¿Cómo es posible que a la pobre gente que viene buscando una vida mejor se les trate en muchas ocasiones como si fuesen animales? Sí, como animales y no como personas humanas como tú y como yo. Me acuerdo, por ejemplo, de todos esos refugiados y refugiadas en la frontera entre Polonia y Bielorrusia. ¿Cómo se puede tratar a toda esa gente así? ¿Dónde está la misericordia y la caridad con ellos? Pongámonos en el lugar de estas personas y preguntémonos: ¿Nos gustaría que a nosotros nos tratasen de esa manera? Lo que ocurre es que, para muchos, esta gente resulta una molestia y prefiere seguir rodeada de comodidades y buena vida. Tengamos compasión por ellos y acojámoslos con amor. Recordemos lo que nos dice Jesucristo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí». (San Mateo 18,1-5 10. 12-14).