Los españoles de posguerra que rehicieron sus vidas en Venezuela y siguen allí
El puerto de La Guaira, próximo a Caracas, recibió durante los años 50 y 60 a miles de españoles que viajaban en busca de bienestar. Ahora, muchos de ellos continúan allí gracias a una ayuda que concede el Gobierno español para paliar la grave situación del país
ABC, , 15-12-2021Entre 1950 y 1960 Venezuela gozaba de reconocimiento, riqueza y estabilidad. La prosperidad en la llamada ‘Venezuela saudita’ o ‘la millonaria de América’ atrajo a cientos de miles de españoles que vieron cómo, tras la Guerra Civil, la pobreza y el hambre llamaron a su puerta. Gallegos y canarios, en su inmensa mayoría, vieron en el país petrolero un punto de partida para rehacer sus vidas y darles a sus hijos un mejor futuro. El puerto de La Guaira, un estado costero cercano a Caracas, recibió en aquella época a los inmigrantes europeos, en su mayoría españoles, que habían tomado la decisión de reescribir sus destinos. Cada uno de ellos cruzó un océano entero durante al menos 15 días con el corazón hecho pedazos, porque atrás dejaban a su familia, de la que se despidieron con un ‘hasta pronto’ y con la promesa de reencontrarse nuevamente, pero esta vez en Venezuela.
Unos 7.258 kilómetros separan España de Venezuela. Caracas recibió a los españoles que encontraron en ella un ambiente que invitaba a olvidar las noches frías y los días largos de trabajo. En las calles de la capital venezolana resonaba entonces la música de Billo’s Caracas Boys, incluso algún pasodoble de su tierra. Los días festivos fueron borrando la ansiedad que se vino en la maleta de muchos.
«Llegué con 27 años. Mi esposo ya estaba en Venezuela trabajando como albañil, me pidió que me viniera y lo hice sola. Dejé a mis tres hijos», recuerda Aurora Castro de Duarte, de 90 años, mientras busca en los recovecos de su memoria. «Lloré todo el viaje. Fueron 15 largos días en barco. No quería ni comer. Solo pensaba en mis hijos», lamenta. Pero al instante recuerda que ahora en Venezuela tiene ocho nietos, cuatro bisnietos y otro que nacerá pronto.
Cumpliendo su promesa.
Aurora y su esposo nacieron en Galicia. No olvidó nunca que él trabajó duro y buscó un lugar para vivir donde ella se sintiera como en casa. Aún así, Aurora solo quería a sus hijos con ella. Mientras tanto, el joven matrimonio vivió en la conserjería de un edificio en Caracas: «Venezuela me gustó desde el primer momento. Me dediqué a planchar y a limpiar. Lo mismo hacía en España», dice. Pronto sus hijos llegarían para llenar ese espacio vacío que había quedado en su corazón.
María Dolores Duarte (68 años) se reencontró con su madre cuatro años después. Sin embargo, ella y sus hermanos se resistieron. «Yo no quería. Mis hermanos y yo decíamos que cuando tuviésemos dinero nos iríamos de nuevo a España para estar con la abuela». Los hijos de Aurora viajaron de La Coruña hasta Caracas en avión en 1966, recuerda esta, obligando a su difunto esposo a hacer un gran esfuerzo económico. Dolores tenía 12 años, y sus hermanos 11 y 8 años. A su país regresó en 1982 de visita.
Aurora Crespo (arriba) llegó a Venezuela los 27 años. Ahora tiene 89 años y posa junto a su hija Dolores Duarte, de 68. Ambas son de Galicia – YMARÚ ROJAS
«España vela por mi salud»
Aurora y su hija Lola se benefician de las ayudas que ofrece el Gobierno español para los antiguos emigrantes que carecen de recursos suficientes. Como es su caso. Ambas gozan de un servicio médico de la Fundación España Salud (FES), que depende del Ministerio de Asuntos Exteriores. «Sufro de artritis reumatoide y de tiroides. Soy una paciente complicada, pero me han ayudado con mis medicinas y a mi madre también en todo lo que ha necesitado», explica Lola.
La FES fue creada en el primer gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para dar asistencia a los españoles residentes en Venezuela como una propuesta del entonces consejero de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social de la Embajada de España en Caracas, José Francisco Armas Pérez. Según fuentes consultadas por este diario, la iniciativa de Armas buscaba conquistar el voto de los cientos de miles expatriados en favor de los socialistas de su tierra natal, Gran Canaria. Tras el paso de Mariano Rajoy por el ejecutivo, fue restituido en su nuevamente con la llegada al poder de Pedro Sánchez.
En el Consulado en Caracas hay 150.149 españoles registrados, según la Oficina de Información Diplomática, a pesar de que por la crisis humanitaria muchos han tenido que regresar a España. La Fundación España Salud atiende a un total de 6.690, lo que representa apenas un 4 por ciento del censo. De acuerdo con Isabel Duarte, gerente de asistencia sanitaria y farmacológica de la Fundación, lo que se busca es brindar asistencia sanitaria y farmacológica a través de la atención primaria de salud, el suministro de medicamentos, plan de hospitalizaciones, etc. En todo caso, la prestación de asistencia médica subvencionada a los emigrantes españoles es de 827,97 euros anuales por persona, según reflejó el BOE en 2020.
