Constatan la llegada «constante» de migrantes a los municipios de la comarca
Asociaciones reclaman más trabajo por parte de las administraciones y piden responsabilidad ante un racismo «difícil de erradicar»
El Correo, , 09-11-2021Cerca de 250.000 personas que han nacido fuera de nuestras fronteras residen en Euskadi. Según se desprende de un estudio del Observatorio Vasco de Inmigración, Ikuspegi, entidad que analiza e investiga el fenómeno migratorio y realiza propuestas de actuación para las políticas públicas, más de 7.500 de estos ciudadanos estaban el año pasado empadronados en municipios de Nervión-Ibaizabal, un área geográfica con más de 100.000 habitantes. Este sector de la sociedad representa cerca del 8% de la población de la comarca. En Basauri, el municipio con mayor número de habitantes (supera los 40.000), residen 3.535 vecinos de nacionalidad extranjera, en Galdakao, con 29.427 vecinos empadronados, 1.764 provienen de otros países. En Arrigorriaga son 816 y en Etxebarri 626.
En cuanto a la procedencia, la radiografía se repite en prácticamente todos los municipios y la mayoría llegan de países de Sudamérica, especialmente Colombia y Bolivia, y, en menor medida, de África y Asia. La pandemia ha repercutido en un retroceso significativo del flujo migratorio respecto a años anteriores, que poco a poco comienza a reactivarse, según avanza el estudio de Ikuspegi. Desde las asociaciones de la comarca que trabajan en pro de la integración social de quienes llegan de otros países, como Errefuxiatuak Arrigorriaga, aseguran que, en estos momentos «está llegando un flujo de gente migrante bastante constante», detalla Álvaro Salazar, miembro de la agrupación. «No son los niveles de hace un par de años, pero está creciendo el número de manera considerable», incide el responsable de esta entidad, que comenzó hace tres años con un proyecto de acogimiento, ‘Arrigorriaga Harrea’, por el que han pasado 22 personas, ocho de Costa de Marfil, cinco de Guinea Conakry, cuatro de Camerún, tres de Senegal y dos de Mali.
El último barómetro de Ikuspegi refleja también que la sociedad vasca es cada vez más tolerante y solidaria con la población extranjera, alcanzando 66,09 puntos sobre 100. A priori una buena nota, pero para quienes acompañan, acogen y ayudan a la población migrante «no es suficiente». «El racismo, que es el rechazo al diferente, lo tenemos todos en la cabeza y es muy difícil de erradicar. Aceptar mejor al migrante depende del momento en el que estamos, si hay bonanza, bien, pero cuando hay dificultades se les rechaza», subraya Salazar. «Se requieren cambios que van muy lentos porque están en nuestras cabezas. Los observatorios son una herramienta válida, pero es complicado percibir todas las realidades», incide.
«Hay camino por andar»
Integrarse en la cultura y en la idiosincrasia de un país al que acabas de llegar pocas veces había sido tan complicado como en época de pandemia. Esto lo sabe bien la colombiana Francy Fonseca, responsable de la asociación de Basauri Mujeres en la Diversidad, entidad que nació hace más de una década para ser el hogar de mujeres de diferentes orígenes que cambian de país sin apoyos ni recursos. Esta licenciada en Sociología puso el foco en que desde las administraciones se «está haciendo un trabajo importante» para evitar crear una sociedad racista, pero «siempre hay camino por andar y la realidad va cuatro pasos por delante. Aunque se está avanzando por el buen camino, el discurso del odio sigue estando ahí. Cuando hay una amenaza, lo fácil es identificarla con algo o alguien», denuncia. En la misma línea, el responsable de Errefuxiatuak Arrigorriaga lamenta que las instituciones, a nivel europeo, estatal y en Euskadi, «se vayan pasando la pelota». «Sé que suena utópico, pero deberíamos abrir las fronteras, suena duro, pero es lo que hacen con nosotros cuando vamos a Marruecos, por ejemplo». Asimismo, «de una manera realista y aplicable para todos, creo que hay que hacer un ejercicio de responsabilidad. Muchos de los males que suceden en los países empobrecidos son culpa nuestra y creo que tenemos que darles una oportunidad cuando ellos vienen aquí», asegura.
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