Los subsaharianos vuelven a la frontera de Ceuta

? Pese a que el delegado del Gobierno lo niega, LA RAZÓN ha comprobado que

La Razón, 10-07-2006

Ceuta – Entre 100 y 150 inmigrantes subsaharianos, en su mayoría
procedentes de Mali y Camerún, han vuelto a reagruparse en campamentos
estables en los bosques que rodean la población de Beliones, el pequeño
pueblo marroquí que linda con Ceuta en su bahía norte, pese a que el
delegado del Gobierno en Ceuta, Jenaro García – Arreciado, ha asegurado esta
semana hasta en dos ocasiones, a preguntas de este periódico, que los
informes que maneja la institución que preside, elaborados por las Fuerzas
y Cuerpos de la Seguridad del Estado y el Centro Nacional de Inteligencia
(CNI), le hacen estar «convencido» de que en la ciudad autónoma no se
repetirán a corto plazo asaltos como el protagonizado hace una semana por
32 indocumentados en el perímetro fronterizo de Melilla.
   Vigilancia policial. A pesar de que Marruecos mantiene a lo largo de
los 8,2 kilómetros de longitud de la frontera ceutí a centenares de
soldados y gendarmes al pie del doble vallado y en los cruces que enlazan
la carretera que va desde la frontera del Tarajal hasta Tánger con los
bosques cercanos, la creciente presencia de subsaharianos en las
proximidades de Ceuta es evidente a ojos de los policías del país vecino y
los residentes en la zona.
   «No sabemos si es la tranquilidad que
anticipa la tempestad», farfullaba esta misma semana en el arroyo de las
Bombas, la zona marroquí justo enfrente de Finca Berrocal, donde se
produjo la avalancha de más de 700 inmigrantes el 29 de septiembre del año
pasado.
   Sólo aquí hay tres tiendas de campañas del Ejército con un
contingente que, bajo el mando de un capitán, supera de largo la decena de
efectivos. Idéntica presencia se advierte en cualquier punto del
perímetro, reforzada en las «zonas sensibles» donde, como sucede al lado
de los polígonos industriales del Tarajal, se instalaron hace meses
casetas permanentes para que se refugien los militares.
   Sin embargo,
aunque no hay señales a la vista de que el celo que han demostrado durante
los últimos diez meses se haya relajado, los vecinos de Beliones reconocen
que algo ha cambiado con el paso del tiempo. Mohamed Mousaui, cuyo
domicilio familiar se descuelga justo enfrente de la valla, recrecida ya
en toda su longitud a seis metros de altura, asegura haber visto durante
las últimas semanas «decenas» de subsaharianos rondando por la zona.
   «Deben de ser unos 150 en todo el bosque, tal vez más», asegura el joven.
El portavoz de la Red de Asociaciones del Norte de Marruecos Chabaka,
Boubker Rhamilichi, seguramente la persona que más de cerca ha seguido la
evolución de los asentamientos de subsaharianos en los montes que rodean
Ceuta durante la última década, considera «creíble» esta cifra. «Todos
sabemos», recuerda Rhamilichi, «que en la periferia de las grandes
ciudades cercanas, sobre todo en Tánger (pero también en Tetuán y,
especialmente, en Casablanca y Rabat, donde funciona desde noviembre un
Consejo de Inmigrantes Subsaharianos en Marruecos), existen grandes grupos
de subsaharianos que hasta ahora tenían muchas dificultades para moverse.
Cuando crean que no van a ser detenidos tan rápidamente volverán a
concentrarse cerca de la frontera para intentar entrar en territorio
español porque es su única salida».
   Mousaui, cuya
familia vive desde hace más de 40 años en Beliones, corrobora esta teoría.
«Estoy convencido de que están aquí para pasar; sólo esperan su suerte o,
mejor dicho, su muerte», explica en referencia a los tres cadáveres que
las autoridades de ambos países han reconocido hasta la fecha en el asalto
de la semana pasada en Melilla.
   Con el fin de satisfacer las
exigencias de los países europeos, que además le proporcionan cuantiosas
ayudas económicas (el pasado viernes el Gobierno de Zapatero acordó
transferir 10,5 millones de euros al Ejecutivo marroquí para que mejore
los instrumentos técnicos que utiliza en la frontera), Marruecos aceptó
colaborar con la Guardia Civil en la impermeabilización de las fronteras
terrestres españolas en África.
   Suspicacias. Hasta el
pasado lunes, su trabajo fue efectivo al 100% (ni un solo inmigrante ha
entrado en ninguna de las dos ciudades desde que siete lo consiguieron en
diciembre en Melilla), pero el último asalto masivo despertó dudas en los
analistas que siguen el fenómeno migratorio en la zona. Las primeras
cifras apuntadas por el delegado del Gobierno en Melilla, José Fernández
Chacón, al explicar el suceso – cuando habló de «entre 50 y 70»
subsaharianos participantes – levantaron suspicacias. «Es imposible que ese
volumen de personas se muevan libremente por los bosques con escaleras de
seis metros de longitud y consigan escalar la valla», aseguró nada más
escuchar a Chacón un experto en la materia melillense que prefiere
mantener su anonimato.
   Los mismos recelos se han suscitado al
descubrirse que, muy cerca de donde llegaron a montar un pequeño pueblo
con mil personas en pleno bosque durante los últimos diez años, han vuelto
a aparecer «viviendas» estables construidas con madera y plástico que los
subsaharianos utilizan para dormir. A su lado también se pueden encontrar
las tristemente célebres escaleras de palos y trapos que utilizaron por
centenares para entrar en avalancha en otoño en Ceuta y Melilla.
   Rhamilichi desconfía de la «teoría de la conspiración» que vincula la
proliferación de subsaharianos en la zona con la inminente Cumbre
Euroafricana que se celebrará esta semana en Rabat. «No creo que tenga
ninguna relación una cosa con otra, aunque es cierto que antes de la
Cumbre Hispano – Marroquí de Sevilla del año pasado también hubo movimientos
en la vigilancia de los emigrantes», explica el veterano voluntario.
«Desde hace unos meses empezaron a reagruparse otra vez; se ponen en
contacto entre sí a través del móvil y cada mes llegan más».

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