EL DRAMA DE LA INMIGRACION / Los protagonistas

«La sirga sí provoca heridas»

Un subsahariano que logró superar la valla de Melilla relata cómo sobrevivió al asalto en el que murieron tres personas

El Mundo, 11-07-2006

SARA SANZ. Corresponsal
MELILLA.- Guillaume es uno de los cuatro subsaharianos que lograron entrar ilesos en Melilla tras el asalto a la valla de la semana pasada en el que murieron tres inmigrantes. Su visión sobre la sirga tridimensional colocada en la verja difiere bastante de la del Ministerio del Interior. La sirga es muy peligrosa y «sí provoca heridas», según relata el subsahariano a EL MUNDO.

No habla por hablar, ya que ha sufrido las lesiones en sus propias carnes. Tiene pequeñas heridas en su cuerpo, rasguños, cicatrices y dolor de espalda, pero no se queja porque sabe que está vivo de milagro. Guillaume, un camerunés de 24 años, es un superviviente. De los 70 subsaharianos que intentaron traspasar la frontera el pasado lunes, dos murieron en el lado marroquí, uno en el lado español de la doble valla y otro está todavía ingresado en la UCI del Hospital de Melilla.

Paradójicamente, la sirga tridimensional se colocó por orden del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, quien, durante los asaltos masivos a la frontera en el pasado mes de septiembre, se mostró «negativamente sorprendido» al descubrir que las vallas antiguas estaban rodeadas de una alambrada de concertina con cuchillas con las que se lesionan los subsaharianos que quieren llegar a Melilla.

El Ejecutivo quiso construir entonces una valla que fuera «infranqueable», pero al mismo tiempo «inofensiva» para los inmigrantes que trataran de asaltarla. Sin embargo, el remedio puede ser peor que la enfermedad y muchas ONG ya han alertado de que el laberinto de acero se ha convertido en una trampa mortal para los sin papeles.

A los dos inmigrantes que cayeron en el lado español se les encontraron heridas de bala, concretamente munición de caza, un armamento que, según afirma Delegación del Gobierno, no utiliza la Guardia Civil, por lo que la responsabilidad apunta directamente al Ejército marroquí.

A pesar de los tiros y de las tres vallas, incluyendo el entramado de cables de la sirga, Guillaume, junto con un compatriota suyo y otro joven de Burkina Fasso, salieron ilesos de este asalto, el primero del año en Melilla. «Si estoy vivo es porque Dios lo ha querido», asegura Guillaume mirando al cielo.

Los tres se quedaron atrapados entre la doble valla, concretamente en el espacio donde se está levantando la sirga tridimensional. Guillaume señala que «tuvo suerte» porque cayó de manera que los cables de acero no le causaron heridas graves, aunque no se libró de que le dejaran marcas en brazos y piernas.

Además, todavía queda por desvelar a qué «elemento externo» se debe el desgarro abdominal que presenta el inmigrante todavía hospitalizado en Melilla. Guillaume, que reside en el Centro de Estancia Temporal (CETI) de Melilla, tiene mucho que agradecer después de pasar un año y seis meses en Marruecos, sorteando a duras penas la vigilancia de las fuerzas auxiliares marroquíes y sus batidas nocturnas. «Nos persiguen casi todos los días y no son buena gente», relata amargamente.

Éste era uno de sus últimos intentos de entrar a la ciudad española saltando la alambrada porque es consciente de los obstáculos. «Ahora es muy difícil entrar en Melilla. La valla ya tiene seis metros y están haciendo una nueva; los soldados marroquíes vigilan al lado de la alambrada, cada vez son más y son capaces de todo», señala.

Guillaume escuchó disparos cuando corría desesperado hacia la valla para sortearla con una rudimentaria escalera de madera. «No sabría decir si eran disparos de fuego o de otro tipo, pero yo escuché disparos». A medida que iba subiendo el primer muro de seis metros, esos disparos «los escuchaba muy cerca, pero sólo pensaba en cruzar». Asegura que también oía gritos de algunos subsaharianos que iban quedando en el camino. «Yo sólo quería entrar», dice. Y lo consiguió. No pudo avanzar más allá del laberinto de hierro, después de haber dejado la escalera atrás y de haber saltado en el espacio donde se encontraba la sirga, todavía incompleta.

«La escalera nos ayudó, es la única herramienta que teníamos para subir la alambrada», dice Guillaume. Fue esa escalera, junto con otras que quedaron apiladas después de este trágico salto, las que ardieron en una hoguera que los soldados marroquíes se encargaron de encender horas después. Cada una de ellas había supuesto un día de intenso trabajo para estos inmigrantes, que tuvieron que ingeniárselas previamente para lograr los ganchos que llevaban incorporadas.

Este joven camerunés reconoce que eligieron el tramo de la valla situado entre Farhana y Zoco el Had porque todavía la sirga tridimensional no se ha terminado de instalar. Si Guillaume no lo hubiera conseguido, lo hubiera intentado a nado, como hacen otros desde el puerto de Nador, o escondiéndose en vehículos para entrar en la frontera, aún a riesgo de morir asfixiados.

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