La visita a las Islas de José Luis Rodríguez Zapatero resulta del todo propicia para reforzar el papel de la seguridad en las Islas, tanto con la inmigración como con los controles en frontera.

Los atentados ayer en Bombay (Zapatero visitó la pasada semana La India) han puesto de manifiesto la vulnerabilidad del planeta a los actos terroristas. Nadie está exento de la amenaza: Nueva York, Casablanca, Madrid, Bali, Londres…, son las ciudades azotadas por la sangre de miles de víctimas.

La presencia del jefe del Gobierno durante dos días en las Islas, prueba que la seguridad de Canarias es un asunto de Estado de extrema prioridad y urgencia. El Archipiélago vive única y exclusivamente de su imagen exterior y hoy, por desgracia, el mundo se hace inmensamente pequeño para esa lucha encarnizada entre los megapoderes y las micropotencias, tal y como ponía de manifiesto recientemente el director de Foreign Policy, Moisés Naím.

Canarias se resituó ayer en el mapa de las grandes alianzas diplomáticas con la inyección de fondos (los programas europeos son variopintos y amplios) y la marcada voluntad política por frenar la inmigración ilegal, pero, por encima de cualquier otra circunstancia, Canarias está expuesta de forma sensible, por su condición de archipiélago turísticos, a las ondulaciones de los estados en materia de seguridad. Los atentados en La India (de nuevo, un día 11) arrastran un macabro efecto sobre el turismo y cambian por completo nuestra mirada hacia el fenómeno migratorio.

El empantanamiento del conflicto del Sáhara Occidental es una preocupación creciente para la zona. El presidente del comité real para los territorios del Sur, Jalihenna Uld Rachid, alertó de la talibanización de El Sahel, con la llegada de millones de nigerianos chiítas que huyen de su país (envuelto en una virtual guerra civil) con capacidad para comprar armamento a cualquier precio. La situación de torna muy seria y lo mejor que puede ocurrir es gozar de la protección del Estado.