EL ARTÍCULO DEL DÍA

EL ORIGEN DE MONTILLA

El Periodico, 10-07-2006

Probablemente hay que decirlo ahora una vez y no volver a repetirlo en los próximos meses: sería un desastre, una injusticia y una distorsión que el origen del candidato José Montilla se convirtiese en uno de los temas de la campaña de las elecciones catalanas. Sería un retroceso histórico. En los dos últimos siglos, Catalunya ha tenido un modelo de convivencia
– – avalado por el catalanismo – – en el que el origen se considera irrelevante y las posibilidades de integración se centran en la voluntad. Para ser catalán basta con querer serlo, y el termómetro generalmente aceptado de esta voluntad, el signo externo entendido por todos, es la adopción de la lengua.
Si el país – – y la lengua – – no hubiesen atraído y asumido a muchas personas nacidas fuera de Catalunya, a sus hijos y a sus nietos, hoy quedaría muy poco de la vieja identidad catalana. Lo cuenta magníficamente
Anna Cabré en su libro El sistema catalán de reproducción, y lo cuentan también los textos de Francesc Candel que se recogen en él. El modelo catalán ha funcionado, en líneas generales, y ahora la cuestión es que continúe funcionando – – asociado a un ascensor social que nunca se ha parado – – ante la nueva inmigración. Reabrir el tema referido a las inmigraciones de hace ya muchos años sería un retroceso inaceptable. Por tanto, por favor, no lo convirtamos en tema de campaña. En ninguna dirección.
Porque hay diversas formas de convertir el origen de Montilla en tema de campaña. La más obvia, y la peor, sería que alguien expresase alguna forma de rechazo o de descalificación de la candidatura de Montilla por su lugar de procedencia. A la manera del patinazo que dio el ministro Jordi Sevilla, cuando dijo que no podía haber un presidente de la Generalitat “charnego”. Esto es inadmisible e insultante.

ES CIERTO que en algunos países se exige para ser presidente haber nacido en el país. Es cierto que ser catalán se ha convertido en un inconveniente para optar a algunos puestos importantes en el resto de España. Pero esto no está en la tradición de Catalunya ni en la del catalanismo. Sería una traición inadmisible al propio modelo. Para entendernos, nada sería más antipujolista y más lejano a la tradición catalanista que excluir a alguien por su lugar de origen.
Pero otra forma de convertir el origen de Montilla en tema de campaña es exactamente la contraria: considerar que su origen es una ventaja, un motivo para votarle. No puede ser un motivo para excluirle, no debe convertirse en una desventaja, pero tampoco en una ventaja. Porque serían las dos caras de la misma moneda: la de considerar que Catalunya es un país con dos comunidades, que eres de los unos o de los otros, que te votarán los unos o los otros. Rechazar a Montilla por su origen o preferir a Montilla por su origen son dos formas simétricas de romper con la tradición catalana y convertir el origen en algo relevante y partir el país en dos. Condena para quien descalifique a Montilla por haber nacido en Andalucía. Y la misma condena para quien pida el voto para Montilla por haber nacido en Andalucía. Es lo mismo, con dos caras.
Existiría todavía otra fórmula – – que habría que evitar – – de que el origen de Montilla se convirtiese en tema de campaña: excluir algunos temas de debate natural en unas elecciones catalanas por el hecho de que Montilla ha nacido en Andalucía. Por ejemplo, es relevante el debate político sobre si a Catalunya le conviene un presidente nacionalista o un presidente no nacionalista. Y más en la perspectiva de la aplicación del Estatut. No podemos ahorrarnos este debate con la excusa del origen cordobés de Montilla. Porque ser nacionalista o no serlo no es una cuestión ni genética ni geográfica. Es una cuestión ideológica. Hay muchas personas nacidas en Catalunya de familias catalanas de toda la vida que no son catalanistas. Y tienen todo el derecho a no serlo. Y hay personas nacidas fuera – – no hablemos ya de sus hijos y de sus nietos – – que son profundamente nacionalistas. Montilla ha proclamado que él no es un nacionalista catalán. De acuerdo. No es una cuestión de origen, sino de ideas. Pero debatir sobre si Catalunya necesita hoy un presidente de la Generalitat nacionalista o exactamente lo contrario no es debatir sobre el derecho de Montilla a ser presidente al margen de sus orígenes. Es hablar de política. Y en la campaña tenemos la obligación de hablar de política.
Permítanme una reflexión personal, para acabar. Mi padre es cordobés y mi madre era catalana. Nunca he sentido que este fuese un hándicap para mí. Ni para llevar a cabo una labor pública que – – y perdonen, porque no es inmodestia, sino que me parece un ejemplo significativo – – ha incluido ser el director general de los medios públicos de la Generalitat y el director general de promoción cultural de un Gobierno nacionalista, además de director de un diario en catalán. Nunca me he sentido ni discriminado ni en peores condiciones que gente con apellido catalán de toda la vida.

SOLO UNA vez me he sentido dolido por una referencia a mi origen familiar. Cuando gané hace muchísimos años, en 1981, el Premi Sant Jordi de novela, alguien escribió que me lo habían dado – – al margen de los posibles valores de mi obra – – porque el hecho de que un Villatoro ganase el Sant Jordi demostraba la integración de los hijos de los inmigrantes. Nunca me he sentido marginado. Y solo me he sentido dolido en esta única vez en la que alguien insinuó que mis orígenes familiares habían sido una ventaja, un plus a mi favor. No hubiese tolerado discriminaciones en contra. No podía aceptar discriminaciones a favor. Con toda la distancia y todo el respeto, estoy convencido de que a Montilla le pasa lo mismo.

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