevos acuerdos energéticos con el Kremlin. Hungría obtiene ya el gas ruso cinco veces más barato que sus socios europeos. Y está negociando el establecimiento de una planta nuclear financiada con dinero ruso. Pero a estos intereses internos se unen los tradicionales intentos del premier magiar de debilitar y dividir a la UE, una ambición que comparte con Putin. Durante la reunión, Orbán enfatizó que nadie en Europa quiere la guerra, pero evitó elevar las críticas a un líder por el que siente cierta admiración. De hecho, la polémica ley anti-LGTBi húngara, que prohíbe hablar de homosexualidad en colegios y lugares públicas, es una réplica de la que ya impulsó Putin años atrás.
El pasado fin de semana, las principales fuerzas de la extrema derecha europea se daban cita en Madrid apadrinadas por Vox. Santiago Abascal extendió la alfombra roja de la capital para recibir al húngaro Víktor Orbán, al polaco Mateusz Morawiecki o a la francesa Marine Le Pen. Desde hace meses, las formaciones ultras se reúnen de forma periódica para “reflexionar sobre el futuro de Europa”. Su objetivo final es la formación de una nueva familia en el Parlamento Europeo que les cobije bajo las mismas siglas para contar con más poder en la UE. Pero las divisiones internas han hecho que, de momento, esta meta sea una quimera.
La crisis ucraniana y las relaciones con Rusia han dejado patente las fracturas de la ultraderecha europea. El martes, el primer ministro polaco visitaba Kiev para blindar todo su apoyo a Ucrania. Ese mismo día, Orbán descorchaba champagne en el Kremlin y brindaba con Vladimir Putin. Varsovia y Budapest, las dos capitales iliberales de la UE que se encuentran con los fondos europeos paralizados por sus afrentas a los valores fundamentales, son los líderes de Visegrado. Y la tensión en Ucrania ha hecho saltar por los aires la unidad del foro del Este.
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Mientras el primer ministro polaco visitaba Kiev, Orbán brindaba con Vladimir Putin
Orbán se ha erigido como el gran aliado europeo del presidente ruso. Hungría fue el primer país de la UE en adquirir la vacuna rusa Sputnik. En la reciente visita a Moscú, su objetivo principal era sellar nuevos acuerdos energéticos con el Kremlin. Hungría obtiene ya el gas ruso cinco veces más barato que sus socios europeos. Y está negociando el establecimiento de una planta nuclear financiada con dinero ruso. Pero a estos intereses internos se unen los tradicionales intentos del premier magiar de debilitar y dividir a la UE, una ambición que comparte con Putin. Durante la reunión, Orbán enfatizó que nadie en Europa quiere la guerra, pero evitó elevar las críticas a un líder por el que siente cierta admiración. De hecho, la polémica ley anti-LGTBi húngara, que prohíbe hablar de homosexualidad en colegios y lugares públicas, es una réplica de la que ya impulsó Putin años atrás.
El PiS polaco es la mayor delegación de la familia de los Conservadores y Reformistas, donde se enmarca el español Vox. Pero la formación ultra española se niega a pronunciarse sobre su postura hacia Putin, con el que comparten los valores de tradición, religión y conservadurismo. Los de Abascal no siguen el mensaje duro de sus aliados polacos e insisten en que la UE debe responder a las amenazas rusas con unidad y contundencia. Una unidad y contundencia que dista de su posicionamiento natural sobre la UE. Si hay algo que une a todas las formaciones de extrema derecha es su anhelo por crear una Unión de Estados en la que Bruselas quede cuasi huérfana de competencias.
Vox calla; Le Pen abraza
Vox mantiene una postura ambigua con Moscú, que se resume en las palabras pronunciadas por su eurodiputado Herman Terstch en el Pleno hace unos meses: “Llevamos 20 años demostrando que Putin no es fiable. No respeta el Derecho internacional ni las convenciones ni, por supuesto, los derechos humanos, ni dentro ni fuera de Rusia: desde los asesinatos de miembros de la oposición o el encarcelamiento de Navalny a la invasión y anexión de Crimea; desde las operaciones de desinformación con Puigdemont y separatistas catalanes a las agresiones a Ucrania o provocaciones al Báltico. Son muchos los obstáculos, hoy por hoy insalvables, que ponen al presidente Putin en unas relaciones que podrían ser y deberían ser mucho más intensas y beneficiosas para ambas partes. La Unión Europea ha de ser firme y estar unida frente a la Rusia de Putin”.
Diferentes intereses nacionales y estratégicos con Rusia hacen saltar las costuras de la extrema derecha europea
El comunicado de la conferencia de Madrid se saldó con esta contundente frase que sí carga con fuerza contra el Kremlin: “Las acciones militares de Rusia en la frontera oriental de Europa nos han conducido al borde de una guerra”. Marine Le Pen, la líder de la ultraderecha francesa, fue la única que se desmarcó de este párrafo. La presidenta de Reagrupación Nacional se justificó alegando que no quería influir en las negociaciones directas que Emmanuel Macron está llevando a cabo con el presidente ruso para apaciguar los ánimos ante los tambores de guerra.
La Base analiza el conflicto en Ucrania y la posible participación de España en un conflicto militar
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PÚBLICO TV
2/2/22-La líder de extrema derecha francesa Marine le Pen habla durante una conferencia de prensa en Bruselas, Bélgica (22/10/2021).
La líder de extrema derecha francesa Marine le Pen durante una conferencia de prensa en Bruselas, Bélgica (22/10/2021). — Hatim Kaghat / EUROPA PRESS
Lo cierto es que la ultraderechista gala es uno de los ojos que mejor mira al presidente ruso, por el que se dice que siente cierta fascinación. A ambos líderes les une su escepticismo al multilateralismo, a la globalización y a la UE y hacen de la agenda nacionalista uno de sus marcas de identidad política. Pero más allá de los afectos ideológicos, su partido, el por entonces Frente Nacional, obtuvo en 2014 un crédito millonario de un banco ruso tras estar asfixiado por las deudas. Durante los últimos años, Le Pen ha respaldado la anexión de Crimea por parte de Rusia y se ha mostrado contraria a las sanciones que la UE y la comunidad internacional imponen a Moscú por ello. Mismo sendero habría seguido la Lega de Matteo Salvini en Italia, quien habría recibido millones de euros de petroleras rusas para financiar las elecciones europeas.
Diferentes intereses nacionales, estratégicos o económicos con Rusia hacen saltar las costuras de la extrema derecha europea. Las distintas posturas hacia el Kremlin son una de las piedras en el zapato que imposibilitan la creación de una familia europea ipso facto.
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