«Gracias a los inmigrantes que sirven a la Patria»

ABC, 12-07-2006

TEXTO: DOLORES MARTÍNEZ FOTO: ERNESTO AGUDO

MADRID. Jorge Arnaldo Hernández, caballero legionario de la II Bandera de la Brigada Paracaidista, muerto en acto de servicio en Afganistán, recibió ayer los honores militares en un funeral tan sencillo como humilde fue su vida en Perú, país donde nació hace 26 años. En la homilía, el arzobispo general castrense, Francisco Pérez González, elogió al militar y en él personificó la «entrega y el servicio de los inmigrantes iberoamericanos a la Patria».

En la base Almogávares VI, sede de la II Bandera de la Brigada Paracaidista (Alcalá de Henares), se celebró el funeral por el militar asesinado el pasado sábado en un «atentado premeditado» en Afganistán. Su mujer, Zaira Vilma Jiménez, estaba rota por el dolor y su cara, ayer, era el espejo de la tristeza. Con ella llegó hace unos cuatro años a España en busca de una vida mejor y en el Ejército encontró el camino para ayudar también a sus padres y siete hermanos, que viven en el poblado de Chapica – Campana, en la provincia de Piura. La última vez que el soldado Hernández habló con su madre, Luzmila, fue el pasado 11 de junio, el día que partió junto a compañeros de la Brigada Paracaidista hacia Afganistán como miembro de la coalición internacional, misión que el Gobierno de Zapatero mantendrá.

En el patio de armas, la Bripac despidió al soldado con oraciones, himnos y salvas. En la entrada al pabellón principal, a la derecha, hay una placa de granito con la inscripción: «Triunfar o morir». Bajo ella sentaron a los familiares y amigos de Jorge Arnaldo Hernández. Enfrente, a la izquierda, junto a otra placa en la que se lee «Dios, Victoria y Honor», estuvieron las autoridades políticas y militares, entre ellas el presidente del Gobierno.

José Luis Rodriguez Zapatero, en helicóptero, llegó diez minutos antes de que comenzara el funeral por el alma del soldado Hernández, cuyo cuerpo fue velado toda la noche por sus familiares, amigos y compañeros paracaidistas. Antes que el jefe del Ejecutivo llegaron el ministro de Defensa, José Antonio Alonso; el líder del PP, Mariano Rajoy, y la presidente la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, que abrazó a la viuda. En ese momento, los compañeros del fallecido esperaban ya en formación.

El féretro, seguido por tres coronas de rosas y claveles rojos, fue portado a hombros por ocho militares, que lo depositaron sobre un túmulo frente a la puerta del pabellón principal de la Bripac, donde fue instalado un altar. En la misa, el arzobispo general castrense, Francisco Pérez González, recordó la procedencia humilde del soldado Hernández, su carácter callado y disciplinado y la «forma tan cruel en la que murió». Lo elogió con palabras de reconocimiento a su labor. Y así dijo: «Os agradezco a todos aquellos inmigrantes iberoamericanos que, como Jorge Arnaldo Hernández, se unen a las Fuerzas Armadas para ponerse al servicio de la Patria».

Durante la ceremonia, la joven viuda rompió en llanto en varias ocasiones y encontró consuelo en el hombro de su cuñada – casada también con un soldado de la Bripac – y en la mirada del capitán de la compañía a la que pertenecía su marido.

Terminada la misa, Rodríguez Zapatero entregó a la mujer del soldado la bandera nacional que cubrió el féretro, la boina negra del paracaidista y la cruz al mérito militar con distintivo amarillo. El presidente del Gobierno la abrazó y le dijo palabras de consuelo, y ella sólo pudo responderle con su llanto.

Poco más tarde, mientras las autoridades civiles y militares se introducían en los coches oficiales, Zaira Vilma Jiménez, acompañada por familiares y amigos – no superaban la veintena – siguieron el ataúd hasta que fue introducido en el coche fúnebre por militares paracaidistas. La viuda, que llevaba en sus manos la bandera nacional plegada, la condecoración y la boina negra, al despedirse de uno de sus conocidos le dijo: «Señora, yo volveré al trabajo pronto».

Largo viaje

Zaira Vilma Jiménez viajó ayer a Lima en el mismo avión en que fue repatriado el cuerpo de su marido y que partió de la Base de Torrejón de Ardoz. Desde la capital peruana, en otro avión se trasladarán a Piura y desde allí en carroza fúnebre hasta Chapida – Campana, donde viven los padres del militar.

Un familiar grabó en vídeo el funeral con el único objetivo de que la madre del soldado Hernández, Luzmila, pueda ver cómo «España despidió a su hijo». También para que lo vea el séptimo de sus hermanos, Segundo Alexander, de tres años, al que el paracaidista no llegó a conocer.

El embajador del Perú, Armando Lecároz, agradeció al Gobierno «el trato que han dado a la familia del soldado» y el «cariñoso» homenaje que ayer le rindieron sus compañeros.

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