Olga Martín, de 65 años, también salió de Galicia obligada. Al país llegó con 11 años y recuerda que la rebeldía la invadió: «Yo no quería estar aquí y a pesar de la situación que atravesaba España en ese momento, mis hermanos y yo nunca pasamos hambre». Los padres de Olga se fueron a Venezuela cuando ella tenía apenas 5 años. De la despedida de su madre poco recuerda, pero jamás olvidó que su padre le dejó cinco pesetas para que sintiera que tenía mucho dinero. «Mis padres se casaron muy jóvenes, con 19 y 20 años, pusieron un puesto de frutas en el mercado y así nos criamos. Pero el invierno en Galicia era muy fuerte».
Olga Martín recuerda que sus padres escogieron Venezuela por la posibilidad de encontrar trabajo – YMARÚ ROJAS
Su vida en Caracas comenzó en 1967 cuando se bajó del trasatlántico Montserrat en La Guaira. Aunque renegaba de la decisión de sus padres, sabía que querían lo mejor para ella y sus hermanos. «Mis padres escogieron Venezuela porque su gente es muy cordial y se conseguía trabajo rápidamente», relata. Dicho y hecho, al día siguiente sus progenitores habían encontrado trabajo. «Ellos buscaron en casas de familias: mi papá fue chofer y mi mamá, cocinera», comenta mientras recuerda a la familia alemana que les dio su primera oportunidad.
Gallegos y canarios
En su viaje por el pasado, Olga se tropezó con el devastador terremoto de Caracas que estremeció los suelos de la ciudad. «Esa noche yo estaba viendo la televisión y pasaron un alerta de un seísmo en Colombia, pero yo no me enteraba de nada. A los tres minutos todo comenzó a temblar». Después de estar 15 días en un refugio, la familia regresó a su casa en La Candelaria –al norte de Caracas– considerada la pequeña Galicia-. Su vivienda no había sufrido daños. Caracas fue sorprendida por un gran terremoto de magnitud 6,5 el 29 de julio de 1967. Quienes lo vivieron cuentan cómo escucharon el suelo crujir y cómo la desesperación y el miedo les congelaba los huesos. El terremoto se saldó con 236 muertos y 2.000 heridos.
Juan Delgado pisó Venezuela en 1961, con 16 años. Desde que dejó atrás las Islas Canarias no dejó de trabajar. «No olvido mi tierra, pero mi vida la comencé en Venezuela». Juan se dedica al comercio, y en Caracas conoció a Pilar Crego, otra joven española que estaba igual que él, adaptándose a su nuevo hogar. Bailando pasodoble se enamoraron y de su relación nacieron sus tres hijos y sus nietos. Ahora ambos tienen 76 años y han echado raíces en la populosa Caracas.
«Yo me vine obligada. Apenas llegué, me quería ir. No me gustaba Venezuela», comenta Pilar, quien confiesa con ironía que fue la única que decidió quedarse en el país sudamericano cuando su familia regresó a España años después. «Yo fui feliz en España cuando era niña, aunque sí es verdad que pasé muchas necesidades, pero soy feliz en Venezuela». Al igual que sus compatriotas, Pilar y Juan cruzaron el océano porque «las cosas no andaban bien en nuestro país».
El matrimonio regresó hace un mes de España, donde estuvieron de vacaciones para reencontrarse con la familia. «Pasamos cuatro meses y ya yo estaba desesperada. Quería volver a mi casa, a mi país, porque no desmerezco España, pero yo soy de Venezuela», dice Pilar, apoyada entre risas por su esposo.
En la tierra de sus padres
Pilar y Juan tienen a dos de sus tres hijos en España: uno en Tenerife y otro en Madrid. Cuentan que aquí son felices. La noticia los sorprendió, pero no dudaron en apoyarlos. Creen fervientemente que si sus hijos disfrutan de una mejor calidad de vida ellos estárán «más tranquilos, aunque lejos estén».
Para Olga, España será la opción de su familia para migrar. En sus planes no está hacerlo en el corto plazo. Pero no ganas no le faltan. «Yo no me he ido porque mis hijos están acá. A veces quiero irme y a veces no. Todos mis hijos están en Venezuela aunque en España hay mejor calidad de vida. Pero si nadie se va yo tampoco me iré», sentencia.
La acuciante crisis venezolana ha expulsado a más de seis millones de compatriotas del país. España es uno de los países más solidarios con la migración venezolana y los hijos de inmigrantes españoles prefieren regresar a la tierra de sus ancestros. «Yo no pensé que algún hijo mío se iría», lamenta Dolores entre lágrimas. «Pero donde ellos se sientan bien, yo estaré tranquila».
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