África: la asignatura pendiente

La Razón, 10-07-2006

Hablar de la inmigración africana hacia Europa sin profundizar en el
estudio y el análisis del escenario político y socioeconómico de los
países de procedencia es caer en el error de cálculo de la magnitud de los
problemas que esta inmigración puede causar tanto a las sociedades
receptoras como a las emisoras. La llegada de pateras y cayucos al
territorio español no es más que el resultado de décadas y décadas de
corrupción y malversación de los bienes de estos estados que se han visto
hipotecados en manos de las antiguas metrópolis y de una abominada
burguesía local, apoyada por regímenes dictatoriales que sobreviven por la
opresión de sus diferentes sistemas policiales, muchas veces bendecidos
por las democracias occidentales.
   Casi todos los países de África
han logrado su independencia en la segunda mitad del siglo XX, y ninguno
ha podido desprenderse de la herencia de sus antiguos colonos y, por lo
tanto, su economía no ha podido lograr un arranque industrial como lo
fueron haciendo gran parte de los países de Extremo Oriente que lograron
sus independencias en las mismas fechas.
   «El azúcar sería muy caro
si no se hiciera trabajar a los esclavos. Estos individuos son negros de
los pies a la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible
tenerles lástima. No es posible imaginar que Dios, que es un ser sabio,
haya puesto un alma y, sobre todo, un alma buena, en un cuerpo enteramente
negro». Defendía entonces Montesquieu la emigración forzosa de los negros
del África Occidental que llegaron al nuevo mundo para hacer las difíciles
labores en las minas de oro y plata bajo el latigazo del hombre blanco,
que se enriqueció plantando un régimen de esclavitud sin precedentes en la
historia de la humanidad. Varios siglos después, los africanos están
viniendo voluntariamente para trabajar y para buscar la dignidad que han
perdido por sus gobiernos, por la duras circunstancias climatológicas y
por la intransigencia de los países ricos. ¿Qué hacemos nosotros en
cambio? ¿Seguiremos pensando como Montesquieu, defendiendo que estas almas
merecen estar castigadas, minando las fronteras y convirtiendo a África en
una gran cárcel? Basta ya de oportunismo, es hora de hacer algo porque
nunca es tarde si la obra es buena.
   

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