El Papa se hace cargo de una familia de Afganistán para que puedan operar el labio leporino a su hijo
Los conoció durante su visita a Lesbos en diciembre. Llevaban tres años en el campo de refugiados
ABC, , 23-12-2021El Vaticano reservó a Amir Ali y su familia los mejores asientos para la audiencia general del Papa de este miércoles, y han podido seguirla en primera fila. Pero Amir se pasó casi todo el tiempo durmiendo. Es lo normal para un bebé de poco más de un año. Sin embargo, su madre, Zahra, lo siguió todo con los ojos bien abiertos y se lo contará dentro de unos años.
El 5 de diciembre, cuando les dijeron que un líder religioso, el Papa Francisco, vendría a visitarles en el campo de refugiados de Mavrovouni, en Lesbos, ella se abrió paso hasta una de las barreras para conocer a aquel hombre vestido de blanco que venía desde Roma.
Francisco recorrió a pie aquel lugar impregnado de historias de dolor, de recuerdos de guerra y violencia, y de meses de humillante espera sin respuesta.
Sin intérpretes ni protocolos, el Papa saludó a cientos de refugiados de países como Siria, Afganistán y Congo que iba encontrando a su paso.
El pequeño Amir Ali llevaba un abrigo blanco y estaba en brazos de su madre. El Papa le sonrió, lo acarició, y no dijo nada más. Siguió adelante, saludando a otros refugiados, pero tomó nota de que Amir tenía el labio leporino. En estos casos, es vital comenzar el tratamiento cuanto antes. Por eso, ya antes de abandonar el campo, Francisco se puso a disposición de esta familia para ayudarles.
A través de la Comunidad de San Egidio, les localizaron y les propusieron viajar a Roma en el primer corredor humanitario para que pudieran tratarlo en el hospital pediátrico del Vaticano. La invitación no se limitaba al bebé, era mucho más ambiciosa: Francisco se comprometió a sostener a esta familia hasta que tengan un empleo estable y sean autónomos.
Amir, sus padres y sus tres hermanos llegaron el lunes al aeropuerto de Fiumicino de Roma. El martes los médicos visitaron al pequeño. Y el miércoles abrazaron a Francisco.
Durante el encuentro en Lesbos, sólo unos segundos, Zahra tenía los ojos llenos de lágrimas y no pronunció ni una palabra. Este miércoles en el Vaticano, sonreía y hablaba con dulzura. Su marido, conmovido, miraba al Papa y se llevaba una mano al corazón.
Son afganos, de la etnia de los tayikos. Llevaban tres años esperando en Lesbos. Tres largos años atrapados en una especie de limbo burocrático sin noticias de su solicitud de asilo. Hasta que les vio el Papa.
Cuando les ha visto en el gran salón de audiencias del Vaticano, Francisco se les ha acercado y no ha permitido que Zahra se pusiera de pie. No quería despertar a Amir.
«¿Cuándo lo operan?», les ha preguntado. «El lunes 27», ha explicado la intérprete. «Aunque ya hoy lo ingresan para empezar a hacerle las pruebas».
El Papa ha conocido también a los hermanos del bebé, que, muy sonrientes, inmortalizaban el momento con sus móviles. «Este es un pequeño futbolista», bromeaba la intérprete.
«Pray for me. Rezad por mí», les ha pedido el Papa con un gesto, juntando las manos. Antes de despedirse, les ha hecho una propuesta: «¿Puedo hacerme una foto con toda la familia?». «Es una familia muy valiente», le explicaba mientras tanto la italiana de San Egidio que les está acompañando en esta fase. «Dentro de poco se mudan a la nueva casa. Un nueva vida».
No pudieron entenderlo, pero minutos antes el Papa había hablado de ellos antes de concluir la audiencia general.
«En Chipre y Grecia pude comprobar la humanidad herida de los refugiados y los migrantes. Allí constaté que unos pocos países europeos están soportando la mayor parte de las consecuencias de este fenómeno migratorio en el Mediterráneo, cuando requiere una responsabilidad compartida por todos, de la que ningún país puede eximirse, porque es una cuestión de humanidad», denunció Francisco.
«Gracias a la generosa apertura de las autoridades italianas he podido traer a Roma a un grupo de personas que conocí durante mi viaje: hoy algunos de ellos están aquí entre nosotros. ¡Bienvenidos!», dijo mirando hacia Amir Ali y su familia.
«Es un gesto pequeño, que espero que sirva de estímulo para los demás países europeos, para que permitan a la Iglesia local hacerse cargo de otros que necesitan urgentemente ser reubicados, acompañados, promovidos e integrados», explicó.
«Hay muchas iglesias, congregaciones religiosas y organizaciones católicas que están dispuestas a acogerlos y acompañarlos para que se integren de modo fructífero», aseguró el Papa. «Sólo hace falta abrir una puerta, ¡la puerta del corazón! ¡No dejemos de hacerlo esta Navidad!», pidió.
Llevan pocas horas en Roma, pero los tres hermanos de Amir ya están estudiando italiano. Ni ellos ni sus padres entendieron esta vez las palabras del Papa. El pequeño dormía tranquilo, y ni siquiera las escuchó. Es fácil imaginar que en aquellos instantes se agolpaban los recuerdos. Una de las pocas cosas que han traído a Roma y que querían enseñar a Francisco, eran fotografías de quienes siguen en Lesbos, esperando respuesta. Buscarán las palabras en italiano para contarle sus historias la próxima vez que lo vean.
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