En otras playas

El Correo, 10-07-2006

La gente no se está quieta en verano. El calor hace muchos prófugos y en las orillas los bañistas tienen que esperar a que alguien se salga del agua para poder meterse. Les alabo el gusto a los que vienen al lento Sur, aunque lo hagan a toda prisa. Es curiosa la preferencia por Andalucía, claro que no es menos curioso que esta tierra, llamada de María Santísima, sea la única en la que los símbolos religiosos en los colegios públicos han creado polémica. No sólo en los colegios. En algún cuartel de la Guardia Civil se ha protestado, con más o menos vehemencia, por mantener imágenes de la Virgen del Pilar, que a juzgar por las declaraciones que se le atribuyen era una patriota, que no quería ser francesa.

Andalucía vuelve a batir la plusmarca de visitantes, pero sus playas no son las únicas que están repletas. En las de Senegal hay 15.000 cayucos preparados para emigrar. Cuentan que las nuevas piraguas son mucho más grandes que las que se utilizan para la pesca. No sólo van a progresar los yates y las embarcaciones de recreo. Las agencias de viaje también cuidan el confort de los que se van con el hambre a otra parte. El destino de los senegaleses y de los subsaharianos no es la arena del sur caliente que según Lorca «pide camelias blancas», sino Canarias. Afortunados los que lleguen a las islas. Tienen que burlar no sólo a los controles policiales, sino también a los vientos alisios, que no admiten ninguna clase de sobornos.

Según Pessoa, que fue varios hombres, para viajar basta con existir. Estaba convencido de que los viajes son los viajeros y de que había visto todo lo que nunca había visto. La verdad es que llegan a la orilla gentes que quieren cambiar de aires y otras que lo que desean es cambiar de suerte. Un billete de cayuco, clase única, cuesta 700 euros.

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