La terrible muerte ayer, arrollados por el tren, de tres argelinos en Ciboure ha devuelto la tragedia al entorno de la frontera guipuzcoana, donde han fallecido en distintas circunstancias seis migrantes en lo que va de año, todos ellos procedentes de distintos países africanos. El avance de las investigaciones permitirá ir esclareciendo la identidad de las víctimas y las circunstancias que rodearon el fatal accidente que segó sus vidas. Pero la constatación de que los fallecidos se encontraban en las vías del tren, en compañía de un cuarto migrante que resultó herido grave, permite imaginar la situación de extrema vulnerabilidad en que se hallan quienes vagan en torno a la muga en situación irregular. En su primer avance de las pesquisas, el fiscal francés dio por hecho que los tres extranjeros atropellados ayer habían cruzado la muga por Irun tras un tránsito ilegal por España. Tres víctimas como tantas otras, pero únicas en su dura peripecia vital, que han acabado perdiendo la vida en un reguero de muertes que no pueden ir sumándose unas a otra como si se tratara de una rutina asumible. Y como si los controles migratorios tuvieran que desembocar en el peor de los dramas como si ello fuera inevitable.